Historia de España
Crónica del siglo XXI
La crisis económica iniciada
en 2007
El suicidio demográfico de España III
Alejandro Macarrón Larumbe
LD 2010-05-10
Nota: Artículo publicado originalmente en
Expansión el 27/04/2010 bajo el título Cómo
escapar o adaptarnos al tsunami de canas.
¿Qué hacer ante la decadencia a que nos aboca nuestra
lamentable evolución demográfica, qué amenaza gravemente el
futuro de nuestro sistema de pensiones, la sanidad pública y
nuestra prosperidad económica en general, y conduce a la
despoblación de amplias zonas de España y a un número
creciente de conflictos entre civilizaciones en suelo
patrio?
La única solución realmente buena
La única solución buena ante el tsunami de canas en ciernes es
que la mejora de la natalidad se convierta en prioridad nacional
para nuestras clases dirigentes, y que los españoles en edad
fértil recuperemos el lugar que nuestros antepasados otorgaban a
tener hijos entre sus grandes objetivos vitales. Porque se trata,
sobre todo, de una cuestión de valores.
Aunque muchos alegan que ahora no tenemos apenas hijos porque
salen muy caros y dan pocas ayudas, lo
cierto es que la renta per cápita real de los españoles en
tiempos de nuestros abuelos y bisabuelos era 8 10 veces
inferior al actual. Y el riesgo de muerte de nuestras antepasadas
en el parto y posparto, virtualmente nulo en nuestro tiempo, nada
desdeñable. Sin embargo, nuestros ancestros tenían muchos más
hijos que nosotros.
Y quienes echen la culpa de nuestra falta de niños a los
infernales horarios de trabajo en España, y a la
falta de apoyo a las madres en las empresas, que reparen que en
Alemania, donde en general la gente sale antes de trabajar que en
España, y los horarios de trabajo no se estiran como el chicle,
tienen tan pocos nenes como nosotros.
En contraste, en EEUU, donde la ley federal que regula la baja
maternal estipula que ésta será de hasta 12 semanas no pagadas
de ausencia al trabajo, y eso sólo si la empresa tiene al menos
50 empleados (por 16 semanas pagadas en cualquier tipo de empresa
en España), el promedio de hijos por mujer es superior en un 40%
- 50% al de las españolas.
Así pues, ¿cómo estimular la natalidad? Dar dinero público
por algo que TODOS nuestros antepasados -en promedio MUCHO MÁS
pobres, sacrificados y esforzados que nosotros- hicieron
simplemente por instinto natural, y porque tener hijos era para
ellos algo esencial en una vida plena, no parece buena idea, pues
de seguir ampliando el gasto público, nos exponemos a un serio
riesgo de quiebra del Estado, a la griega.
Y si calculamos la eficacia del cheque-bebé de 2.500 euros en
términos de coste para el contribuyente, dividido entre el
incremento de nacimientos en España, el resultado es demoledor.
Cada niño adicional respecto del nivel de nacimientos previo al
cheque-bebé ha costado al Estado muchas decenas de miles de
euros, pues en 2008 nacieron apenas 26.000 niños más que los
492.500 de 2007 -y de ellos, sólo 12.000 más de madre
española-, y en 2009, cuando bajó de nuevo la natalidad, hubo
sólo 17.000 bebés más que en 2007.
Lo único viable con dinero público en este
asunto es aquello que, sin coste significativo para el erario /
contribuyente, estimule realmente a tener más hijos y premie
esta contribución de sus padres al futuro de España, su
economía y la sostenibilidad de su sistema público de pensiones
y bienestar social, compensando algo del gasto extra que tuvieron
al criarlos, que les permitió ahorrar menos para su propia
vejez.
Por ejemplo, como proponíamos hace meses en un artículo
publicado en el diario Expansión, que la pensión de
jubilación incorpore un coeficiente corrector al alza o a la
baja proporcional a la diferencia entre el número de hijos que
tuvo el jubilado y la media nacional. Esto, además de ser de
justicia, bien modulado, si estimulase de forma suficiente la
natalidad, podría beneficiar también a los menos fecundos, por
mejorar a largo plazo la salud global de nuestra economía y de
la Seguridad Social.
También convendría sobremanera que nuestros políticos y
líderes intelectuales expongan a los españoles los graves
problemas que afrontaremos si seguimos con tan pocos hijos. Es su
deber. Por contra, fomentar el aborto, como hace la nueva ley, es
justo lo contrario de lo que nos conviene en materia
demográfica, pues los abortos en España representan cerca de la
mitad de nuestro déficit de bebés para que haya relevo
generacional.
Tampoco favorece precisamente la natalidad que, para el varón
español, casarse y tener hijos sea cada vez más arriesgado,
pues en caso de ruptura familiar tiene altas probabilidades de
ser desplumado y perder a sus hijos, y porque ha sido
pre-criminalizado en masa con leyes como la de Violencia de
Género, pese a que los maltratadores son una ínfima
minoría de los hombres, y a que también hay víctimas
masculinas de violencia doméstica.
La inmigración es un paliativo, no la solución
La inmigración es inevitable si faltan españoles y hay
extranjeros que quieren ganarse honradamente la vida aquí.
Rejuvenece España, y nos trae personas más sufridas y
esforzadas, sin nuestro síndrome de nuevos ricos,
con mayor flexibilidad laboral, que moderan los costes salariales
en nuestras empresas y mejoran su competitividad.
Pero la inmigración también conlleva múltiples
peros e inconvenientes. Si es masiva, dispara la
inseguridad ciudadana y puede causar fracturas sociales por el
aflujo súbito de muchas personas con valores diferentes. Una
buena parte del PIB que generan los inmigrantes es expatriado en
remesas. Y de los inmigrantes que cobran pensión o subsidio por
desempleo, muchos lo gastan en sus países de origen.
Además, por ser nuestros inmigrantes en media trabajadores menos
cualificados, recibirán en su pensión / subsidio un plus de
solidaridad respecto de lo cotizado, desequilibrando aún más
las arcas públicas. Tampoco mejoran mucho a largo plazo la
pirámide de población, porque llegan mayoritariamente en edades
medias, y una vez bien establecidos, su fecundidad real no es muy
superior a la de los españoles (incluso la natalidad de los
inmigrantes musulmanes, según lo ocurrido en otros países
europeos, se reduciría drásticamente en pocos años).
Pero tal vez lo peor de todo es que, con una economía estancada,
y el envejecimiento progresivo de la población conduce a ello,
vendrían pocos inmigrantes (como en la envejecida Asturias), y
muchos otros nos abandonarían, como ya está sucediendo con la
crisis.
Así pues, inmigración controlada, sobre todo de países afines
a España en lo cultural, y cuando nuestras empresas y
particulares la precisen, sí. Pero sin fiar a la inmigración lo
esencial de la solución al gravísimo problema que origina
nuestra deficiente fecundidad.
Reformas estructurales
Además de lo anterior, para afrontar mejor el deterioro
demográfico, y porque conviene hacerlas de todos modos por la
crisis económica, urgen las reformas que ayuden a mejorar
nuestra productividad (flexibilidad laboral, más energía
nuclear y menos subvenciones a energías inmaduras, que
enriquecen a unos pocos y empobrecen a casi todos, educación con
mayor nivel de exigencia y menor politización, más seguridad
jurídica y sencillez normativa, etc.), recortar el ingente
gasto público superfluo y nuestro insostenible déficit
público, y a que ahorremos más, tanto en el sector público
como en el privado.
El número de españoles en edad avanzada / dependientes va a
crecer sin parar, y los recursos extra que precisarán sólo
pueden salir de producir y ahorrar más. O si no, habrá que
recortar las prestaciones sociales de nuestra Seguridad Social,
ya deficitaria en las ocho regiones españolas más envejecidas
y/o con más desempleo, que viven del resto de España a estos
efectos.
Asimismo, hay que adecuar el sistema de pensiones públicas al
valor actuarial de lo cotizado por cada uno y a una esperanza de
vida que sigue creciendo, y complementarlo de forma creciente con
pensiones privadas, basadas en el ahorro personal. Pero esto
último no basta: si la población sigue envejeciendo y mengua,
los activos españoles -como las casas o las acciones de negocios
en España- tenderán a devaluarse, y con ello nuestros ahorros.
También habrá que introducir formas de copago en la
sanidad pública, para reducir el despilfarro por sobreconsumo,
inherente a cualquier bien gratuito, y replantearse la
cuasi-gratuidad de la universidad pública (sobre todo, para
malos estudiantes / repetidores). Ya no hay dinero para
malgastarlo.
El sector privado ante el problema
A los particulares, el incierto futuro les aconseja -ya lo
estamos haciendo, impelidos por la crisis-, sobre todo, ahorrar.
Es lo típico de los países más envejecidos (Alemania, Japón,
Italia
.), porque las personas mayores tienden a consumir
menos y guardar más. Pero mucho cuidado sobre dónde invierten
sus ahorros los españoles de a pie.
Por ejemplo, es dudoso que las viviendas tiendan a revalorizarse,
algo que llevan bastantes años sin hacer en Alemania. En España
sigue habiendo muchas casas nuevas por vender, y lo que es peor,
la evolución demográfica previsible augura una débil demanda,
al haber menos jóvenes y personas de edad mediana para
comprarlas.
Además, si España no recuperase vigor demográfico y su
economía se estancara de forma estructural, bastantes
compatriotas se marcharían a países con mayor vitalidad
demográfica y mejores perspectivas
económico-políticas, como EEUU. Ya está pasando en cierta
medida, según el INE.
A las empresas también les es de aplicación lo anterior. De
hecho, cada vez desarrollan más sus negocios fuera de España,
en busca de mejores oportunidades de crecimiento, pese a que con
ello deban incurrir en riesgos adicionales, como la inseguridad
jurídica rampante / endémica en gran parte de Iberoamérica. Y
las empresas que antes y mejor adapten al nuevo entorno
demográfico su oferta de productos y servicios, y su modus
operandi, podrían incluso salir beneficiadas, que las
discontinuidades siempre generan oportunidades para los
empresarios avispados.
* * * *
En definitiva, los españoles -y los europeos en general-
afrontamos pocos desafíos del calibre de nuestro declive
demográfico. O hacemos desde ya lo que debemos para remediarlo,
como individuos y como sociedad, o nos esperan tiempos
problemáticos, y lo lamentaremos amargamente cuando sea
demasiado tarde. No hay vuelta de hoja.
Artículo elaborado por Alejandro Macarrón Larumbe,
consultor de estrategia empresarial y finanzas corporativas.
Aquí finaliza la serie publicada en el diario Expansión
entre el 24 y el 27 de abril de 2010. Los artículos anteriores
son: Un problema gravísimo del que se
habla poquísimo; Una economía con plomo
demográfico en las alas.