. Conversiones.......HISTORIA UNIVERSAL....
La romanidad del primer cristianismo en las Islas Británicas
Pablo J. Ginés ReL 15.06.2011
En una sociedad que busca espiritualidad sin
religión, "lo celta" se presenta como muy
sugestivo: la música tradicional de Irlanda y Gales,
las ruinas de los monasterios de Iona o Lindisfarne y las
historias de grandes santos como Patricio, Columba o Brandán
despiertan anhelos de belleza y trascendencia en todo el
mundo anglohablante (de Inglaterra a Australia o EEUU).
También en España y Bretaña, muchos buscan una
espiritualidad alternativa que enlace con el pasado, que pueda
reclamar el sello de ser "ancestral": votantes
del BNG, nacionalistas o regionalistas de todo tipo o simplemente
personas románticas o amantes de la belleza de lo antiguo miran
al "pasado" celta para construirse una identidad.
Solo encuentran un problema: San Patricio, San Brandán,
San Columba, Iona, Lindisfarne, Irlanda, Beda el Venerable y todo
lo que queda del pasado celta es católico, apostólico y romano.
Demasiado romano, de hecho, para el gusto de muchos anglicanos,
protestantes británicos en general y presbiterianos escoceses de
la Iglesia Nacional, llamada The Kirche.
La tesis de muchos en estas iglesias es la siguiente: se puede
ser católico, en el sentido de ser "apostólico" y
seguir "la fe recibida de los apóstoles" sin ser
romano, y la "prueba del algodón" está en la
independencia respecto al Papa de Roma. Estos grupos
querrían que los antiguos cristianos de las Islas Británicas
hubieran sido independientes del magisterio y la autoridad del
Papa de Roma, con sus propias enseñanzas y liturgias,
de forma que la Reforma protestante del siglo XVI, con Enrique
VIII y sus sucesores, se vise legitimado contra las
"intromisiones" de Roma.
Los neopaganos y "newageros" en general aprovechan
el concepto de un "cristianismo celta independiente de
Roma" para vaciarlo de doctrina y rellenarlo de lo cualquier
cosa, afirmando que los primeros "cristianos
celtas" creían en el panteísmo, la reencarnación, el
politeísmo o, como mínimo, ecologismo. En cualquier caso, nada
de Papa de Roma, nada de catolicismo, autoridad, estructura ni
universalidad de la Iglesia Católica.
Pero tanto los protestantes como los neopaganos se ven
desautorizados cuando empiezan a estudiar historia por dos
hechos muy concretos: 1) el cristianismo en las Islas Británicas
nació de Roma, siempre reconoció la autoridad papal y
nunca fue declarado por Roma en cisma o rebeldía; 2) la doctrina
de los monasterios celtas irlandeses (que no estaban solo en
Irlanda, ya que se extendieron incluso a Francia) era
completamente católica, como se evidencia en algo tan importante
como su creencia en la Presencia Real de Cristo en la
Eucaristía.
Los primeros cristianos británicos, en clara unión con
Roma
Hay muchas leyendas, hermosas y piadosas, sobre cómo el
cristianismo llegó a las Islas Británicas, pero desde un punto
de vista sociológico parece claro que llegó, como a tantos
otros sitios, a través de las legiones (con todos sus cuerpos
auxiliares que viajaban con ellas) y de los mercaderes
mediterráneos que buscaban oportunidades en Britania.
Recién despenalizado el cristianismo, cuando en Arles (Francia)
se celebra un primer concilio contra la herejía donatista en
314 d.C., aparecen tres obispos llegados de Britania, en plena
comunión con Roma y sus conclusiones. Los obispos en
ese concilio escriben al Papa Silvestre diciendo que los han
celebrado "como si vos mismo estuvieseis presente"
y pidiéndole "según la costumbre"
enviar cartas a todas las iglesias explicándoles las
conclusiones. Por lo tanto, era evidente ya entonces la autoridad
del Papa "para dar una opinión decisiva en temas disputados
de doctrina y disciplina", como admite el historiador
anglicano T. Jailand en su libro "The Church and the
Papacy".
Hubo representantes británicos también en los concilios de
Sardica (343) y Rímini (359). A finales del siglo IV, los
obispos ingleses pidieron a Victricius, obispo de Ruán (en
Francia, aunque quizá él era ingles) que resolviese una disputa
entre ellos. Que Victricius era devoto del Papa lo
sabemos porque en 404 pide al Pontífice Inocencio I que juzgue
cierto asunto mediante "la regla y autoridad de la
Iglesia Romana", afirma textualmente.
Hacia el año 422, las herejías pelagianas, recién condenadas
en Roma, empiezan a extenderse en las Islas Británicas.
"Es característico que los britanos pidieran al Papa que
les ayudara contra esa invasión", escriben los
historiadores Collingwood y Myres en su libro "Roman
Britain and the English Settlements". El papa
Celestino I envió a Britania a su representante, San Germano,
obispo de Auxerre, en el 429, quien fue invitado de nuevo en el
446, acompañado de Severo, para combatir el pelagianismo. Hay
que decir que Germano fue maestro en Auxerre de dos
santos que tendrían gran influencia: San Illtud, en Gales, y el
mismísimo San Patricio, de origen inglés y
evangelizador de Irlanda, aunque a la Isla Verde llegó antes que
él, Paladio, consagrado por Celestino I en 431 como primer
obispo de Irlanda.
En el Libro de Armagh, escrito en Irlanda en el año 807, al
narrar las hazañas de San Patricio de 350 años antes, queda
claro que el Apóstol de Irlanda, en casos de polémica,
pedía a sus sacerdotes recurrir "a la Sede
Apostólica", es decir, a Roma.
En cuanto a San Niniano, primer evangelizador de los
pictos en Escocia (principios del siglo V), hasta los
historiadores protestantes admiten que aunque debía ser de
origen britano, se habría formado en Roma (así W. D. Maxwell,
en "A History of Worship in the Church of Scotland").
Por último, en época del Papa San León el Grande (un papado
largo, del 440 al 461), Roma envió una orden a las Islas
Británicas sobre las fechas de celebración de la Pascua, orden
que fue acatada... y mantenida hasta que llegó una nueva orden
150 años después.
Ciento cincuenta años aislados de Occidente... pero unidos al
Papa
En este momento, hacia el 450 dC., el Imperio se hundió,
Britania se quedó sin legiones y oleadas de anglos, jutos y
sajones invadieron las islas, exterminando el
cristianismo de Inglaterra, con la excepción de zonas más
agrestes del norte o de Gales, donde se concentraron oleadas de
britano-romanos cristianos huyendo de los bárbaros. Se cortaron
las comunicaciones con Roma y con Europa.
La excepción fue Irlanda, donde el cristianismo se extendió con
rapidez y durante el siglo VI exportó misioneros a Escocia, al
norte de Inglaterra y hasta a Francia. ¿Cuán
"católico-romanos" eran los cristianos
"celtas" de Gales, de Strathclyde y el norte de
Inglaterra? Probablemente igual de católico-romanos que sus
vecinos irlandeses, que liderados por San Columba predicaban en
Francia que el Papa era "pastor de pastores" y
"cabeza de las iglesias de Europa" (lo leemos en "Cristianity
in Celtic Lands", por L. Gougaud) y llamaban claramente
"cismáticos" a grupos franceses desobedientes al Papa.
Es verdad que los monjes irlandeses tenían algunas
peculiaridades menores: su tonsura era distinta,
también su fecha de celebrar la Pascua y algunos detalles en la
ceremonia del bautismo. Pero eran aspectos locales pequeños,
lógicos en una iglesia aislada y lejanísima. Así, los
cristianos de las Islas Británicas, "nunca dejaron
de ser católicos en doctrina ni en el reconocimiento a la
supremacía espiritual de los sucesores de San Pedro"
(afirma S. J. Crawford en "Anglo-Saxon influence on
Western Christendom").
Un reencuentro con dificultades étnicas
En el año 597, el Papa Gregorio Magno envía al monje
Agustín (San Agustín de Canterbury) con 40 compañeros a evangelizar
a los "ingleses", es decir, a los reinos paganos de
anglos y sajones en Britania, de orígenes germánicos.
El Papa da instrucciones a Agustín de que colabore con los
obispos locales, que son de etnia celta y una cultura de origen
britano-romana. Nada más llegar, Agustín tiene un
éxito sorprendente al bautizar a Aethelbert, rey de Kent y a
miles de sus súbditos.
Luego se dirige a los obispos de etnia celta (que siguen
celebrando la misa en latín, obviamente) y les pide
colaboración. Explica Beda el Venerable en su "Historia
Eclesiástica", acabada en el año 731, que los obispos
britanos, de la etnia oprimida durante 150 años por los ahora
nuevos conversos, consideraron que Agustín era orgulloso y
altivo. Quizá también le consideraron colaboracionista con el
enemigo sajón. Y se negaron a colaborar con él y con los nuevos
cristianos anglosajones, la etnia de sus enemigos. Agustín
-dice- Beda- les pidió cambiar la fecha de la Pascua y detalles
del bautismo, pero ellos se negaron y mantuvieron las
peculiaridades de la época de León el Grande.
No es un capítulo bonito en la historia de la Iglesia, pero no
fue un cisma: ni los celtas se declararon independientes ni Roma
les condenó como cismáticos ni inventaron su propia doctrina o
liturgia. Pero a medida que se retomaban los lazos con
Occidente y Roma insistía, las iglesias celtas fueron cediendo
por el bien de la unidad a la que pertenecían.
El proceso duró un siglo. En el sínodo de Whitby (año 663), San
Wilfrid convence a los celtas de Nortumbria, en la
frontera con Escocia (dice Beda que Wilfrid recordó las promesas
de Cristo a San Pedro, y que aunque los monjes de Lindisfarne no
cedieron y prefirieron emigrar, sus vecinos sí se convencieron).
Pronto les siguieron los de Iona e Irlanda. Después, los de
Strathclyde. Luego, Aldhelm, obispo de Sherborne,
absolutamente anglosajón, insistió a los cristianos
celtabritanos de Cornwall que "es vano que presuman
de catolicismo los que rechazan la doctrina y mando de San
Pedro", lo que acabó convenciendo a la mayoría de
cornualleses. Los más testarudos fueron los galeses,
que no cedieron hasta el año 768 con el obispo Elfodd.
Fue un proceso complicado por el factor étnico y las guerras y
la falta de comunicaciones, pero los celtas admitían siempre la
unidad bajo Pedro, y esa unidad fue lo que prevaleció.
La doctrina celta de la Eucaristía era doctrina
católica
Cuando en el siglo XVI los protestantes (anglicanos,
presbiterianos y luego puritanos) negaron la presencia real de
Jesucristo en la Eucaristía y dijeron reclamar la
"pureza" de los antiguos cristianos, les habría ido
muy bien encontrar algún antiguo libro litúrgico celta donde la
Misa se presentase como un mero símbolo de comunión. Pero esos
libros nunca existieron porque los celtas nunca habían
creído las doctrinas que los protestantes del siglo XVI
profesaban.
Las invasiones sajonas destruyeron toda la cristiandad inglesa
primera, sin dejar textos. Pero sí tenemos bastantes datos de
sus vecinos, de la liturgia en Escocia, Irlanda y Nortumbria, y
en ellos es evidente que los celtas tenían la misma
visión de la Eucaristía que los católicos hispanorromanos o
los visigodos o los francos o los italianos: los
elementos consagrados son el "Corpus Christi", celebrar
la Eucaristía se llama "hacer el Cuerpo de Cristo" [Corpus
Christi conficere], la misa se llama "el
sacrificio", el sacerdote "consagra la santa
oblación", el pan y el vino son transformados en su
sustancia para que el sacrificio sea verdadero, no solo
simbólico. Por eso, incluso J. A. Duke, un autor que defendía
la "independencia" de la Iglesia celta de la Roma, en
su libro "The Columban Church" admite que las
liturgias eucarísticas celtas "dan evidencia abundante de
la creencia en el caracter sacrificail del rito, y de la
creencia de que tras la consagración el pan se convierte en el
Cuerpo de Cristo".
Era tanto el deseo de los protestantes del siglo XVI de buscar
algún "cristiano celta no romano", que algún
entusiasta protestante galés inventó una falsa carta de un tal
"Dinoot, abad de Bangor-is-Coed" a Agustín de
Canterbury diciendo que el obispo de Roma falsamente dice ser
"padre de padres" y que no merece ninguna reverencia
especial. Se trata de una falsificación admitida por todo el
mundo y nunca se ha encontrado ningún indicio de desafío en las
Iglesias celtas a la autoridad del Papa ni de ruptura con la
doctrina romana.
Por eso, incluso J. C. McNaught, un ministro presbiteriano de la
Iglesia Nacional Escocesa que durante mucho tiempo creyó en una
"Iglesia celta" antigua, independiente de Roma, tuvo
que cambiar de opinión al revisar la evidencia (en su libro
"The Celtic Churches and the See of Peter"):
"Como resultado de nuestra investigación tenemos
que concluir que la antigua Iglesia celta, lejos de ser
independiente de Roma en el sentido de rechazar la supremacía
papal, era simplemente una parte de la Iglesia Católica y
con la Iglesia entera reconocía al Papa como su cabeza
visible".
O dicho de otra forma: quien se sienta inspirado por San
Patricio, San Columba o San Brandán, San Niniano o Santa
Bridget, Illtud o los cristianos anteriores a la invasión
anglosajona, puede unirse a ellos en la familia de la que
formaban parte y que mantiene su herencia y memoria: la Iglesia
Católica.