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La teología de la historia del Padre Orlandis, S.l., y el problema del milenarismo

Francisco Canals CRISTIANDAD, Barcelona. Año LV - Núms. 801-802. Marzo-Abril, 1998. Págs. 23-28

Mis recuerdos del padre Orlandis. Acerca de su milenarismo
CRISTIANDAD, mayo-junio de 1999

Mis recuerdos del Padre Orlandis: Pensando hoy su teología de la historia
CRISTIANDAD, nº 861 Abril 2003

Recuerdos y reflexiones actuales sobre la teología de la historia del padre Ramón Orlandis,
...................................... CRISTIANDAD, enero-marzo de 1992, págs. 19 a 23
(Conferencia pronunciada en la clausura de la XXIX Reunión de amigos de la Ciudad Católica.
Poblet, 14 de octubre de 1990. Publicada en
la revista Verbo, núm. 301-302 (1992), págs. 191-201)

La esperanza cristiana en la liturgia de Adviento
CRISTIANDAD, diciembre 1995

La doctrina escatológica del Vaticano II en el Catecismo de la Iglesia católica
CRISTIANDAD, abril-junio 1993

La Iglesia consumada en la escatología intrahistórica de San Buenaventura
CRISTIANDAD, julio-octubre 1983

La salvación viene de los judíos
CRISTIANDAD, diciembre 1965

El reino mesiánico
CRISTIANDAD, diciembre 1969

El culto al Corazón de Cristo ante la problemática de hoy
CRISTIANDAD, enero 1970

 

En la tarea apostólica del Padre Orlandis, cuyo fruto fue la originación, en el seno del Apostolado de la Oración de Barcelona, de Schola Cordis Iesu, tuvo importancia fundamental su perseverante enseñanza de la teología de la Historia.

«Cuando se me preguntaba -escribió el Padre Orlandis- qué me proponía en estas conferencias, solía yo contestar: mi intento no es otro si no el de formar celadores del Apostolado de la Oración».

(1. Ramón Orlandis S.I. «¿Somos pesimistas? Cristiandad num.73, I-IV-1947, p. 148).

Más allá de lo teológicamente opinable o discutible puso siempre la certeza, expresada en la fiesta de Cristo Rey del 25 de octubre de 1942, de que «Jesucristo centra en la devoción al Sagrado Corazón el remedio del mundo actual, y que como consecuencia del triunfo de esta devoción ha de venir la época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia, coincidente con el Reinado Social de Jesucristo».

(2. Citado en: Minoves-García-Die. «Schola Cordis Iesu. El nacimiento de Cristiandad». Cristiandad numo 331, IX-1958, p. 34).

Él mismo notó cierta continuidad con la actitud del Padre Enrique Ramière, S.I. Pero la doctrina del Padre Orlandis estaba más próxima a la que por su consejo y orientación realizó su sobrino el Padre Juan Rovira y Orlandis, S. I., expresada principalmente en su estudio hasta ahora inédito De Consummatione Regni Messianici in Terris, seu de Regno Christi in Terris consummato. [Ha sido traducido y editado en el siglo XXI por Gerardo Manresa Presas].

Esta obra fue enviada a Roma en los tiempos inmediatamente posteriores al fin de la persecución religiosa de 1936-1939. El Padre Rovira había muerto como mártir de la fe y su nombre estaba entre aquellos cuyo proceso de beatificación se iniciaba entonces. No olvidaré nunca que el Padre Emilio Anel, S.I., vicepostulador de la Compañía de Jesús ante la Congregación para las Causas de los Santos, me dijo en conversación confidencial, en noviembre de 1989, que un miembro de la Congregación le había comentado que el Padre Juan Rovira y Orlandis, aún en el caso que no se hubiese podido probar históricamente el martirio por la fe, podría ser beatificado a partir del testimonio de su vida y sus escritos.

Podemos hoy, gozosamente, expresar algunas líneas centrales del pensamiento orlandiano con palabras textuales del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia católica:

«Según el Apóstol, los judíos son todavía hoy muy amados de Dios por causa de sus padres… la Iglesia espera, con los Profetas y con el mismo Apóstol, el día sólo por Dios conocido en que todos los pueblos invocarán el nombre del Señor con una sola voz y le servirán con un solo hombro (Soph. 3, 9)» (Concilio Vaticano II. Nostra aetate, 4).

Tratando de la religión judía, y afirmando la futura conversión de Israel, el texto anuncia la futura unidad religiosa de toda la humanidad.

Y en el nuevo Catecismo hallamos, bajo el título: De allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos… esperando que todo le sea sometido:

«El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo no está todavía acabado con gran poder y gloria, con el advenimiento del Rey a la Tierra» (671).

Y bajo el título El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel, leemos:

«La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia, se vincula al reconocimiento del Mesías por todo Israel» (674).

«La entrada de la plenitud de los judíos en la salvación mesiánica… hará al Pueblo de Dios llegar a la plenitud de Cristo» (674).

Para la comprensión de estos textos profundamente renovadores de la perspectiva escatológica es necesario tener presente el modo de hablar de San Agustín, que equipara la expresión «último día del divino juicio» con la de «tiempo último», cuya duración nos es incierta.

«La Iglesia universal del Dios verdadero confiesa y profesa que Cristo ha de venir del Cielo a juzgar a los vivos y a los muertos, y a esto le llamamos último día del divino juicio, esto es, el tiempo último». «Pues, por cuántos días se extienda este juicio es incierto: porque las Escrituras santas usualmente ponen el término día en lugar de tiempo, como no ignora el que haya leído, por más ligeramente que lo haya hecho, aquellas letras santas (De Civitate Dei, Lib. XX, 1, 2).

(nota 3. «La Iglesia universal del Dios verdadero confiesa y profesa que Cristo ha de venir del Cielo a juzgar a los vivos y a los muertos, y a ésto le llamamos último día del divino juicio, esto es, el tiempo último». «Pues, por cuántos dias se extienda este juicio es incierto: porque las Escrituras santas usualmente ponen el término día en lugar de tiempo, como no ignora el que haya leído, por más ligeramente que lo haya hecho, aquellas letras santas De Civitate Dei, Lib. XX, 1,2).

La esperanza en la consumación del Reino de Cristo en el mundo y el problema del milenarismo

La teología del Reino de Cristo consumado en la Tierra, que profesaban el Padre Orlandis y el Padre Rovira, estaba en continuidad con las interpretaciones que, sobre los oráculos proféticos y sobre el Apocalipsis, fueron predominantes -aunque no universalmente generalizadas, como demostró el Padre Rovira- durante los cuatro primeros siglos de la Iglesia.

Posteriormente, esta doctrina fue abandonada e incluso combatida por una mayoría de autores, aunque es patente que se continuó enseñando siempre por algunos, y que no se alcanzó nunca la unanimidad en su rechazo.

Entre las causas de la disminución de aquella doctrina mencionaba el Padre Rovira el término milenarismo, del que escribió: «mal visto y rechazado no sin razón por muchos católicos… deliberadamente optamos por omitir este nombre y así lo hicimos en cuanto fue posible a lo largo de toda la obra».

4. En la citada obra inédita. Introductio. Disquisitio tertia. [Ha sido traducida y editada en el siglo XXI por Gerardo Manresa Presas].

El Padre Orlandis rechazó expresamente, al hablar de la presencia de Cristo viviente en su Iglesia, «la presencia corporal y visible que soñaron los milenarios»:

5. «Contemplen a Cristo presente en su Iglesia, no con aquella presencia corporal y visible que soñaron los milenarios, pero si con la presencia de gobierno, con la presencia de providencia amorosa, con la presencia de cabeza mística que influye en sus miembros, en los que acatan y aman su soberanía, su vida, su verdad, su amor».
(R. Orlandis: «
Sobre la actualidad de la fiesta de Cristo Rey». Cristiandad, num. 39, l-XI-1945, pág. 467).

Defendió y razonó teológicamente la desautorización, por el decreto del Santo Oficio de 21 de julio de 1944, del «sistema del milenarismo, aún mitigado», definido como el que enseña una «venida visible a reinar [visiblemente] en esta tierra» [AAS 36 (1944) 212. DS 3839]:

«¿Podríase admitir como probable la presencia visible de Cristo Rey en la tierra, como defienden los milenaristas? En modo alguno…» Y llegó un día a nuestros oídos la noticia de la prohibición del milenarismo, aún del mitigado, y antes de conocer el decreto del Santo Oficio anuncié en público la existencia del decreto, añadiendo que si en él se proscribía cualquier proposición que hubiera yo sostenido, la dieran por retractada… Mas llegó a mis manos el decreto y en él hallé lo que ya sabía: la prohibición del milenarismo aún del mitigado, pero hallé algo más: la virtual absolución del Padre Ramière, etc., porque el Santo Oficio, al prohibir el milenarismo mitigado, no prohíbe una vaguedad, sino que precisa lo que prohíbe y lo que entiende por milenarismo mitigado. ¿Y en qué consiste éste, según el decreto de prohibición? En el sostener que Jesucristo antes del juicio final vendrá visiblemente a esta tierra para reinar [visiblemente]... De mí ciertamente me dice la conciencia que jamás lo he enseñado ni pensado [lo que prohíbe el decreto]».
(Ramón Orlandis, S. I.:
¿Somos pesimistas? CRISTIANDAD Barcelona, Año IV, nº 73, 1 de abril de 1947, página 148).

[Christum Dominum ante finale iudicium... visibiliter in hanc terram regnandi causa esse venturum.
Cristo Señor, antes del juicio final... ha de venir para reinar visiblemente en esta tierra.]

[El Padre Ramière manifestó:
"Algunos nos han encontrado demasiado favorable al milenarismo. Y sin embargo nosotros hemos protestado y protestamos de nuevo que no admitimos de ninguna manera los dos puntos que constituyen este error: a saber, la resurrección corporal de los santos, mil años antes del último día, y el reinado visible de Jesucristo en la tierra, durante esos mil años". (Henri Ramière S. I.: Les Espérances de l'Église. 1ª ed. 1861. Introduction, pág XXVI)].

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[NOTA DEL EDITOR:
Se corrige la traducción no publicada en AAS [
Acta Apostolicae Sedis], que es incorrecta por no ser compatible con la Sagrada Escritura, ni con la liturgia de la santa Madre Iglesia Católica Jerárquica. Lo que sí fue publicado en AAS [Acta Apostolicae Sedis] es el texto original del decreto en latín; y se pone a continuación con una traducción oficiosa que sí es compatible con dichas fuentes]:

[Decr. S. officii, sous Pie XII, 19. (21.) juillet 1944
Denzinger 3839 2296
Qu.: Quid sentiendum de systemate Millenarismi mitigati, docentis scilicet Christum Dominum ante finale iudicium sive praevia sive non praevia plurium iustorum resurrectione, visibiliter in hanc terram regnandi causa esse venturum. Resp. (cfirm. a S. P'ce 20. Iul.): Systema Millenarismi mitigati tuto doceri non posse.
http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/it/fpd.htm.
Decreto del Santo Oficio, bajo Pío XII, 19. (21.) de julio de 1944
Denzinger 3839 2296
Pregunta: ¿Qué hay que sentir del sistema del Milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio final, previa o no la resurrección de muchos justos, ha de venir para reinar visiblemente en esta tierra.
Respuesta (confirmada por el Sumo Pontífice el 20 de julio): el sistema del Milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad".
Decreto del Santo Oficio, de 21 de julio de 1944. Cf: AAS 36 (1944) 212. DS 3839 en latín].

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La constatación de que en la Sagrada Escritura se expone que su segunda venida gloriosa la quiere realizar Jesús, el Verbo hecho carne, de manera visible, no tiene nada que ver con el milenarismo, ni siquiera con el milenarismo mitigado, que la Iglesia dice que no puede enseñarse con seguridad:

El Decreto publicado en AAS [Acta Apostolicae Sedis] está en latín. No se ha publicado en AAS ninguna traducción. Tampoco la versión del Decreto que traen las traducciones del Denzinger es lo publicado en AAS.

Texto original del decreto en latín publicado en AAS [http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-36-1944-ocr.pdf, pág. 212]:

ACTA SS. CONGREGATIONUM
SUPREMA SACRA CONGREGATIO S. OFFICII DECRETUM
Postremis hisce temporibus non semel ab hac Suprema S. Congregatione S. Officii quaesitum est, quid sentiendum de systemate Millenarismi mitigati, docentis scilicet Christum Dominum ante finale iudicium, sive praevia sive non praevia plurium iustorum resurrectione, visibiliter in hanc terram regnandi causa esse venturum. Re igitur examini subiecta in conventu plenario feriae IV, diei 19 Iulii 1944, Emi ac Revmi Domini Cardinales, rebus fidei et morum tutandis praepositi, praehabito RR. Consultorum voto, respondendum decreverunt, systema Millenarismi mitigati tuto doceri non posse.
Et sequenti feria V, die 20 eiusdem mensis et anni, Ssñius D. N, Pius divina Providentia Papa XII, in solita audientia Excmo. ac Revmo. D. Adsessori S. Officii impertita, hanc Emorum Patrum responsionem approbavit, confirmavit ac publici iuris fieri iussit.
Datum Romae, ex Aedibus S. Officii, die 21 Iulii 1944.
I. Pepe, Supremae S. Congr. S. Officii Notarius.
[AAS 36 (1944) 212. DS 3839 en latín].
[Texto publicado en AAS
http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-36-1944-ocr.pdf, pág. 212]:

Una traducción literal no publicada en AAS [Acta Apostolicae Sedis], que respeta lo que dice la Sagrada Escritura, y la oración litúrgica de la santa Madre Iglesia Católica Jerárquica:

DECRETO DE LA SAGRADA CONGREGACIÓN SUPREMA DEL SANTO OFICIO
En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué hay que sentir del sistema del milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio final, previa o no la resurrección de muchos justos, ha de venir para reinar visiblemente en esta tierra.
Examinado el asunto en cuestión en la reunión plenaria de la feria IV, día 19 de julio de 1944, los Eminentísimos y Reverendísimos Señores Cardenales, encargados del cuidado de las materias de fe y de moral, previo voto de los Reverendos Consultores, decretaron respondiendo, el sistema del Milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad.
Y en la siguiente feria V, del dia 20 del mismo mes y año, Su Santidad N. S., por la divina Providencia, el Papa Pío XII, aprobó esta respuesta de los Eminentísimos Padres en audiencia ordinaria concedida al Reverendísimo Señor asesor del Santo Oficio, la confirmó y la mandó publicar conforme a derecho.
Dado en Roma en la Sede del Santo Oficio, el día 21 de julio de 1944.
I. Pepe, Notario de la Sagrada Congrgación Suprema del santo Oficio.
[Decreto del Santo Oficio, de 21 de julio de 1944. AAS 36 (1944) 212. DS 3839 en latín].

Fue el texto en latín de este decreto lo que se publicó en Acta Apostolici Sedis, no las traducciones a otros idiomas. No las que se suelen publicar, que atribuyen al verbo venir el adverbio "visiblemente" [visibiliter] en vez de atribuirlo al otro verbo, "reinar". Atribuyen visibiliter a esse venturus en vez de atribuirlo a regnandi. Pero no están publicadas en AAS estas traducciones. Lo que está vedado es atribuir el adverbio visiblemente a reinar y no a venir. Decir que está proscrito atribuir visiblemente a venir, no es compatible con la Sagrada Escritura, ni con la oración litúrgica de la Iglesia, donde se afirma que Nuestro Señor Jesucristo ha de venir visiblemente en su segunda venida o Parusía

Y no fue publicado en Acta Apostolici Sedis otro decreto del Santo Oficio de 11 de julio de 1941 que le fue remitido por carta al arzobispo de Santiago de Chile, Mons. Don José M. Caro Rodríguez como respuesta a una consulta suya. En este decreto de 1941, en el que también dice que el milenarismo mitigado no puede ser enseñado con seguridad ("tuto doceri non posse”), se describe el sistema del milenarismo mitigado diciendo que afirma que Jesucristo vendrá a reinar corporalmente (corporaliter in hanc terram regnandi causa case venturum).
Este Decreto de 1941 no fue publicado en Acta Apostolicae Sedis, posiblemete porque corporalmente, sí que se sabe con toda seguridad que está Cristo en la Eucaristía, y así lo enseña la Iglesia con plena seguridad, y así debe enseñarse con total seguridad.

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Recogido este texto en el Denzinger en latín con el nº 3839 en la ed. 33 de 1965, a cargo de Schönmetzer (de ahí la S de la referencia, DS, de esta edición y posteriores del mismo editor).
Y con el nº 2296 en las ediciones anteriores, en latín o traducidas:

Decr. S. officii, sous Pie XII, 19. (21.) juillet 1944
Denzinger 3839 2296 Qu.: Quid sentiendum de systemate Millenarismi mitigati, docentis scilicet Christum Dominum ante finale iudicium sive praevia sive non praevia plurium iustorum resurrectione, visibiliter in hanc terram regnandi causa esse venturum. Resp. (cfirm. a S. P'ce 20. Iul.): Systema Millenarismi mitigati tuto doceri non posse.
http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/it/fpd.htm

Una traducción literal, no publicada en AAS, que respeta lo que dice la Sagrada Escritura y la oración litúrgica de la Iglesia:

Decreto del Santo Oficio, bajo Pío XII, 19. (21.) de julio de 1944
Denzinger 3839 2296
Pregunta: ¿Qué hay que sentir del sistema del Milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio final, previa o no la resurrección de muchos justos, ha de venir para reinar visiblemente en esta tierra.
Respuesta (confirmada por el Sumo Pontífice el 20 de julio): el sistema del Milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad".
Decreto del Santo Oficio, de 21 de julio de 1944. Cf: AAS 36 (1944) 212. DS 3839 en latín].

Traducciones no publicadas en AAS y que no son compatibles con lo que dicen los Evangelios, ni las otras Sagradas Escrituras, ni la oración de la Iglesia:

DS 3839 Dz 2269 «En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué haya de sentirse acerca del sistema del milenarismo mitigado, a saber, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio fmal - previa o no previa una resurrección de muchos justos- ha de venir visiblemente a la tierra para reinar».
«Respuesta: El sistema del milenarismo, aún mitigado, no puede ser enseñado guardando la seguridad de la doctrina».

DS3839 Dz 2296 In recent times on several occasions this Supreme Sacred Congregation of the Holy Office has been asked what must be thought of the system of mitigated Millenarianism, which teaches, for example, that Christ the Lord before the final judgment, whether or not preceded by the resurrection of the many just, will come visibly to rule over this world.
The answer is: The system of mitigated Millenarianism cannot be taught safely.

DS 3839
Question: Que faut-il penser du système du millénarisme mitigé qui enseigne qu'avant le jugement dernier, précédé ou non de la résurrection de plusieurs justes, le Christ notre Seigneur viendra visiblement sur notre terre pour y régner?
Réponse (confirmée par le souverain pontife le 20 juillet): Le système du millénarisme mitigé ne peut pas être enseigné de façon sûre.

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Otra nota del editor

El Padre Ramière manifestó:

"Algunos nos han encontrado demasiado favorable al milenarismo. Y sin embargo nosotros hemos protestado y protestamos de nuevo que no admitimos de ninguna manera los dos puntos que constituyen este error: a saber, la resurrección corporal de los santos, mil años antes del último día, y el reinado visible de Jesucristo en la tierra, durante esos mil años". (Henri Ramière S. I.: Les Espérances de l'Église. 1ª ed. 1861. Introduction, pág XXVI).

Pero respecto al primero de esos dos puntos, hay que tener en cuenta que, según lo anunciado en las profecías de la sagrada Escritura, Jesucristo, Nuestro Señor, en su Parusía o segunda venida gloriosa, ha de venir acompañado por los santos que resucitarán en la resurrección primera. La Parusía y la resurrección primera tendrán lugar en el último día o última época de la vida humana en la tierra, que tendrá una duración cronológica larga, pero indeterminada, a la que bíblicamente se denomina mil años:

"Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años. Los demás muertos no volvieron a la vida hasta pasados los mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo quien tiene parte en la primera resurrección; sobre ellos no tiene poder la muerte segunda, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años.
(Ap 20,4-6).

El último día significa último tiempo o última época de la historia humana en la tierra, teniendo en cuenta lo que explica al respecto san Agustín:

«La Iglesia universal del Dios verdadero confiesa y profesa que Cristo ha de venir del cielo a juzgar a los vivos y a los muertos, y a esto le llamamos nosotros último día del divino juicio, esto es el tiempo último. Pues, por cuantos días se extienda este juicio es incierto: pero las escrituras santas usualmente ponen el término día en lugar de tiempo, como no ignora el que haya leído, por más ligeramente que lo haya hecho aquellas letras santas. Así pues cuando decimos día del juicio de Dios, añadimos último o novísimo, lo que indica que también ahora juzga y que desde el principio del tiempo juzgó» (San Agustín De Civitate Dei lib. XX, cap. 1, núm. 2).

Y lo que sobre ello viene en la propia Biblia:

"Mas no olvidéis una cosa, queridos míos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día".
(II Pe 3,8)

Por consiguiente, como explica Rovira Orlandis, Jesucristo, Nuestro Señor, el Verbo hecho carne, ha de volver a la Tierra en su segunda venida, o Parusía, de manera gloriosa, manifiesta y visible, para reinar no visiblemete en nuestro planeta, acompañado de sus santos mártires de la última persecución (la del Anticristo), resucitados corporalmente en la resurrección primera que ha de tener lugar, según lo anunciado (profetizado), al comienzo del tiempo último o época última de la vida humana en la tierra que coincide con la última época de la Iglesia militante inaugurada con el momento de la Parusía; no antes de ese momento. No hay tres venidas. Cuando Jesús, el Verbo hecho carne, vuelva ya no se va, sino que su reinado consumado intrahistóricamente, continuará escatológicamente en el cielo por los siglos de los siglos, eternamente; y los santos mártires resucitados en la resurrección primera para reinar con el Señor, según lo anunciado (profetizado), resucitarán en el momento de la Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, que tendrá lugar al comienzo de ese tiempo llamado simbólicamente "los mil años", cuya duración cronológicamente indeterminada y desconocida concluirá en la Tierra con el último instante de la vida humana terrestre, al que parece referirse la expresión del Padre Ramière, "el último día" de los mil años, en cuya expresión parece que "día" está en la acepción no bíblica, sino astronómica, de un periodo de 24 horas de duración; lo mismo que "los mil años", están en la acepción no bíblica de periodo largo, pero de duración desconocida e indeterminada equiparable en orden de magnitud a las otras eras de la vida humana sobre la Tierra; sino que están los mil años en la acepción cronológica astronómicamente de mil periodos de trescientos sesenta y cinco días de veinticuatro horas de reloj cada uno. Así como la palabra cielo tiene una acepción astronómica y meteorológica y otra bíblica. No hay problema en ninguno de los tres casos si se tienen presentes sus dos acepciones y no se toma una en el sentido de la otra.

(Fin de las notas del editor, por ahora).

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Ya el Padre Rovira, bajo la orientación del Padre Orlandis, había precisado que la presencia de Cristo en el tiempo del juicio o del Reino había de reconocerse como una presencia moral y también como una presencia «física» gloriosa.

7. Juan Rovira Orlandis S.I. Obra inédita citada. Lib. n, Disquisitio secunda, quaestio IV, assertio II. [Ya editada y traducida en el siglo XXI por Gerardo Manresa Presas].

El Reino del Mesías fue siempre, desde los tiempos que siguieron a la edad apostólica, el tema, el núcleo de la polémica entre los judíos y los cristianos.

San Justino, llamado el Filósofo, mártir de la fe cristiana, y uno de los más importantes entre los Padres apologistas, escribió hacia 152 un Diálogo con el judío Tryfón. El interlocutor judío pregunta a San Justino:

«Vamos a ver, dime: ¿reconocéis vosotros que Jerusalén será restaurada, que nuestro pueblo se reunirá nuevamente, y esperáis vosotros triunfar juntamente con los Patriarcas y los Profetas y con todos los que fueron de nuestro linaje? ¿O, más bien, os refugiáis en la aceptación de esto para aparentar que nos vencéis en la controversia?» (núm. 80. M. G. 6, 663).

Advirtamos que el judío sospecha que los que reconocen a Cristo como Mesías no se sienten herederos de los judíos, ni esperan participar con éstos en el triunfo que ellos esperaban en el advenimiento del Mesías. San Justino, que profesa, con muchos escritores cristianos de los primeros siglos, la esperanza en la plenitud futura del Reino de Cristo, responde a Tryfón:

«No soy tan miserable para decir una cosa sintiendo otra. Ya te he dicho que yo, y muchos otros cristianos, pensamos así, y tenemos como absolutamente cierto que así ocurrirá. He reconocido también que otros muchos incluso del linaje de los cristianos… no piensan así. Así pues, yo, y los cristianos que sienten en todo rectamente, sabemos esto: creemos en la resurrección de la carne, y en la restauración de Jerusalén que profetizaron Ezequiel, Isaías y todos los Profetas.
Pero si te encuentras con algunos que dicen que son cristianos, pero que blasfeman del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y niegan la resurrección de la carne, ya te he dicho que te has de guardar de tenerlos por cristianos, porque son herejes, impíos y ateos».

Encontramos aquí citadas tres actitudes:

Primera : la de los cristianos que sienten en todo rectamente y que, como el propio Justino, creen en la Resurrección de la carne y en la restauración de Jerusalén anunciada por los Profetas.

Segunda : la de otros cristianos, que no aceptan aquella doctrina y esperanza. Venidos de la gentilidad, sospechan, al parecer, de los primeros su coincidencia con las esperanzas judías.

Tercera : otros pretenden darse a sí mismos el nombre de cristianos pero son enemigos del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, del que blasfeman, y niegan la resurrección de la carne (los gnósticos ).

Es explícita y decidida la denuncia de San Justino contra el falso cristianismo antijudío de los gnósticos, enemigos del Dios de Israel: son herejes, impíos y ateos.

Pero el intento apologético «dialogante» con los judíos es tal vez la razón de que en el texto de San Justino no aparezca tan claramente aludido el error, antitético al de los gnósticos, que, denunciado por San Ireneo de Lyon, sería posteriormente calificado siempre como «el error judío».

Escribió san Ireneo, el más autorizado representante en la Antigüedad cristiana, de la doctrina de la consumación del Reino de Cristo en la tierra:

«No sería Jesús, el Cristo, aquel que tiene carne y sangre por la que nos redime, si no recapitulase en sí todo lo que Dios había creado en Adán. Vanos son los de Valentín que dogmatizan excluyendo la salvación de la carne y desprecian lo que Dios ha creado. Vanos son también los ebionitas, que no aceptan la unión de Dios con el hombre, sino que perseveran en la vieja levadura. Rechazan la mezcla del vino celeste y no quieren ser sino agua secular. No aceptan que Dios venga a unirse a ellos, y perseveran en el Adán que cayó y fue desterrado del Paraíso» (Adversus aereses, lib V, cap. 1, nums. 292-293).

Si reunimos los datos que nos aportan san Justino y san Ireneo nos encontramos con cuatro actitudes, dos de ellas entre los cristianos, y otras dos en radical enfrentamiento al Evangelio:

Primera: cristianos que profesan la esperanza en el futuro cumplimiento de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento; éstos aceptan como libro divinamente inspirado el Apocalipsis, que reconocen ser obra del apóstol y evangelista Juan.

Segunda: cristianos que no comparten aquellas esperanzas. Entre ellos se dio la negación de la apostolicidad del Apocalipsis, que algunos atribuyeron al hereje Cerinto, y también, a partir de Orígenes, su interpretación exclusivamente alegórica, excluyendo su significado literal.

En oposición radical al Evangelio, nos hallamos con las otras dos actitudes entre sí antitéticas:

Tercera: El error herético, las gnosis. Todo un conjunto de sistemas con el rasgo común de despreciar y maldecir lo creado y al Dios creador y legislador del Antiguo Testamento. Para ellos la redención es una «liberación» respecto de la naturaleza y de la Ley; entre estas sectas las hubo adoradoras de la serpiente del Paraíso, de Caín, de los sodomitas. De ellas surge el dualismo maniqueo y todos los futuros catharismos. Cátharos significa «puros».

Cuarta: El error judío, el ebionismo, que rechaza la unión de Dios con el hombre. De ellos dice San Agustín: «Los ebionitas dicen que Cristo es sólo hombre. Observan los mandatos carnales de la Ley, a saber, la circuncisión, y todas las demás cosas, de las que hemos sido librados por el Nuevo Testamento» (De haeresibus. Lib. unic, nº X).

Y santo Tomás de Aquino alude también a ellos:

«Hay que confesar que la Madre de Cristo concibió siendo Virgen. Lo contrario pertenece a la herejía de los ebionitas, que pensaban que Cristo era puro hombre y lo consideraban nacido de la unión de los sexos» (S. TH. IIIº, qu. 28, artº. l, 28 in c.).

A estos judaizantes alude San Jerónimo diciendo:

«Los judíos, y los herederos del error judaico, los ebionitas» (Sobre Isaías 66, 20).

«Los judíos y nuestros judaizantes, es más, no nuestros, porque judaizantes» (Sobre Zacarías 14, 18-19).

Probablemente, el término milenarista quería denunciar el horizonte exclusivamente temporal de su modo de entender el Reino. Contra autores como Marcelo de Ancyra y Fotino de Syrmyum se insertaron en los símbolos durante el siglo IV las palabras

«cuyo Reino no tendrá fin» (DS 41, 42, 44, 46 y 150).

Del milenarismo ebionita al progresismo anticristiano

A lo largo de la historia, la radical antítesis entre la idea chiliástica o milenarista de los ebionitas y los errores del dualismo gnóstico, ha sido superada, en confusión dialéctica, en las revoluciones religiosas y políticas que han desintegrado el mundo cristiano hasta nuestros días.

Hoy podemos entender el ebionismo y su esperanza de un mesianismo exclusivamente terreno -cerrado, como notaba san Ireneo, a la aceptación del vino celeste- como la «teología de la liberación» de Israel. Ebionim es un término bíblico que significa «los pobres».

La esperanza judaizante se dirigía a un reino mesiánico en el que Israel obtendría su venganza contra las «naciones», al modo como los imperios pseudo-teocráticos y terrenos de los califas del Islam.

En el mundo cristiano encontramos a los «santos» de Cromwell, que esperaban la caída de la Babilonia «papista» y la llegada del «Quinto Reino», degollando al Rey y aniquilando y oprimiendo a los «papistas» irlandeses. Los «peregrinos» emigrados afirman establecer en Nueva Inglaterra el Reino de Cristo.

La traducción filosófica y racionalista de tales esperanzas terrenas la podemos hallar expresada típicamente en la filosofía de la Historia de Kant, con el postulado según el cual «el género humano progresa constantemente hacia lo mejor», y que al título de su opúsculo La paz perpetua añadió: «El milenio en filosofía».

La mentalidad progresista, con instrumentos filosóficos del idealismo romántico, contaminó el sentimiento de amor a la patria de muchos pueblos cristianos, transformándolo en un nacionalismo que ha sido causa frecuente de reducción inmanentista de su propia tradición religiosa.

Este mismo proceso generó entre los judíos el «sionismo», esto es, el falso mesianismo en el que se suplanta la esperanza de la salvación que viene de Dios por la que proviene para toda la humanidad del dominio universal de Sión.

Parece como si los signos de los tiempos nos hiciesen entrever el cumplimiento del anuncio del Señor hablando a los judíos que le perseguían:

«Yo he venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre a él recibiréis» (Ioann. 5, 43).

Porque una tradición muy generalizada afirmaba que

«Jerusalén será la ciudad regia del Anticristo» (Cornelio a Lapide. Sobre el Apocalipsis, 20, 8).

Con instrumentos conceptuales del materialismo dialéctico, un mesianismo radicalmente secularizado e inmerso en la historia, se expresó en el marxismo, según advirtieron muchos sociólogos e historiadores.

Es para mí un homenaje al Padre Orlandis reconocer que con su magisterio me orientó hacia la afirmación de las ideas aquí expuestas sobre el milenarismo y sus transformaciones filosófico-políticas en un congreso de «La Ciudad Católica» celebrado en Barcelona en octubre de 1968 en los locales de la Balmesiana.

8. Es para mi un homenaje al Padre Orlandis reconocer que con su magisterio me orientó hacia la afinnación de las ideas aquí expuestas sobre el milenarismo y sus transfonnaciones filosóficopolíticas en un congreso de «La Ciudad Católica» celebrado en Barcelona en octubre de 1968 en los locales de la Balmesiana. Puede verse mi ponencia «El reino mesiánico». Cristiandad, nº 456, 1I-1969, pp. 67-71.

Se ha reavivado en mí el recuerdo profundamente agradecido de las enseñanzas del Padre Orlandis al leer en el nuevo Catecismo:

«Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Ioann. 19, 20) desvelará el «misterio de iniquidad»; bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres la solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad». «La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, en el cual el hombre se glorifica a sí mismo, en vez de glorificar a Dios y su Mesías venido en carne» (nº. 675).

9. El tema del «misterio de iniquidad» y del obstáculo que «lo detiene» (II Tessalonicenses, cap. 2,5)
lo trató el Padre Orlandis explícitamente en su artículo «
Advertencia previa». Cristiandad, num. 27, 1.05.1945, pp. 193-195.

«Incluso cuando presenta formas atenuadas, la Iglesia ha rehusado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo, sobre todo cuando presenta la forma política de un mesianismo secularizado intrínsecamente perverso» (nº. 676).

«El Reino no se realizará por un triunfo histórico de la Iglesia según un progreso ascendente, sino por una victoria de Dios sobre el desencadenamiento último del mal» (nº. 677).

En nuestro tiempo, con frecuencia quienes profesamos «con los Profetas y con el Apóstol» la esperanza en el designio divino de que «el Pueblo de Dios llegue a la plenitud de Cristo», y se realice lo expresado en la solemnidad de Cristo Rey y en la consagración universal al Corazón de Jesús, seguimos siendo calificados como continuadores del «milenarismo».

Pero hay que notar que tal denuncia se hace desde actitudes y posiciones ideológicas que son precisamente las expresiones contemporáneas de aquella corriente que, originada en la soberbia religiosa que desconoció la salvación por Cristo, ha ido formulando de diversas maneras la idea, por antonomasia «anticristiana», del progreso y de la salvación de la humanidad por sus propias fuerzas, y con ideales de horizonte exclusivamente terreno y mundano.

En esta situación son providencialmente esclarecedoras las enseñanzas del nuevo Catecismo, singularmente las contenidas en los números 675 a 677.

Para la superación de equívocos de lenguaje y de confusiones en la doctrina

San Agustín, que había profesado una doctrina de la consumación del Reino de Cristo semejante a la de san Justino y a la de san Ireneo, se refirió a ella como «de alguna manera tolerable», mientras censuró a los que atribuyen a los resucitados inmoderados banquetes en losque superarán a los incrédulos, y comenta sobre esto:

«Los que son espirituales dan a éstos el nombre de chiliastai, palabra griega que podemos traducir literalmente por "milenaristas"» (De civitate Dei, lib. XX, c. 7, 1).

Sobre estas palabras de san Agustín comentó Florentino Alcañiz, S.I.:

«el nombre de chiliastai o milenarios se daba entonces sólo a los que sostenían el milenarismo craso».

10. Florentino Alcañiz S. I., Ecclesia Patristica et millenarismus. Granada 1933, pág. 225.

Lo cual, por cierto, quitaría coherencia lógica a la división del milenarismo en espiritual y craso, pues si el término milenarismo se refiere a las esperanzas «carnales» de los ebionitas herederos del error judaico, no puede hablarse de «milenarismo espiritual», a no ser con un uso totalmente equívoco del término.

En cuanto a san Jerónimo, que con san Agustín se reconoce siempre como aquel cuya autoridad llevó al abandono del llamado milenarismo en Occidente, escribe insistentemente en contra del que considera como continuación y herencia del «error judío»:

«Luego no promete el Señor al alma lo que piensan los chiliastas: abundancia de riquezas, manjares delicados, la comodidad corpórea, la belleza de las mujeres, sino aquellas delicias a las que nos llama diciendo: deléitate en el Señor y te dará lo que le pide tu corazón» (Sobre Isaías, 55, 2-3).

Como se ve, el término chiliasta o «milenarista» es empleado en el mismo sentido en que lo utilizó San Agustín. Pero en varios pasajes atribuye confusamente esta mentalidad a auténticos cristianos, y por lo demás no se atreve a condenar aquel error.

Así, en su comentario sobre el libro del profeta Jeremías, última de sus obras que por su muerte dejó inconclusa, encontramos, sobre unas palabras del Profeta, que interpreta como anunciando la definitiva desaparición histórica de la ciudad de Jerusalén:

«Los judíos piensan que será restaurada Jerusalén de oro y piedras preciosas; y que de nuevo se ofrecerán en ella víctimas y sacrificios, y se darán matrimonios de los santos y el Reino en la tierra del Señor Salvador.
Todo lo cual, aunque no lo sigamos, no podemos sin embargo condenarlo, porque muchos varones eclesiásticos y mártires afirmaron estas cosas. Que cada uno abunde en su sentir y quede todo reservado al juicio de Señor» (San Jerónimo: Comentario sobre Jeremías, ML, 24, 801).

11. La autenticidad de la denuncia, en lo referente a los judaizantes ebionitas, se puede comprobar por lo que afirma san Agustín, de acuerdo con las narraciones evangélicas sobre el diálogo de Jesús con los saduceos, en su polémica con los fariseos que creían en la resurrección:
«los judíos... en la resurrección de los muertos esperaban cosas semejantes a las que aquí gozaban» (San Agustín: Enarrationes in salmo, 65).

La tensión polémica que sospechaba el «error judío» en toda lectura «literal» de los textos proféticos y del Apocalipsis, tendía a ver en un mismo plano el ebionismo y las doctrinas de san Justino, san Ireneo, y «muchos varones eclesiásticos y mártires». Contribuyó a esta confusión la excesiva influencia, por la autoridad de Orígenes, de exégesis alegóricas de aquellos textos, utilizadas para evitar la coincidencia de los cristianos con las esperanzas judías.

Si tenemos presente que en nombre de tales esperanzas la mayoría de los judíos habían rechazado la mesianidad de Jesús de Nazaret, y muchos de los que la aceptaron la habían deformado en el sistema no trinitario del ebionismo judaizante, resultan esclarecedoras las palabras que el gran comentarista Cornelio a Lapide escribió, siquiera fuese en actitud más de diálogo apologético que de tesis doctrinal:

«Se puede satisfacer a los argumentos de los judíos si decimos que las profecías y escrituras que prometen la restitución de Israel, la restauración de Jerusalén y la redención y salvación de los judíos, se cumplirán, tal como suenan, en el segundo advenimiento del Mesías, esto es, de Cristo, que los judíos piensan que será el primer advenimiento, por lo que niegan que Cristo haya venido.
Las Escrituras que hablan del segundo advenimiento las exponen acerca del primero, por lo que niegan el primer advenimiento y piensan que Cristo no ha venido a la tierra».
(Cornelio a Lapide: Sobre Jeremías, cap. 31, 34-40).

12. Lo que Camelio a Lapide proponía a modo de argumento apologético, pero sin afirmación de carácter doctrinal, es lo que enseña el nuevo Catecismo en sus números, ya citados, 671 y 674.

La confusión terminológica explica que, mientras autores como Ramón Orlandis Despuig, y Juan Rovira y Orlandis en el citado estudio, evitan el uso del término milenarismo, que durante siglos ha apuntado a caracterizar un falso mesianismo de horizonte terreno y humano, otros, atendiendo a que por él se significó también la teología de la consumación del Reino de Cristo en la tierra, lo utilizan aludiendo a doctrinas y autores plenamente ortodoxos.

13. Véase Francisco de Paula Solá S.I. «El Padre Ramón Orlandis Despuig» (1873-1958). Cristiandad, num. 708-709, IVVI 1990, pag. 5.

El Padre Rovira, después de analizar los equívocos de lenguaje y las confusiones doctrinales, que causaron la decadencia y disminución de la teología del Reino consumado, notó que esta doctrina no ha desaparecido nunca en la Iglesia:

«Ciertamente, en los últimos tiempos no faltaron grandes e insignes teólogos e intérpretes que, por lo menos en parte, admitieron esta doctrina del Reino consumado. De éstos fueron los principales: Enrique Ramière, los padres Palmieri y Casajoana y el ilustre intérprete del Apocalipsis Rafael Eyzaguirre».

14. Advierte el Padre Rovira que la «eximia obra» del sacerdote chileno Rafael Eyzaguirre Apocalypseos interpretatio litteralis obtuvo el nihil obstat en Roma, firmado por el Maestro del Sacro Palacio durante el pontificado de Pío X.

«A los que hay que añadir en España los nombres de Toribio Martín de Belaustegui y de Cristino Morrondo». También se refiere el Padre Rovira al claretiano José Ramos, que trató muchas veces la cuestión en la revista La ilustración del clero.

15. En nuestros días, pienso que el propio Padre Rovira incluiría en esta referencia los importantes estudios de B. Caviglia Campara y Antonio van Rixtel reunidos en el volumen «Tercer milenio. El misterio de la Apocalipsis» (Montevideo, Uruguay, 20 de diciembre 1995).

Al concluir la introducción a su estudio, después de reconocer que una doctrina predominante durante los cuatro primeros siglos de la Iglesia, y nunca unánimemente rechazada, parece que no puede no ser verdadera, mientras que por el hecho de haber sido dejada de lado y fortísimamente impugnada por grandes y sabios varones, también parece que no puede no ser falsa, el Padre Rovira expresa así la intención de su trabajo:

«Luego esta doctrina es verdadera, entremezclada con falsedades. Así pues, el trabajo es discernir lo verdadero de las cosas falsas; a saber, que alguien, sin ceder a ningún vano respeto humano ni preocupado por prejuicio alguno, únicamente llevado del deseo de investigar la verdad, seleccione consciente y cuidadosamente todas las cosas para retener todo lo que es verdadero, para confeccionar así un sistema escatológico que sea teológicamente y escriturísticamente coherente.
Este trabajo, que asumo imprudentemente sin duda, porque es quizá superior a mis fuerzas, es el que me he atrevido a emprender, y es el que propongo que realicen los que me lean y sientan afán de investigar la verdad».

Quiero terminar estas notas, homenaje al Padre Orlandis, que me aconsejó el estudio del tratado De consummatione Regni messianici in Terris, seu de Regno Christi in Terris consummato, y también al Padre Francisco de Paula Solá, que me exhortó a perseverar en la fidelidad a la teología de la historia que había recibido en Schola Cordis Iesu, con la plegaria con que concluyó el Padre Rovira su admirable estudio:

«¡Oh, te ruego que vengas, Cristo Jesús, Rey del Cielo y de la Tierra; ven Señor, Alfa y Omega, Principio y Fin, raíz y linaje de David, estrella espléndida y matutina; el que eras, el que eres, el que ha de venir, ven a libramos, ven a visitar tu viña, a custodiar y defender tu Iglesia, ven a regir el orbe de la Tierra en justicia: Vara de equidad es la vara de tu Reino. Adveniat regnum tuum. Veni Domine lesu!».

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