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Crónica del siglo XXI
El Padre Olallo beatificado
Castro II presencia la
beatificación de José Olallo
Olallo es el segundo beato cubano, después de José López
Piteira
(Iblnews/ReL) Publicado el 30 Noviembre 2008
Con cánticos religiosos y gorras para
protegerse del inclemente sol, miles de cubanos, entre ellos el
presidente Raúl Castro, se dieron cita el sábado, 29.11.2008,
para la beatificación del Padre José Olallo Valdés. La Plaza
de la Caridad de esta ciudad de Camagüey se convirtió en una
catedral a cielo abierto donde se realizó la misa con la cual Olallo subió a los
altares para ser desde ahora oficialmente venerado. El presidente
Castro, vestido de traje gris, entró por un costado del
improvisado altar para ponerse en primera fila, una
participación que fue aplaudida por los creyentes. Uno de los
sacerdotes oficiantes agradeció su presencia y aprovechó la
oportunidad para pedir "gestos hacia los presos".
A su lado se instaló el historiador de la ciudad de La Habana, Eusebio Leal, un intelectual comunista que durante su infancia, al igual que el dictador comunista, recibió educación católica.
Un oficiante agradeció la presencia del gobernante y aprovechó la ocasión para reiterar algunas de las históricas demandas católicas como "gestos hacia los presos" o sentar su desacuerdo con el aborto, alegando su interés por "defender la vida".
"Frente a una cultura materialista que se va imponiendo y que deja de lado a los débiles y desamparados, aprendamos del Beato Olallo la virtud de saber confiar en Dios, de saber amar al prójimo de forma universal", dijo durante la homilía el cardenal José Saraiva, Prefecto emérito de la Congregación para la Causa de los Santos y enviado del papa Benedicto XVI.
La larga ceremonia de beatificación contempló también una suelta de palomas, campanas que tocaron a arrebato, la develación de una imagen del religioso cuyos votos lo convirtieron en hermano de la Orden de San Juan de Dios, pero que se negó a profesar como sacerdote para continuar su tarea entre los pobres y los enfermos de esta ciudad, unos 600 kilómetros al este de la capital.
Queremos "dar gracias al Papa, que allá en Roma nos mira desde la ventana de su corazón", manifestó Juan García, Arzobispo de Camagüey. Además de todos los obispos cubanos, estuvo el único cardenal isleño, Jaime Ortega y el nuncio Apostólico Luigi Bonazzi.
"Esta ceremonia supone el reconocimiento de la obra y la vida de un hombre que se dedicó a los humildes. Cuba ha sido bendecida con el Padre Olallo", dijo a la AP, Mylen Rodríguez, una ingeniera industrial de 42 años que viajó desde la vecina provincia de Ciego de Avila para participar de la misa.
El ama de casa, María Victoria Moreno, del poblado de Céspedes también se mostró emocionada. "Hay una devoción real por el padre. Cuba y el mundo necesitan de su ejemplo: dar es mejor que recibir, ese es su mensaje", comentó la mujer en relación a la historia de niño abandonado que luego se convirtió en el padre Olallo.
Nacido en 1820 en La Habana, de padres desconocido --su madre lo entregó a una casa cuna--Olallo profesó a la edad de 15 años y fue enviado a cumplir sus votos a Camagüey. Durante décadas se desempeñó enfermero, farmacéutico y despensero de un hospital en el cual vivió humildemente. Falleció en Camagüey en marzo de 1889.
La devoción popular al religioso siempre fue muy importante, especialmente en esta ciudad de Camagüey.
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Sanada de un linfoma incurable
ABC EFE | CAMAGÜEY (CUBA). Sábado, 29-11-2008
La niña Daniela Cabrera, sanada de un linfoma incurable por sus oraciones al fraile católico cubano José Olallo Valdés (1820-1889), se declaró "feliz y contenta" de asistir hoy a la beatificación del religioso, la primera que se celebra en la isla. "Me siento feliz y contenta porque el padre Olallo me escogió a mí para hacer el milagro y por que él sea beatificado", dijo Daniela, de 12 años, antes de asistir a la ceremonia con sus padres, Rafael Cabrera y Yamila Ramos, y otros familiares. La beatificación se celebró en la Plaza de la Caridad de la ciudad de Camaguey, a unos 530 kilómetros al sureste de La Habana, en presencia del presidente cubano, general Raúl Castro, y prelados, religiosos y laicos de la iglesia católica. "Lo que me ha ocurrido ha sido lo más bonito para mí y mi familia. Los médicos decían a mi mamá que no iba a sobrevivir, porque padecía de un cáncer muy agresivo", declaró Daniela. La madre relató que hace casi diez años la niña, a la que los médicos habían diagnosticado un linfoma incurable, según la familia, "estuvo cinco días en paro renal", pero que luego le practicaron otras pruebas y ya no tenía nada. "Fue tanta la alegría que gritaba y no sabía qué hacer. Esto para mí fue una prueba muy grande, porque me ha tocado la fibra más sensible y le doy gracias a Dios y a Olallo por interceder y hoy tener a mi niña sana", agregó Yamila Ramos. La madre añadió que los médicos examinan a Daniela dos veces al año y "dicen que está bien, que no está enferma". "Sé que estoy curada y no tengo nada, porque hago mi vida normal", dice la menor. Daniela cursa séptimo grado en una escuela de Camagüey y dice que tiene buenas notas, que le gustaría estudiar informática y que va a misa todos los domingos "sin falta". No olvida a los niños enfermos de la sala de oncología del hospital donde ella estuvo internada cuando sólo tenía tres años de edad y reza para que sanen. Agregó que está haciendo su propia petición a Olallo y espera de él otro "milagro", esta vez para su padre, "para que le llegue un riñón, porque necesita un trasplante".
El postulador de la beatificación de Olallo, el sacerdote español Félix Lizaso, de la misma orden de San Juan de Dios, declaró a Efe que la devoción y veneración al ahora beato "van a crecer mucho más" en Cuba a partir de este momento. Aseguró que durante el proceso de postulación se escogió el caso de Daniela porque su curación "fue inmediata y perfecta" y fruto de la "fe y la confianza". En su opinión, beatificar a Olallo es "un reconocimiento completo por parte de la Iglesia y de la sociedad cubana", y recordó que el religioso ha sido llamado "héroe de la caridad" y "padre de los pobres" por su vida "ejemplar y de entrega total". Olallo es el segundo beato cubano, después de José López Piteira, pero este no fue proclamado como tal en la isla sino en el Vaticano, en 2007, junto con 497 religiosos españoles asesinados durante la Guerra Civil y en años precedentes, entre 1934 y 193, mártires de la Iglesia Católica.
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P. Tato Karel. FRAY JOSE OLALLO VALDES, Un cubano al servicio de los enfermos y de los pobres, ver en:
http://www.iglesiacubana.org/contens/hoy/p_olallo/fray_Jose_Olallo_Valdez.pdf
Hechos relevantes de la biografía de fray José Olallo Valdés, ver en:
http://www.iglesiacubana.org/contens/hoy/p_olallo/hechos_relevantes.pdf
Promulgación del Decreto para la Beatificación, ver en:
http://www.iglesiacubana.org/contens/hoy/cmg/cmg_0808.pdf
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José Olallo Valdés (1820-1889)
http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/2008/ns_lit_doc_20081129_olallo_sp.html
El Beato José Olallo Valdés nació en La Habana, Isla de Cuba, el 12 de febrero de 1820. Hijo de padres desconocidos, fue confiado a la Casa Cuna San José de La Habana, donde el mismo día 15 de marzo de 1820 recibió el bautismo. Vivió y fue educado en la misma Casa Cuna hasta los 7 años, y después en la de Beneficencia, manifestándose un muchacho serio y responsable; a la edad de 13-14 años ingresó en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, en la comunidad del hospital de los santos Felipe y Santiago, de la Habana.
Superando los obstáculos que parecían interponerse a su vocación, se mantiene constante en su decisión, emitiendo la profesión como religioso hospitalario. En el mes de abril del año 1835 fue destinado a la ciudad de Puerto Príncipe (hoy Camagüey), incorporándose a la comunidad del Hospital de San Juan de Dios, donde se dedicó por el resto de su vida al servicio de los enfermos, según el estilo de San Juan de Dios; en 54 años solamente una noche se ausentó del hospital, y por causas ajenas a su voluntad. De enfermero ayudante, a los 25 años pasa a ser el Enfermero Mayor del hospital, y después, en 1856, Superior de la Comunidad.
Vivió afrontando grandes sacrificios y dificultades, pero siempre con rectitud y fuerza de ánimo: su vida consagrada a la hospitalidad no se sintió afectada durante el periodo de la supresión de las Ordenes Religiosas por parte de los gobiernos liberales españoles, aunque comportó también la confiscación de los bienes eclesiásticos. Del 1876, en que murió su ultimo hermano de Comunidad, hasta la fecha de su muerte, en 1889, se quedó solo, pero siguió con la misma magnificencia ocupándose de la asistencia de los enfermos, siempre fiel a Dios, a su conciencia, a su vocación y al carisma, humilde y obediente, con nobleza de corazón, respetando, sirviendo y amando también a los ingratos, a los enemigos y a los envidiosos, sin nunca abandonar sus votos religiosos.
En el periodo de la guerra de los 10 años (1868-1878) se mostró lleno de coraje, en la custodia de los que tenía a su cuidado, siempre prudente y sin rencor, trabajando en favor de todos, pero con preferencia por los más débiles y pobres, por los ancianos, huérfanos y esclavos. Cedió ante las exigencias de las autoridades militares de convertir el centro en hospital de sangre para sus soldados, pero sin dejar de seguir acogiendo a los más necesitados de los civiles, sin hacer distinciones de ideología, raza ni religión. Durante los momentos y situaciones más difíciles de los conflictos bélicos, aún poniendo en peligro su propia existencia, con dulce firmeza, socorría asistiendo a los prisioneros y heridos de la guerra, sin tener en cuenta su proveniencia social o política, defendiendo incluso a los que no tenían permiso del gobierno para que se les curara, no dejándose intimidar de amenazas, ni de prohibiciones, y obteniendo por todo ello el respeto y la consideración de las mismas autoridades militares. Ante dichas autoridades también fue capaz de interceder en favor de la población de Camagüey en un momento de especial tensión y peligro, evitando una masacre civil.
Perseverante en la vocación, a través de su bondad dulce y serena hizo del cuarto voto de Hospitalidad, propio de los religiosos de San Juan de Dios, no solo un ministerio de amor y servicio hacia los enfermos, sino un modo de ardiente apostolado, destacándose en la asistencia a los moribundos y agonizantes, a los cuales acompañaba en las últimas horas de su existencia, en el paso hacia una vida mejor. Se distinguió, pues, siempre por su infinita bondad, siendo llamado con los apelativos de apóstol de la caridad y padre de los pobres, que sintetizan perfectamente el heroico testimonio del Beato Olallo.
Modesto, sobrio, sin aspiraciones de ningún género sino la de estar consagrado únicamente a su ministerio misericordioso, renunció al sacerdocio y se caracterizó por su espíritu humanitario y competencia sanitaria, incluso como médico-cirujano, aun siendo autodidacta. Vivió lejos de las aclamaciones, rehuyendo los honores para poder fijar su mirada solamente sobre Jesucristo, que encontraba en el rostro de los que sufrían. Su humildad, en fidelidad a su carisma, se manifestó en la renuncia al sacerdocio, cuando fue invitado por su Arzobispo, porque su vocación era el servicio de los enfermos y pobres; los testimonios, finalmente, nos hablan de fidelidad total a su consagración como religioso en la práctica de los votos de obediencia, castidad, pobreza y hospitalidad.
Su muerte, ocurrida el 7 de marzo de 1889, fue tenida como la muerte de un justo: fallecimiento, velatorio, funerales y sepultura, con el monumento-mausoleo, levantado después por suscripción popular, expresaban reverencia y veneración hacia quien fue su admirado protector. Desde entonces su tumba será visitada continuamente. Había muerto pero permanecerá vivo en el corazón del pueblo, que le seguirá llamando Padre Olallo.
La popular fama de santidad que le rodeaba nacía de su vida de hombre modesto, justo y de ánimo generoso, en cuanto modelo de virtudes con un corazón ardiente de amor por mis hermanos predilectos: sobrio, gozoso, afable, pero sobretodo excelso servidor da la caridad. El Beato Olallo supo ser un fiel imitador de su Fundador. Dios fue su vida y, en consecuencia, iluminado por el amor de Dios, devolvió de la misma manera tanto amor. Dios ocupó el primer puesto en sus intenciones y en sus obras: fijos sus ojos en el bien llevaba a Jesús constantemente en el alma. Esta heroica caridad tenía su base en una fe que reconocía en Dios a su propio padre, y en Jesús el centro de su vida, el fundamento de su servicio de amor y de su misericordia; Jesús crucificado fue el secreto de su fidelidad al amor de Dios que motivaba cada una de sus obras.
Aún siendo de espíritu tenaz, fue siempre dócil a los designios de Dios para afrontar y sostener mejor las duras y cotidianas tareas impuestas por el trabajo hospitalario y las situaciones difíciles y delicadas que comportaban riesgos para su propia vida, siempre tratando de obtener el bien de sus enfermos.
Con la muerte del Padre Olallo y de inmediato, su fama de santidad fue aumentando cada día más, principalmente entre el pueblo de Camagüey, que atribuía a su intercesión gracias y ayuda continuas. Abierto el año 1990, en correspondencia con el centenario de su muerte, el Proceso de estudio de la Causa de su santidad en la diócesis de Camagüey, Cuba, fue reconocida la heroicidad de sus virtudes el 16 de diciembre de 2006.
Igualmente, después de la celebración del Proceso diocesano sobre un presunto milagro, ocurrido en favor de la curación de la niña, Daniela Cabrera Ramos, de 3 años, en la misma diócesis de Camagüey, su curación fue reconocida como verdadero milagro por su Santidad Benedicto XVI con Decreto del 15 de marzo de 2008.
La ceremonia de Beatificación del Padre Olallo Valdés tuvo lugar en la ciudad de Camagüey, Cuba, el 29 de noviembre 2008, presidida por Su Eminencia el Cardenal José Saraiva Martins.
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HOMILÍA DEL CARDENAL JOSÉ SARAIVA MARTINS EN LA MISA DE BEATIFICACIÓN DEL PADRE JOSÉ OLALLO VALDÉS
Plaza de la Caridad, Camagüey (Cuba). Sábado, 29 de noviembre de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
1.Nos encontramos reunidos en Camagüey celebrando esta eucaristía en la que hemos beatificado al ciudadano cubano José Olallo Valdés, religioso hospitalario de la Orden de San Juan de Dios, nacido en La Habana y que vivió prácticamente su vida entera en Camagüey, donde falleció en el año 1889.
He venido con mucha satisfacción para presidir esta celebración, como delegado del Santo Padre, y traigo para todos los participantes y para todo el pueblo cubano, su saludo y bendición.
Me alegra mucho encontrarme en Cuba, en esta tierra estupenda, de la que Juan Pablo II recordó que fue definida por Cristóbal Colón como "la más hermosa que ojos humanos hayan nunca visto" (cf. Discurso en el aeropuerto de La Habana, 21 de enero de 1998). Es un gozo grande estar en esta isla, donde se implantó la cruz del Redentor hace más de quinientos años, cruz que hoy se conserva celosamente como tesoro precioso en la iglesia parroquial de Baracoa: saludo a todos ustedes con emoción y con profundo afecto.
Saludo en concreto a todos los que han llegado desde diversas partes del mundo, a todos los cubanos presentes y ausentes, a todo el pueblo camagüeyano convocado aquí en este momento. Saludo a los hermanos y colaboradores de la Orden Hospitalaria que han venido a participar de esta celebración, presididos por el superior general fray Donatus Forkan. Saludo a las autoridades públicas y civiles de este hermoso país de Cuba, así como a las de la ciudad que están con nosotros y participan en esta celebración.
Un saludo afectuoso y cordial a su eminencia el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, a su excelencia don Luigi Bonazzi, nuncio apostólico en Cuba, a su excelencia don Juan García, arzobispo de Camagüey y presidente de la Conferencia episcopal cubana, a todos los hermanos en el episcopado (de Cuba) aquí presentes, a los sacerdotes, diáconos, religiosos y a todo el pueblo de Dios.
2.Han transcurrido diez años desde la histórica visita de Juan Pablo II, y la diócesis de Camagüey y toda la Iglesia en Cuba viven hoy una etapa memorable de su peregrinación. Empleando una imagen, se podría decir que la Iglesia que le ha engendrado en su seno materno, con la semilla de santidad que recibió en el bautismo, puede hoy contemplar una de sus flores más bellas. Sí, porque los santos y los beatos como ha recordado Benedicto XVI son como las flores y las plantas de un jardín maravilloso. Su conmemoración, como un perfume que embriaga, reaviva en nosotros, los cristianos, "la atracción hacia el cielo, que nos mueve a acelerar el paso de nuestro peregrinar en esta tierra" (cf. Ángelus del 1 de noviembre de 2008).
La imagen del jardín pone ante nuestros ojos una idea muy gráfica de lo que es la vocación humana. Efectivamente, de la misma manera que en un jardín cada flor es especial, así también en la sociedad cada persona posee una singularidad y una belleza irrepetibles. Todo ser humano es querido y amado por Dios: es esta la raíz más profunda de la vocación a la santidad de cada persona, y entender esta realidad tendrá como fruto una comprensión exacta de la naturaleza genuina de la sociedad humana y de la Iglesia.
La vida del padre Olallo, como vosotros le habéis llamado siempre, se enmarca cronológicamente a lo largo del siglo XIX pero sigue teniendo hoy una actualidad sorprendente, actualidad que proviene de la eterna juventud del amor cristiano, del que los beatos y los santos son los testigos más convincentes.
3.Mientras os hablo, tengo presentes las nobles aspiraciones humanitarias y los dones de lo alto que recibió y supo valorar y secundar el beato José. Basta recordar las circunstancias dramáticas por las que pasó, tanto en el hospital frente a los heridos y a los enfermos, como en la sociedad camagüeyana en el cuidado de los pobres, de los esclavos, de quienes era considerado padre y protector.
Quisiera mencionar también su intervención intrépida ante las autoridades militares, defendiendo la atención de los más débiles en el hospital y evitando en un momento dado que las campanas dieran la señal de ataque, como estaba decidido, salvando así a la población de una verdadera y propia carnicería. Fue, asimismo, impresionante su caridad asistencial a los enfermos de la cárcel antes, durante y después del conflicto bélico.
El padre Olallo se distingue, además, por su entusiasta fidelidad a la vocación hospitalaria como un enfermero diligente y esmerado, solícito y cercano para con todos, dedicado en particular a los marginados y a los más enfermos, para su curación física y social, psicológica y espiritual, en un momento histórico en que la sociedad camagüeyana sufría gran pobreza y miseria.
Fue él, por tanto, como justamente ha sido definido, "un campeón de la caridad cristiana", en solidaridad con quienes él llamaba "sus hermanos predilectos", con todo tipo de ayuda.
La segunda lectura, que acabamos de escuchar, tomada de la primera carta de san Pablo a los Corintios, ha hecho resonar en nuestros oídos el himno de la caridad. El beato Olallo ha sido un apóstol de la caridad, su vida ha estado llena de amor a Dios y al prójimo, buscando siempre el bien de cada persona, como nos recuerda san Pablo.
El evangelio, tomado del capítulo 25 de san Mateo, describe, en la parábola del juicio final, el encuentro de quien ha actuado con rectitud con el Hijo del hombre. Después de describir su vida, se escuchan estas palabras consoladoras: "Ven, bendito de mi Padre, recibe la herencia del reino preparado para ti desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era forastero y me acogiste, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me visitaste, en la cárcel y acudiste a mí". Se ve claro el sentir de nuestro Redentor, que se identifica con cada persona y recibe como hecho a él lo que hacemos a nuestro prójimo. Nos encontramos verdaderamente con el Señor cuando nos encontramos con el otro, y esto se hace más evidente en las situaciones de necesidad. Estas palabras han iluminado toda la vida del beato Olallo.
En su monumento funerario hay una frase que dice: "Padre Olallo, los pobres que han muerto consolados por ti te esperan, los que dejaste sin consuelo rezan por ti".
4.Su beatificación es un hito para la Iglesia en Cuba y para todo el pueblo cubano. Conocemos lo cerca que ha estado siempre el beato Olallo de Camagüey y de sus gentes, mientras vivió y después de su muerte. Siempre se ha tenido la convicción de su fama de santidad, y ha sido muy venerado.
Su mensaje para nosotros hoy, para la Iglesia, para el pueblo cubano, para la Orden Hospitalaria es diáfano:
Padre Ollallo es una persona que confió completamente en Dios, consciente de que la presencia del Señor en la historia quiere el bien de todas las personas. Así lo experimentó continuamente el beato Olallo. Aquí, en Camagüey, hace diez años, en su estupendo mensaje a los jóvenes, Juan Pablo II, dirigiéndose a los "hijos de la exuberante tierra caribeña, que se distinguen por su espíritu jovial y emprendedor, siempre dispuestos a embarcarse en proyectos grandes y nobles", les recordó que "sólo el amor de Dios en Cristo Jesús es capaz de reforzar la esperanza de los hombres en la búsqueda de la felicidad".
Destaca asimismo su universalidad para estar con todas las personas y atender a sus necesidades. Para eso, como nos dice el profeta Jeremías, que hemos escuchado en la primera lectura, fue concebido, creado por Dios. Esto hizo que a su entrada en el cielo oyera la voz del Hijo del hombre, como hemos leído en el evangelio de esta fiesta: "Ven, bendito de mi Padre".
Mis queridos hermanos, estoy contento de encontrarme hoy entre todos ustedes para celebrar la beatificación del padre Olallo, camagüeyano de adopción, que vivió identificado con el pueblo, al servicio del pueblo, con la esperanza puesta en Dios, con el gozo de haber coronado su santidad desde la caridad de Cristo, de sentirse querido por Dios, cuyo amor derrochaba y difundía a su alrededor en cada uno de sus actos.
Frente a una cultura materialista que se va imponiendo y que deja de lado a los débiles y desamparados, aprendamos del beato Olallo la virtud de saber confiar en Dios, de saber amar al prójimo de forma universal. Termino con las palabras que Juan Pablo II dirigió a los jóvenes aquí, en Camagüey, el 23 de enero de 1998: "A la luz de la vida de los santos y de los testigos del Evangelio (...), ayudaos unos a otros a reforzar vuestra fe y a ser los apóstoles de este tiempo presente, mostrando al mundo que Cristo nos invita a estar alegres y que la auténtica felicidad consiste en darse enteramente por amor a los hermanos". Es esto lo que hoy pedimos a Dios, confiando en la intercesión de la Virgen santísima y del beato padre Olallo, para que el Señor siga derramando el don de la paz y de la prosperidad a todos los hijos e hijas de la queridísima nación cubana.
Que así sea.