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No es lo mismo el nacionalismo que el amor a la patria

El nacionalismo surge de la doctrina del Pueblo Soberano en combinación con la de los hechos diferenciales. También se la denomina doctrina de la Soberanía Nacional. Según esa doctrina, todo pueblo o nación es proclamado Pueblo Soberano o Nación Soberana si se dice que tiene supuestos hechos diferenciales, y entonces se pone en marcha la ecuación del nacionalismo:

Pueblo = Nación = Estado = Soberanía absoluta= Imperio

El nacionalismo no se basa en el amor a la patria, sino en el rechazo a todas las demás, se basa en lo que diferencia, no en lo que une, y va, no a la convivencia, sino a la independencia y a la xenofobia. Y después a someter a los demás, porque proclamarse diferentes es considerarse superiores sin atreverse a decirlo. Pero el que dice que ama a su patria basándose en proclamar que es la mejor, está reconociendo sin darse cuenta que no la ama, porque si no fuera la mejor no la amaría. Como el que dice que ama a su madre porque es la más bella, y a su padre, por ser el más rico, están proclamando que no los amaría si el espejito le dijera que otra es más bella, que otro es más rico. Los nacionalistas no aman a su patria por ser la suya, no comprenden que los otros aman cada uno a la suya tanto o más, siendo otra.

Es la raza lo utilizado como principal hecho diferencial para autofundamentarse por todo nacionalismo, hasta que a mediados del XX en Occidente se procura omitir y disimular el racismo por el desprestigio al que le llevó la soah, el holocausto de seis millones de judíos por los nazis, como desembocadura que ahora les parece impresentable. En el Tercer Mundo aún se sigue utilizando explícitamente como base del nacionalismo en el XXI. Todo el que habla de hechos diferenciales es para pretender una superioridad. Nadie pretende ser partícipe de hechos diferenciales que le hagan inferior a lo que otros le consideren o le valoren.

El patriotismo tradicional es muy diferente del nacionalismo liberal y socialista. El patriotismo tradicional, no es una idolatría, o algo antinatural, sino que es algo enraizado en la moral natural, la cognoscible con la sola luz de la razón, que consiste en obrar conforme a la naturaleza, en conformidad a la ley natural impresa en la naturaleza, que no se la ha dado el hombre a sí mismo, sino el autor de la naturaleza, cuya existencia también es cognoscible por la luz natural de la razón.

El patriotismo tradicional, no sólo es lícito, a diferencia del nacionalismo liberal y socialista, sino que es uno de los deberes incluidos en el cuarto de los preceptos del decálogo, de los diez mandamientos, que son el núcleo de esa ley natural, de esa moral natural cognoscible por la luz natural de la razón. El mandamiento de honrar al padre y a la madre, incluye el amor a la patria, palabra que significa literalmente la tierra de los padres. Y no es que la diferencia sea de palabras, porque nación, que significa literalmente la tierra en la que se nace, es lo mismo que la patria natal. Patria y nación son palabras que vienen del latín, que ya eran usadas en la antigüedad y que tienen un significado tradicional muy diferente del que les da el liberalismo.

El problema está en que los nacionalistas parten de la base de la democracia liberal, que es la doctrina del Pueblo Soberano o de la Soberanía Nacional. El problema está en lo de soberano, no en lo de pueblo o nación, si no se los proclama con esa soberanía que el liberalismo, al eliminar a Dios de la vida pública, pretende que es soberanía absoluta del Pueblo o Nación así idolatrados. Es el mismo problema proclamar Nación a España, partiendo de la democracia liberal, la democracia absoluta, que proclamar Nación a una u otra de sus tierras, partiendo de la misma falsa base; en este caso el problema es el mismo, corregido y aumentado.
El problema de los nacionalistas es que perjudican a su nación como el cáncer.

No se pueden basar las autonomías en la doctrina del Pueblo Soberano. No puede haber varios Pueblos Soberanos. Pero desde que se proclama un pueblo como Pueblo Soberano nada puede impedir que se proclamen otros pueblos como soberanos tras autodefinirse como pueblos distintos en nombre de la doctrina de los hechos diferenciales. Desde que se proclama la doctrina del Pueblo Soberano o de la Soberanía Nacional, que entiende la soberanía del Estado como absoluta por actuar en nombre del Pueblo, sólo hay o sometimiento de pueblos o independentismo, y encima enfrentamientos y rivalidades por basarse en lo que diferencia y no en lo que une. No hay ya convivencia y solidaridad de pueblos autónomos.

Aunque Marx repudiaba el nacionalismo, el marxismo posterior lo ha utilizado, porque el nacionalismo es intrínsecamente dialéctico.

El patriotismo tradicional no se basa en la doctrina de los hechos diferenciales, porque es absurda y tóxica; es un disparate criminal. El patriotismo tradicional se basa en el amor al prójimo. Se debe amar a la patria no por pretender que es la mejor, sino porque es la propia. Como se ama a la madre no por ser la más bella, sino porque es la propia, sea o no la más bella o deje de serlo con la edad. El que ama a su patria o nación con un patriotismo tradicional, sin nacionalismo, comprende perfectamente que los demás amen a la suya de la misma manera y puede convivir con ellos. El patriotismo tradicional a diferencia del nacionalismo liberal o socialista hace perfectamente compatible el amor a la patria y su autonomía con la convivencia y la unidad de varias o de todas en un Estado sin problema de separatismo, por más competencias autonómicas que haya.

[Alguno se ha alborotado al ver que hay que amar a la propia tierra por ser la propia. Y se ha creído que no se tenía que rasgar las vestiduras ante "lo nuestro, lo nuestro...". No se ha percatado que esto es lo contrario del supremacismo. Que el problema no es amar a lo "nuestro", sino pretender que "lo nuestro es lo supremo"].

El amor a la patria tradicional es analógico. Se basa en la analogía frente a la dialéctica. Mientras que hay que reiterar que el nacionalismo es intrínsecamente dialéctico.

Sólo puede haber pluralidad, coexistencia y convivencia de pueblos, o naciones, así con minúscula, si no se pretende atribuirles la Soberanía, y ponerlos con mayúscula como Dios. La experiencia popular expresaba la autonomía compatible con la convivencia en la fórmula:

"Cada uno en su casa y Dios en la de todos".

Y todavía el nacionalismo y el cesarismo tienen como ídolos a la Nación y al César, pero el cosmopolitismo (hoy llamado alianza de las civilizaciones) es más absoluto todavía, porque el nacionalismo conserva algunos elementos naturales de la nación a los que debe atenerse, aunque los haya distorsionado y desnaturalizado al convertir a la patria o nación con minúscula en un monstruo, por idolatrarla como la Nación con mayúscula por haber dejado de acatar a Dios por encima, como fuente de todo poder, pese a que la existencia de Dios es cognoscible y demostrable por la razón natural; es un tema de filosofía.

Es más absoluto el poder ejercido en nombre de la Voluntad General del Pueblo, que elimina no sólo a Dios, sino la idea misma de Dios referida a un ídolo. El que discrepa de la Voluntad General, es que rompe el consenso y no forma parte del Pueblo, sino que es un enemigo del Pueblo al que se le puede y debe eliminar. Previamente se le aniquila moralmente llamándole fascista, como durante el Terror de la Revolución Francesa se le llamaba aristócrata, y así ya no se le considera persona y se le puede matar, como los nazis a los judíos, que antes de exterminarlos físicamente ya los habían dejado de considerar hombres, o los que matan niños en el vientre de su madre, no les llaman niños, sino embarazos no deseados para poderlos eliminar.
Es nuestra actual transición hacia la democracia absoluta, en la que el terror impuesto desde fuera ya sólo es complementario de la interiorización de la Voluntad General del Pueblo en la que los que mandan basan su poder absoluto, que para ser del todo absoluto debe descartar a Dios y cualquier vestigio de la ley natural cognoscible por la razón, porque la ley natural es la norma de comportamiento conforme a la naturaleza que cada ser tiene, que en el caso del hombre es comportarse como racional, como persona, según su naturaleza. Sólo que su naturaleza no se la ha dado a sí mismo, y por consiguiente ha recibido esa normativa de comportamiento racional al recibir esa naturaleza racional que no se la ha dado a sí mismo, por eso la ley natural es ley, es una normativa del que puede establecerla, que no son ellos, como se deduce racionalmente. Por eso ellos eliminan absolutamente a Dios para absolutizar su poder en la democracia absoluta.

El problema de la democracia liberal es que no es democracia; y la versión socialista de la democracia liberal, menos todavía.

Es maniqueísmo, gnosticismo, decir que la autoridad es mala. Ahí está la raíz del rechazo del principio de autoridad por los sistemas surgidos de las revoluciones de la Edad Contemporánea. Es maniqueísmo, es gnosticismo lo que hay en el liberalismo y en lo que ha venido después. Esa actitud tan simpática de condenar las normas, las leyes, las obligatoriedades, los castigos, es maniqueísmo.

Es el liberalismo, el gnosticismo, el que al condenar la autoridad la equipara a la subyugación, al sometimiento, a la explotación. Es mucho más absolutista el estado liberal basado en la Soberanía Nacional, en la doctrina del Pueblo Soberano.
Es la democracia liberal la que cumple la afirmación de Spinoza de que la democracia es el más absoluto de los sistemas. Y aún más absoluta es la versión socialista de la democracia liberal. Ellos son spinozianos.

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La teoría de los hechos diferenciales ha producido en el ámbito de dominio catalanista un complejo de superioridad generalizado, por ser contagioso; y, por ser un complejo, compatible con la veneración reverente y sumisa de lo europeo europeísta, que delata el complejo de inferioridad, tan común en toda España, que es typical spanish.

El contagio de este complejo de superioridad a personas que no son nacionalistas catalanistas lo podemos evidenciar en las continuas proclamaciones de que en Cataluña se da "lo más" de cualquier cosa que se hable.

El 25.03.2012 en la TV Intereconomía se pudo ver y oír al señor Fuster proclamando insistentemente que Cataluña era la que había creado y configurado la tauromaquia de la Edad Contemporánea; dijo:

"Lo más importante que ha tenido España para los toros es Cataluña"
(José Antonio Fuster el 25 de marzo de 2012 a las 14:36 en Intereconomía TV).

[Se reitera que el problema no es amar a lo "nuestro", sino pretender que "lo nuestro es lo supremo" y que por eso hay que amarlo y hacerlo amar: por ser lo supremo. Los catalanistas charnegos se lo han creído, los pobres].

El inicio en España de los nacionalismos antiespañoles

El nacionalismo catalanista contra el seny

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En noviembre de 2002, la Conferencia Episcopal Española impugna el nacionalismo independentista injusto en la Instrucción pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias (XI-2002); nº 33. En este documento la CEE no condena solamente el terrorismo, sino también el nacionalismo independentista

33. «La pretensión de que a toda nación, por el hecho de serlo, le corresponda el derecho de constituirse en Estado, ignorando las múltiples relaciones históricamente establecidas entre los pueblos y sometiendo los derechos de las personas a proyectos nacionales o estatales impuestos de una u otra manera por la fuerza, dan lugar a un nacionalismo totalitario, que es incompatible con la doctrina católica.
(
Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias (noviembre de 2002); nº 33).

34. Por ser la nación un hecho, en primer lugar, cultural, el Magisterio de la Iglesia lo ha distinguido cuidadosamente del Estado (Pío XII, Radiomensaje 21-IX-1949; Juan Pablo II, en la UNESCO, 2-VI-1980; en la ONU, 5-X-1995). A diferencia de la nación, el Estado es una realidad primariamente política; pero puede coincidir con una sola nación o bien albergar en su seno varias naciones o entidades nacionales. La configuración propia de cada Estado es normalmente fruto de largos y complejos procesos históricos. Estos procesos no pueden ser ignorados ni, menos aún, distorsionados o falsificados al servicio de intereses particulares.

35. España es fruto de uno de estos complejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable.

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Juan Sebastián Elcano (Guetaria 1476-cerca de las islas Molucas 1526) firmaba: “Un castellano de Guipúzcoa”; ésa es la firma de Elcano en todos los documentos.

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José A. Sentís, periodista y profesor en la Universidad Complutense, hace notar en referencia al caso vasco: …«en lugar de reivindicar su paternidad compartida en la fundación de España, que objetivamente les pertenece, los nacionalistas crean un imaginario de sumisión y dominación, como si les avergonzara su pasado glorioso y se enorgullecieran de sus fracasos inexistentes. Digan lo que digan estos intérpretes victimistas de la Historia, ellos no son España porque España les hubiera colonizado o doblegado por las armas, sino porque la compusieron desde el principio. Son más España que otros antiguos reinos de esta península» [e islas adyacentes].

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Luis Suárez, en su artículo La nación española (La Gaceta fin de semana, 10/11-I-2004):

«En su origen el término nación carece de las connotaciones políticas que en el siglo XIX se le asignaron. Significa únicamente naturaleza o nacimiento. En los Estudios Generales, origen de nuestras Universidades, se empleó para agrupar a profesores y alumnos de acuerdo con el lugar de procedencia (…) Es preciso llegar al Concilio de Constanza (1412-1414) para que se obtenga una definición más concreta. Se dijo entonces que la Cristiandad, es decir, Europa, estaba ordenada en cinco naciones: Italia, Alemania, Francia, España e Inglaterra. Cada una de ellas contaba con una pluralidad en las estructuras políticas y administrativas, si bien se reconocía que poseían vínculos de unidad (…) Pedro IV el Ceremonioso [Balaguer 1319-Barcelona 1387, Rey de Aragón, decía] desde Barcelona que “Cataluña es la mejor tierra de España. Y los arzobispos de Braga, Toledo y Tarragona reclamarían para sí el título de primado de España (…)

La Generalidad de Cataluña cuando, en 1463, al rechazar a su monarca, el rey de Aragón, Juan II, al que culpa de quebrantar la legitimidad de ejercicio, se dirige a Enrique IV de Castilla, le pide que ciña la corona porque él significa la legitimidad de España entera.

Pedro IV pidió a su yerno, Juan I de Castilla, que admitiese a catalanes y valencianos en los privilegios de Brujas, porque españoles somos todos.

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Ángel María Iraburu (La Razón 24-V-2002):

«Jon Juaristi, ex etarra, euskaldún, catedrático: “Hay que hacer saber a los engañados vascos que jamás hubo una patria vasca ocupada y destruida por España”. El nacionalismo vasco “reclama la reparación de unas ofensas que no existen en nombre de una patria vasca que no existió nunca”.
José Andrés-Gallego, catedrático de Historia: “Llevamos los vascos en España entre mil y quinientos años de historia común y pacífica”.
Juan Pablo Fusi, donostiarra, catedrático de Historia: “Las ficciones nacionales alumbradas por los nacionalismos del XIX no resisten el examen de la Historia”.
Fernando G. de Cortázar, jesuita, catedrático de Historia: “La región en que se manipula la Historia de una manera más escandalosa es el País Vasco”.
Gabriel Jackson
, historiador e hispanista norteamericano: “No sé de ningún otro caso en que unas falsedades, sinceramente creídas, hayan llevado a cientos de seres humanos, por lo demás decentes, a creer que sirven a una buena causa asesinando a ochocientas personas en unas condiciones de libertad política y con un Gobierno representativo (…) Es sólo entendible desde una nefasta y parcial interpretación de la Historia”».

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Francisco Cambó (1876-1947), político catalán, en octubre de 1937 publicó en La Nación un artículo titulado La cruzada española, en el que decía: «No es hoy momento de discutir cómo se regirá la nueva España [cuando termine la guerra civil]. Pero una cosa podemos decir: España (…) fue un más grande valor universal en cuanto fue más española, más íntimamente unida a la solera medieval que la forjó preparando la gran obra de los Reyes Católicos y de los primeros Austrias, mientras que las etapas de su decadencia coinciden con las de su decoloración tradicional» (en R. de la Cierva, Misterios de la historia, Planeta 1990, 144).

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Lo que en la Edad Media era la pretensión del orgullo de algunos monarcas, pasó en la Edad Moderna a ser sostenido por algunos eclesiásticos, que obligados a la humildad personal, cedían al orgullo corporativo del esplendor de su sede y de ahí, y de otras cosas, se pasó al orgullo colectivo base del nacionalismo en la Edad Contemporánea.

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