...Reflexiones en la beatificación de Pablo VI.....El Papa Francisco y el beato Pablo VI y sus dos consejeros....CRISTIANDAD FUTURA..........INDEX

Lo de las monjas del Congo y Pablo VI es una leyenda urbana
La autorización de Pablo VI a las monjas del Congo para recurrir a contraceptivos ante el riesgo de ser violadas nunca sucedió

Jorge Soley, InfoCatólica 23.02.16 a las 12:28 PM http://infocatolica.com/blog/archipielago.php/1602231228-lo-de-las-monjas-del-congo-de

De entre las declaraciones del Papa en el avión de regreso de su viaje a México han llamado especialmente la atención las relacionadas al modo de enfrentarse al Zika y su referencia a Pablo VI y el permiso que habría dado a las monjas del Congo para recurrir a contraceptivos ante el riesgo de ser violadas. Para no hablar de oídas, es recomendable leer las palabras exactas del Papa, que reproduzco al final de este post[1].

Sobre las implicaciones morales del asunto, recomiendo la clarificadora entrada de Bruno. Pero había algo en este asunto que me intrigaba: la verdad es que había oído alguna referencia al asunto del Congo y me puse a investigar para saber exactamente qué había ocurrido, si como decía el Papa Francisco, “Pablo VI, el grande, en una situación difícil en África permitió a las monjas usar anticonceptivos para casos en los que fueron violentadas”. ¿Y qué he encontrado? Pues para decirlo rápido: Pablo VI nunca autorizó a las monjas el uso de anticonceptivos. Es una leyenda urbana que parece que también se la han colado al Papa Francisco.

¿Qué ocurrió realmente? Estamos hablando de la guerra en el Congo a principios de los años 60, una situación en la que las monjas se enfrentaban a la amenaza real de violación por parte de guerrilleros. En ese contexto, se suscitó el debate sobre si sería lícito autorizarlas a tomar contraceptivos preventivamente para evitar un embarazo en caso de violación. En diciembre de 1961 la revista Studi Cattolici publicó un artículo en el que tres teólogos argumentaban a favor. En aquel entonces el futuro Pablo VI aún no era Papa, sino arzobispo de Milán, y conocía a los tres teólogos. De hecho, unos años más tarde, el propio Pablo VI nombraría cardenal a uno de ellos, Pietro Palazzini.

¿Habló el Papa entonces, no Pablo VI, sino Juan XXIII, confirmando la tesis de los tres teólogos? La respuesta es clara: no. ¿Se manifestó el arzobispo Montini a favor de la tesis de los tres teólogos? Tampoco, ni siquiera en la ocasión perfecta para hacerlo, cuando, en 1962, visitó África. ¿Cuándo en 1963 Montini fue elegido Papa, dijo, escribió, hizo escribir Pablo VI algo a favor de la tesis de los tres teólogos? Pues no, rotundamente no.

En definitiva, la frase del Papa Francisco no se ajusta a la realidad de lo que ocurrió: Pablo VI no autorizó a las monjas del Congo el uso de anticonceptivos. De hecho, tampoco lo hizo el Papa de entonces, que no era Pablo VI, sino Juan XXIII. Sencillamente no ocurrió, es una leyenda urbana, una falsedad repetida tantas veces que al final nos la acabamos creyendo.

¿Por qué ha perdurado esta mentira tanto tiempo? Probablemente porque hay personas que así lo han querido para intentar justificar sus posiciones favorables a la contracepción después de que Pablo VI, en su profética encíclica Humanae Vitae, calificara la anticoncepción dentro del matrimonio como un acto “intrínsecamente deshonesto” (nº 14).

Un ejemplo de este tipo de argumentación es el artículo de John Allen en Crux. Allí, Allen reconoce que si “la gente va a buscar un decreto del Vaticano [autorizando el uso de anticonceptivos a las monjas del Congo] sencillamente no existe”. Pero argumenta que como Pablo VI no condenó formalmente el escrito del año 1961, ese silencio implica que lo aprobaba. En palabras de Allen, “Para los italianos – y recuerda que los ancestros de Francisco eran italianos y él está muy al tanto del mundillo eclesiástico de aquel país- eso significaba que Pablo VI lo aprobaba”. Curiosa lógica.

Al leer a Allen no pude dejar de escuchar, resonando en mis oídos, aquellas sabias palabras que una vez le escuché a Francisco Canals: “el Papa es infalible cuando habla, no cuando calla”. El canonista Edward Peters ha contestado a Allen, desmontando el sinsentido de su argumento. En primer lugar señala, como buen jurista, que “el peso de la prueba no está en que quien niega tenga que probar que algo no sucedió, sino en que quien afirma tenga que probar que algo sí ocurrió”. Y en este caso, como incluso el propio Allen reconoce, no ocurrió nada. Y añade:

“¿Cuántas conjeturas sobre asunciones basadas en el silencio puede un periodista reunir antes de que alguien grite basta? […] Hay miles de cosas terribles sobre las que John Allen no ha escrito nunca, ni tampoco condenado; ¿tenemos que asumir que su silencio en esas materias significan su aprobación de las mismas? Si no, ¿no deberíamos tener el mismo criterio con un Papa?”.

Construir toda una argumentación sobre la base del silencio de alguien es de una endeblez máxima y no se sostiene ni un segundo.

Para completar nuestra visión del asunto nos pueden ayudar algunos datos:

  1. De hecho, Pablo VI sí habló. Lo hizo en 1968 con la Humanae Vitae. Allí, en el punto 14, escribía: “Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor […] En verdad, si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social
  2. Juan Pablo II, con Veritatis Splendor, también aporta mucha luz a estos temas. Por ejemplo, en su número 81, donde leemos: “Por esto, las circunstancias o las intenciones nunca podrán transformar un acto intrínsecamente deshonesto por su objeto en un acto subjetivamente honesto o justificable como elección.”
  3. La Iglesia nunca ha enseñado que si el mal que se podría producir es lo suficientemente grande, entonces esté permitido usar medios contraceptivos artificiales. Además, como señala Mary Ann Kreitzer, “una vez que lo has justificado para el Zika, lo has justificado para cualquier motivo de salud y ¿por qué pararse aquí?”.

Como ven, tras investigar un poco en las hemerotecas, había descubierto una leyenda urbana y me habían quedado las ideas bastante claras. Me había quedado tranquilo. Y entonces apareció el portavoz del Papa, el inefable Padre Lombardi y dijo lo siguiente en Radio Vaticana:

“El Papa distingue netamente la radicalidad del mal del aborto como supresión de una vida humana de la posibilidad de recurrir a la contracepción o a los preservativos en casos de emergencia o situaciones particulares, en los que no se suprime una vida humana sino que se evita un embarazo. No es que diga que sea aceptado o usado este recurso sin ningún discernimiento, lo que ha declarado claramente es que pueden ser tomados en consideración en casos de emergencia particular. […] Los anticonceptivos o el preservativo, en casos de particular emergencia y gravedad, pueden ser objeto de un discernimiento de conciencia serio. Esto es lo que dice el Papa”.

En la interpretación que hace el Padre Lombardi de las palabras del Papa se podría recurrir a la contracepción, que es mala, en determinados casos, excepcionales. Y añade que esto no es ninguna novedad, pues ya Pablo VI y Benedicto XVI lo habrían autorizado.

El director de La Nuova Bussola Quotidiana, Ricardo Cascioli, fulmina la argumentación de Lombardi (que, por cierto, tampoco se ha enterado de que Pablo VI no autorizó nunca los contraceptivos a las monjas del Congo, como tampoco se ha enterado de que, como recuerda Eulogio López, todos los anticonceptivos químicos presentes hoy en el mercado son potencialmente abortivos) en su editorial titulada “La tentación de reescribir el Catecismo”. Escribe Cascioli:

“El primer problema es que ni Pablo VI ni Benedicto XVI han avalado nunca esta posición […] Además, de las palabras del portavoz vaticano parece que “evitar el embarazo” y “usar métodos contraceptivos” son sinónimos. Pero no es eso lo que enseña la Iglesia […] Estamos asistiendo al cambio práctico del Magisterio de la Iglesia vía entrevista (a través de una entrevista que se suponía iba a aclarar una rueda de prensa). Es una novedad sin precedente en la historia de la Iglesia: saltado el Catecismo, ignorada una encíclica (Humanae Vitae) y una exhortación apostólica (Familiaris Consortio) para afirmar un nuevo principio intentando hacer creer que es perfectamente coherente con la tradición. Por otra parte, uno puede estar seguro de que casi nadie irá a consultar catecismos, encíclicas y documentos varios; quien explicará lo que dice la Iglesia serán los titulares de los periódicos”.

 


Notas

[1].“Pregunta: Santo Padre, desde hace algunas semanas hay mucha preocupación en bastantes países latinoamericanos pero también en Europa por el virus Zika. El riesgo mayor sería para las mujeres embarazadas –hay angustia–. Algunas autoridades han propuesto el aborto o evitar el embarazo. En este caso, ¿la Iglesia puede tomar en consideración el concepto de mal menor?

Papa Francisco: El aborto no es un mal menor: es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto.

Sobre el mal menor… lo de evitar el embarazo… Hablamos en términos de conflicto entre el Quinto y el Sexto mandamiento. Pablo VI, el grande, en una situación difícil en África permitió a las monjas usar anticonceptivos para casos en los que fueron violentadas.

No confundir el mal de evitar el embarazo, por sí solo, con el aborto. El aborto no es un problema teológico: es un problema humano, es un problema médico. Se asesina a una persona para salvar a otra (en el mejor de los casos) o para vivir cómodamente.

Va contra el juramento hipocrático que los médicos deben hacer. Es un mal en sí mismo, pero no es un mal religioso al inicio: no, es un mal humano. Después, evidentemente, como es un mal humano cada asesinato es condenado.

En cambio, evitar el embarazo no es un mal absoluto. En ciertos casos, como en este, como en el que he nombrado de Pablo VI, era claro. También yo exhortaría a los médicos a que hagan de todo para encontrar también las vacunas contra estos mosquitos que contagian esta enfermedad. Sobre esto se debe trabajar.”

 

--------------

Conferenza Stampa di Papa Francesco nel volo di ritorno verso Roma, 18.02.2016

http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2016/02/18/0136/00288.html

Paloma Garcia Ovejero, “Cope”

Santo Padre, da qualche settimana c’è molta preoccupazione in parecchi Paesi latinoamericani, ma anche in Europa, per il virus “Zika”. Il rischio più grande sarebbe per le donne in gravidanza: c’è angoscia. Alcune autorità hanno proposto l’aborto, oppure di evitare la gravidanza. In questo caso, la Chiesa può prendere in considerazione il concetto di “male minore”?

Papa Francesco

L’aborto non è un “male minore”. E’ un crimine. E’ fare fuori uno per salvare un altro. E’ quello che fa la mafia. E’ un crimine, è un male assoluto. Riguardo al “male minore”: evitare la gravidanza è un caso – parliamo in termini di conflitto tra il quinto e il sesto comandamento. Paolo VI - il grande! - in una situazione difficile, in Africa, ha permesso alle suore di usare gli anticoncezionali per i casi di violenza. Non bisogna confondere il male di evitare la gravidanza, da solo, con l’aborto. L’aborto non è un problema teologico: è un problema umano, è un problema medico. Si uccide una persona per salvarne un'altra – nel migliore dei casi – o per passarsela bene. E’ contro il Giuramento di Ippocrate che i medici devono fare. E’ un male in sé stesso, ma non è un male religioso, all’inizio, no, è un male umano. Ed evidentemente, siccome è un male umano – come ogni uccisione – è condannato. Invece, evitare la gravidanza non è un male assoluto, e in certi casi, come in quello che ho menzionato del Beato Paolo VI, era chiaro. Inoltre, io esorterei i medici che facciano di tutto per trovare i vaccini contro queste due zanzare che portano questo male: su questo si deve lavorare… Grazie.

-------------------------

--------------------------------

Una nueva estrategia de prensa para el Vaticano, por Bruno de InfoCatólica

-------------------------------------

Dos clarificaciones necesarias: el virus Zika y la unión de las «Iglesias»

Bruno, InfoCatólica, 19.02.16 a las 11:12 AM http://infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php/1602191112-dos-clarificaciones-necesaria

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una de las características de nuestro tiempo es la valoración de la inmediatez sobre la precisión. Lo importante es la últimísima noticia, que se consume y traga a toda prisa, para pasar con rapidez a la siguiente, sin tiempo para evaluar su veracidad o su error, digerirla y asimilarla con tranquilidad.

En este contexto, me ha parecido oportuno reflexionar sobre dos declaraciones recientes del Papa que algunos no entienden bien, sino que las interpretan en el peor de los sentidos posibles, de manera ajena a la enseñanza de la Iglesia. La primera de las intervenciones corresponde, además, a una entrevista, un género literario que se presta mucho a la imprecisión de lo que dice el entrevistado y a una comprensión superficial por parte de los lectores.

En su último viaje en avión, un periodista preguntó al Papa Francisco acerca del virus Zika y la doctrina católica sobre la anticoncepción.  Por supuesto, el periodista sabía perfectamente que la doctrina católica sobre ese tema está contenida en el Catecismo de la Iglesia Católica, pero, tristemente, ya estamos acostumbrados a que lo único que busquen los periodistas sea un titular sensacionalista.

En su respuesta, el Papa comenzó muy didácticamente, señalando que no es lo mismo el aborto que la anticoncepción. Evidentemente, el aborto es algo mucho más grave, al tratarse del homicidio de un niño inocente por parte de aquellos encargados por Dios de protegerlo especialmente: sus padres, los médicos y las autoridades del Estado.

Como es lógico, que el aborto sea aún más grave no quita que la anticoncepción también sea grave (Pablo VI habló literalmente de “gravísimo deber”, “grave cuestión”, “graves motivos” y “graves consecuencias”; cf. Humanae Vitae 1.6.10.17). La diferencia con el aborto tampoco quiere decir que la maldad de la anticoncepción sea un precepto meramente religioso, como no comer carne en viernes de cuaresma. La maldad de la anticoncepción corresponde a la ley natural, que es, simplemente, el camino querido por Dios para el hombre, para todo hombre, y no sólo para los católicos. Juan Pablo II mostró claramente esto, al resaltar que el anticoncepcionismo era contrario al sentido fundamental del propio amor conyugal humano y no a una norma ritual religiosa:

“Al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal” (Familiaris Consortio 32).

También debe entenderse bien un ejemplo que puso el Papa: el de monjas que, en tiempo de disturbios sociales pensaban que podían ser violadas y tomaron anticonceptivos para evitar que esas posibles violaciones dieran lugar a embarazos. Como es lógico, un caso de violación nada tiene que ver con la doctrina católica sobre la anticoncepción, que presupone una relación sexual consentida. En caso de violación, la mujer violada no está teniendo una relación sexual en sentido propio, sino que está sufriendo abusos criminales que le impone el violador, así que no existe ningún tipo de relación conyugal, ni siquiera análogamente, que se pueda desvirtuar de forma inmoral o pecaminosa. De ese caso excepcional, por lo tanto, no se puede sacar ninguna conclusión sobre las relaciones entre esposos, que son algo esencialmente diferente.

Finalmente, hay que recordar que, según enseña la doctrina católica, la anticoncepción en una relación conyugal es un mal intrínseco, es decir, no es buena en ningún caso, ni siquiera con un fin bueno. No sería posible, por lo tanto, apelar a los (aún no probados) riesgos para la salud del niño como consecuencia del virus Zika para justificar el uso de anticonceptivos.

El Papa Francisco, muy acertadamente, hizo referencia al beato Pablo VI, que dejó clarísimo el carácter de mal intrínseco de la anticoncepción en su encíclica sobre el tema (como también recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica 2730):

“no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social. Es por tanto un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrínsecamente deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda” (Humanae Vitae 14)

En segundo lugar, me ha parecido oportuno mencionar un tema diferente pero también necesitado de clarificación: en la declaración conjunta firmada el sábado pasado por el Papa Francisco y el Patriarca Kiril de Moscú se hace una referencia a las Iglesias católicas orientales, que, si no se entiende bien, podría dar lugar a confusión sobre este tema y, de hecho, ha despertado cierto malestar entre los ucranianos católicos.

Para evitar esos posibles malentendidos, conviene hacer de nuevo lo que siempre hace un católico: permitir que la fe católica arroje luz sobre el tema para entenderlo correctamente y disipar cualquier confusión. Como señaló la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe Dominus Iesus y como confesamos en el Credo, existe solamente una única Iglesia de Cristo, que es la Católica. Cristo no tiene dos Cuerpos místicos o dos Esposas, así que no pueden existir dos “Iglesias”:

“Por eso, en conexión con la unicidad y la universalidad de la mediación salvífica de Jesucristo, debe ser firmemente creída como verdad de fe católica la unicidad de la Iglesia por él fundada. Así como hay un solo Cristo, uno solo es su cuerpo, una sola es su Esposa: una sola Iglesia católica y apostólica” (Dominus Iesus 16)

En ese sentido, la fe enseña que no existe una Iglesia Ortodoxa y una Iglesia Católica porque eso sería como decir que hay dos Iglesias, contra lo que enseña el Credo. La Iglesia Católica, presidida por el Papa como Vicario de Cristo, es la única Iglesia universal.

En cambio, sí que existen muchas Iglesias locales dentro de la única Iglesia Católica universal. Es lo que, en Occidente, llamamos diócesis y en Oriente recibe el nombre de eparquías, es decir, porciones del único Pueblo de Dios reunidas en torno a su obispo, como sucesor de los Apóstoles. Además de las Iglesias locales católicas, en plena comunión con Roma, pueden existir también otras Iglesias locales en comunión dañada con la Iglesia universal, es decir, Iglesias locales cismáticas (cf. Dominus Iesus 17). Son las Iglesias locales (cismáticas) de Atenas, Kiev, Lvov, San Petersburgo, etc., es decir, básicamente obispos ortodoxos (o precalcedonianos) con su clero y sus fieles.

Así pues, no hay que entender la declaración en sentido propio cuando el documento habla de comunidades que se separan de “su Iglesia”. Como hemos visto en los párrafos anteriores, un obispo no católico que, con sus fieles, vuelve a la comunión con Roma, no se está separando de ninguna “Iglesia”, porque la única Iglesia es la Católica. De hecho, lo que está haciendo es unirse a esa única Iglesia que confesamos en el Credo. Es lo que, de una manera u otra, ha hecho el llamado “uniatismo” de cristianos orientales que se unen plenamente a la Sede de Roma. Ningún católico podría oponerse a algo así, porque lo cierto es que no hay otra forma de sanar las heridas de la unidad de la Iglesia.

Además, por supuesto, es imposible olvidar que esas Iglesias locales que volvieron a la comunión con la única Iglesia universal Cristo en muchas ocasiones han tenido que sufrir terribles persecuciones por su fidelidad. Mártires como San Josafat, San Andrés Bóbola o San Teodor Romzha dan fe de ello. En Ucrania, por ejemplo, durante la época soviética las iglesias católicas de rito oriental fueron confiscadas en su totalidad y los clérigos católicos vivieron en la clandestinidad, de modo que, cuando eran descubiertos, se les condenaba a un campo de concentración o a algo peor. Recuerdo que, cuando visité el país, me impresionó mucho que prácticamente cualquier católico con el que uno hablaba podía contarle historias de esa persecución que había presenciado o sufrido en persona.

¿Cómo hay que entender entonces lo que dice la declaración con respecto a las Iglesias católicas orientales? Evidentemente, en sentido amplio y no definitorio. Es una afirmación ecuménica, de amistad con el Patriarca de Moscú y los ortodoxos rusos, a los que se les asegura que los católicos no estamos siguiendo una estrategia maquiavélica de “divide y vencerás”, que no deseamos acabar con ellos como si nos alegráramos por sus desgracias, sino que genuinamente deseamos la unidad con ellos. Los ortodoxos no son enemigos a vencer, sino hermanos separados y deseamos con todas nuestras fuerzas volver a estrecharlos en nuestros brazos.

Nada de eso puede restar el más mínimo valor a las Iglesias orientales católicas, que son un regalo del cielo, una gloria del catolicismo y un testimonio de la enorme riqueza de la Tradición católica.

------------------------------