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LA IGLESIA Y LA MASONERÍA

La acción inicial de la Iglesia

Últimas acciones

La acción inicial de la Iglesia esta resumida en las declaraciones papales en contra de la Francmasonería desde 1738, las más importantes de las cuales son:

Clemente XII, Const. "In Eminenti", 28 abril, 1738;

Benedicto XIV, "Providas", 18 mayo, 1751;

Pío VII, "Ecclesiam", 13 septiembre, 1821;

León XII, "Quo graviora", 13 marzo, 1825;

Pío VIII, Encíclica "Traditi", 21 mayo, 1829;

Gregorio XVI, Encíclica "Mirari", 15 agosto, 1832;

Pío IX, Encíclica "Qui pluribus", 9 noviembre, 1846;

Pío IX, Aloc. "Quibus quantisque malis", 20 abril, 1849;

Pío IX, Encíclica "Quanta cura", 8 diciembre, 1864;

Pío IX, Aloc. "Multiplices inter", 25 septiembre, 1865;

Pío IX, Const. "Apostolicæ Sedis", 12 octubre, 1869;

Pío IX, Encíclica "Etsi multa", 21 noviembre, 1873;

León XIII, Encíclica "Etsí nos", 15 febrero, 1882;

León XIII, Encíclica "Humanum genus", 20 abril, 1884;

León XIII, "Ab Apostolici", 15 octubre, 1890.

León XIII, "Præclara", 20 junio, 1894;

León XIII, "Annum ingressi", 18 marzo, 1902 (en contra de la Francmasonería italiana);

BIBLIOGRAFIA. La Crónica del francmasón -The Freemason's Chronicle- (Chr.), de la que se han publicado dos volúmenes cada año en Londres desde 1875, reproduce también en gran medida los artículos principales publicados por los mejores periódicos Masónicos americanos, ofrece el mejor y más autorizado estudio general de la Francmasonería angloamericana. R. FR. GOULD lo describe así: "Un periódico Masónico de primera clase" (Chr.,I,1893, I, 339). El autor del principio Masónico que hemos citado es el difunto ALBERTO PIKE, Gran Comendador de la Madre –[Padre] Supremo Consejo (Charleston, Carolina del Sur--Washington), reconocido como la más gran autoridad en todos los asuntos Masónicos. Según NORTON "el renombrado Hermano PIKE (Chr., 1888, II, 179)generalmente reconocido como la mejor autoridad en jurisprudencia Masónica en América" (Chr., 1876, II, 243). Según el Gran Orador ROBERT (Territorio indio) él "fue el más grande erudito y escritor Masónico de este (XIX) siglo, cuyo nombre ha sido una palabra familiar dondequiera que la Masonería es conocida" (Chr., 1893, I, 25). según la Nueva Edad, Nueva York, fue "considerado como la principal figura de la Francmasonería del mundo" (1909, II, 456), "el francmasón más grande del Siglo XIX", "el Profeta de la Francmasonería" (1910, I, 52). "Su gran obra -- su Magnum Opus -- como la llamó", dice la Nueva Edad (1910, I, 54), "fue Los Rituales del Rito Escocés, tal como fueron corregidos y espiritualizados por él". Y su libro ., frecuentemente citado por nosotros, es muy recomendado a todos los masones que buscan información seria y segura, por los famosos eruditos Masónicos TEMPLE (Bruselas) y SPETH, el difunto secretario de las sabias Logias Quatuor-Coronati de Londres (Chr., 1888, I, 389). Las cartas circulares de PIKE, según el Boletín del Consejo Supremo de Bélgica (1888, 211) eran "verdaderos códigos de la Sabiduría Masónica". El bien conocido Hermano inglés. YARKER, 33, dice: "El difunto A. PIKE . . . fue s in duda un Papa Masónico, que guió con cuerdas de marionetas a todos los Supremos Consejos del mundo, incluyendo a los Supremos Consejos de Inglaterra, Irlanda y Escocia, el primero de los cuales incluía al Príncipe de Gales (ahora Rey Eduardo VII) Lord Lathom y otros Pares, que estaban en alianza con él y en real sumisión" (A. E. WAITE, Culto al Demonio en Francia, 1896, 215). "El Handbuch alemán (2a ed., 1879, IV, 138) llama a PIKE: "El supremo General de la Orden", y T.G. Findel, el historiador alemán de la Masonería: "el rey sin corona de los Grados Superiores" (Bauhütte, 1891, 126).

Publicaciones Masónicas. Enciclopedias: MACKEY, (1) Enciclopedia de la Francmasonería (Londres, 1908), incluso esta mas reciente edición, según las autoridades americanas, es completamente anticuada y de poca mejora sobre la de 1860; IDEM, (2) Léxico de la Francmasonería (Londres, 1884); OLIVER, Dict. de la Francmasonería Simbólica (Londres, 1853); MACKENZIE, La Real Encicl. Masónica [Royal Masonic Cycl.] (1875-7); WOODFORD, Kenning, Cycl. (1878); LENNING, Encycl. der Freimaurerei (1822- 1828); IDEM AND HENNE AM RHYN, Allgemeines Handbuch der Fr., 2a ed. (1863-79); FISCHER, Allg. Handb. d. Fr., 3ra ed. (1900); estas ediciones contienen información valiosa y responden a los requisitos científicos mucho más que todas las otras enciclopedias Masónicas (A. Q. C., XI, 64); STEVENS, Enciclopedia de Fraternidades [Cycl. Of Fraternities] (Nueva York, 1907).

Ley y Jurisprudencia Masónicas: Las Constituciones de los francmasones, 1723, 1738; Neues Constitutionen Buch, etc. (1741); DE LA TIERCE, Histoire, Obligations, et. Statuts, etc. (Francfort, 1742); OLIVER, Jurisprudencia Masónica (1859, 1874); CHASE, Compendio de Ley Masónica (1866); MACKEY, Libro de Texto de Jurisprudencia Masón. (1889); VAN GRODDECK, etc., Versuch einer Darstellung des positiven innern Freimaurer. Rechts (1877), el mejor estudio general de leyes Masónicas de todos los países.

Históricos: ANDERSON, Hist. de la Francmasonería en la primera edición y traducciones del Libro de Constituciones (muy poco confiable, aun después de 1717); PRESTON, Ilustraciones de la Masonería (1772), ed. OLIVER (1856), aunque no fiable en algunos particulares históricos, contiene mucha información valiosa de carácter histórico y ritualistico; FORT, Hist. Inicial y Antigüedades de la Francmasonería (Filadelfia, 1875); ROWBOTTOM, Origen de la Francmasonería tal como se manifiesta por la Gran Pirámide (1880); HOLLAND, Francmasonería desde la Gran Pirámide históricamente ilustrada (1885); CHAPMAN, La Gran Pirámide, etc. (1886); WEISSE, El Obelisco y la Francmasonería, según los descubrimientos de Belzoni y Gorringe (Nueva York, 1880); KATSCH, Die Entstehung und wahre Endzweck der Freimaurerei (1897); FINDEL, Historia de la Francmasonería (1861-2; 1905), traducido y revisado por LYON, 1869; influyente en la propagación de más precisas nociones históricas entre los masones; GOULD, Hist. de la Francmasonería (3 vols., 1883-1887), ahora reputado como el mejor trabajo histórico sobre la Francmasonería; CHETWODE CRAWLEY, Comentaria Hibernica (1895-1900); HUGHAN, Origen del Rito inglés de la Francmasonería (1884); Los Antiguos Cargos de los francmasones británicos (Londres, 1872; 1895); KLOSS, Gesch. der Fr. in Engl., Irland und Schottland 1685-1784 (1847); BOOS, Gesch. der Freimaurerei (1896); HASCALL, Hist. de la Francmasonería (1891); Hist. Inicial y Transacciones de los masones de Nueva York (1876); McCLENACHAN, Hist. de la Frat. en Nueva York (1888-94); ROSS ROBERTSON, Hist. de la Francmasonería en Canadá (1899); DRUMMOND, Hist. y Bibliogr. Memoranda y Hist. de iymb. y Masonería del Arca Real en los EE.UU.; Suplemento a GOULD, Hist. (1889); THORY, Annales, etc., du Grand Orient de France (1812); KLOSS, Gesch. der Freimaurerei in Frankr. (1852-3); JOUAST, Hist. du Grand Orient Fr. (1865); LEWIS, Gesch. d. Freimaurerei i. Oesterreich (1861); ABAFI, Gesch. d. Freimaurerei in Oesterreich-Ungarn (1890 sigs.), Principios, Espíritu, Simbolismo de la Francmasonería. Fuentes principales:- Las Constituciones de los francmasones, 1723 y 1738; HUTCHINSON, Espíritu de la Francmasonería (1775); TOWN, Sistema de la Masonería Espec. (1822, Nueva York); OLIVER, Antigüedades de la Francmasonería (1823); La Estrella en el Este (1827); Señas y Símbolos (1830, 1857); PIKE, (1) Morales y Dogma del A. A. Rito Escocés de la Francmasonería 5632 (1882); IDEM, (2) El Libro de las Palabras 5638 (1878); IDEM, (3) El Porche y la Cámara de en medio. Libro de la Logia 5632 (1872); IDEM, (4) El Santuario Interior (1870-79); KRAUSE, Die drei ältesten Kunsturkunden der Frmrei (1810), todavía muy estimado, a pesar de errores históricos, como una apreciación crítica de la Francmasonería; FINDEL (la mejor autoridad alemana), Geist und Form der Fr. (1874, 1898); IDEM, Die Grundsötze der Fr. im Volkerleben (1892); IDEM, Die moderne Weltanschauung und die Fr. (1885); IDEM, Der frmische Gedanke (1898); Bauhütte (1858-1891) y Signale (1895-1905).

Publicaciones antimasónicas: De 1723-1743, La Francmasonería inglesa y ANDERSON, Historia, fueron ridiculizadas en muchas publicaciones (GOULD, 2, 294, 327); contra la Francmasonería francesa aparecieron: L'Ordre des francmasones trahie 1738 (A. Q. C., IX, 85) y Le Secret des Mopses révélé (1745); Sceau romptu (1745); con la ocasión de la Revolución francesa: LEFRANC, Le voile levé (1792). En los Estados Unidos el movimiento antimasónico empezó en 1783: CREIGH, Masonería y AntiMasoneria (1854); STONE, Cartas sobre la Masonería y la AntiMasoneria (1832); PENKIN, Caída de la Masonería (1838) Catalogo de libros antimasónicos (Boston, 1862); Sechs Stïmmen über geheime Gesellschaften und Frmrei (1824); ECKERT, Der Frmrorden in seiner wahren Bedeutung (1852); HENGSTENBERG, Die Frmrei und das evang. Pfarramt (1854-56); Civiltà Cattolica desde 1866; NEGRONI, Storia passata e presente della setta anticristiana ed antisociale (1876); MENCACCI, Memorie documentate della rivoluzione italiana (1882); RINIERI, Cozetti Masonici (1900-01); ENIGMA, La setta verde (1906-7); GRUBER, Mazzini; Massoneria e Rivoluzione (1901), retraza la obra revolucionaria de la Masonería italiana desde 1870 hasta 1900; GAUTRELET, La Franc-maçonnerie et la Revolución (1872); JANET, Les sociétés secretes et la société 3ra ed., 1880-83), el mejor estudio general de la obra revolucionaria de las sociedades secretas en todos los países; BROWERS, L'Action de la Franc-m. dans l'hist. moderne (1892); LEROUSE, La Franc-m. sous la 3e République (1886); COPIN-ALBANCELLI, La Franc-m. (1892); GOYAU, La Franc-m. en France (1899); NOURRISSON, Le club des Jacobins (1900); IDEM, Les Jacobins au pouvoir (1904); BIDEGAIN, Le Grand Orient de France (1905); NEUT, La F.-m. soumise au grand jour de la publicité (1866), contiene valiosos documentos sobre la Masonería francesa, belga, y alemana; MALLIE, La Maçonnerie Belge (1906), documentos sobre la más reciente actividad política de la Masonería belga; DE LA FUERTE, Historia de las Sociedades secretas antiguas y modernas en España, etc. (1870-71); BRÜCK, Die geheimen Gesellschaften in Spanien (1881); TIRADO Y ROYAS, La Masonería en España (1892- 3); DE RAFAEL, La Masonería pintada por si misma (1883); PACHTLER, Der stille Krieg gegen Thron und Altar (1876); BEUREN (M. RAICH), Die innere Unwahrheit der Frmrei (1884); GRUBER, (4) Die Frmrei und die öffent. Ordnung (1893); IDEM, (5) Einigungsbestrebungen, etc. (1898); IDEM, (6) Der "giftige Kern", etc. (1899); IDEM, (7) Frmrei und Umsturzbewegung (1901); Streifzüge durch das Reich der Frmrei (1897); EWALD, (1899); OSSEG, Der Hammer d. Frmrei, etc. (1875); W. B., Beiträge zur Geschichte der F. In Oesterreich (1868); Die Frmrei in Oesterreich Ungarn (1897). En Polonia: MICHALOW, Die geh. Werkstätte der Poln. Erhebung (1830; 1877); ZALESKI, O Masonii w Polsce 1738-1820 (Cracovia, 1908); sobre la Masonería anglosajona y francesa ver PREUSS, Un Estudio sobre la Francmasonería americana (San Luis, 1908), una cuidadosa discusión basada en los trabajos normales de Mackey y PIKE.

HERMANN GRUBER
Transcrito por Bobie Jo M. Bilz
Dedicado a R. Michael Steinmacher, III
Traducido por Oscar Olague

LA ENCICLOPEDIA CATÓLICA

http://www.enciclopediacatolica.com/f/francmasoneria.htm

masonería

¿Por qué un católico no puede ser masón?
Copyright @ ACI Prensa

(http://www.aciprensa.com)

A lo largo de su historia la Iglesia católica ha condenado y desaconsejado a sus fieles la pertenencia a asociaciones que se declaraban ateas y contra la religión, o que podían poner en peligro la fe. Entre estas asociaciones se encuentra la masonería.

Actualmente, la legislación se rige por el Código de Derecho Canónico promulgado por el Papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1983, que, en su canon 1374, señala:

"Quien se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación ha de ser castigado con entredicho".

Esta nueva redacción, sin embargo, supuso dos novedades respecto al Código de 1917: la pena no es automática y no se menciona expresamente a la masonería como asociación que conspire contra la Iglesia.

Previendo posibles confusiones, un día antes de que entrara en vigor la nueva ley eclesiástica del año 1983, fue publicada una declaración firmada por el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En ella se señala que el criterio de la Iglesia no ha variado en absoluto con respecto a las anteriores declaraciones, y la nominación expresa de la masonería se había omitido por incluirla junto a otras asociaciones. Se indica, además, que los principios de la masonería siguen siendo incompatibles con la doctrina de la Iglesia, y que los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas no pueden acceder a la Sagrada Comunión.

En este sentido, la Iglesia ha condenado siempre la masonería. En el siglo XVIII los Papas lo hicieron con mucha más fuerza, y en el XIX persistieron en ello. En el Código de Derecho Canónico de 1917 se excomulgaba a los católicos que dieran su nombre a la masonería, y en el de 1983 el canon de la excomunión desaparece, junto con la mención explícita de la masonería, lo que ha podido crear en algunos la falsa opinión de que la Iglesia poco menos que aprueba a la masonería.

Es difícil hallar un tema —explica Federico R. Aznar Gil, en su ensayo La pertenencia de los católicos a las agrupaciones masónicas según la legislación canónica actual (1995)— sobre el que las autoridades de la Iglesia católica se hayan pronunciado tan reiteradamente como en el de la masonería: desde 1738 a 1980 se conservan no menos de 371 documentos sobre la masonería, a los que hay que añadir las abundantes intervenciones de los dicasterios de la Curia Romana y, a partir sobre todo del Concilio Vaticano II, las no menos numerosas declaraciones de las Conferencias Episcopales y de los obispos de todo el mundo. Todo ello está indicando que nos encontramos ante una cuestión vivamente debatida, fuertemente sentida y cuya discusión no se puede considerar cerrada.

Casi desde su aparición, la masonería generó preocupaciones en la Iglesia. Clemente XII, en "In eminenti", había condenado a la masonería. Más tarde, León XIII, en su encíclica "Humanum genus", de 20 de abril de 1884, la calificaba de organización secreta, enemigo astuto y calculador, negadora de los principios fundamentales de la doctrina de la Iglesia.
En el canon 2335 del Código de Derecho Canónico de 1917 establecía que "los que dan su nombre a la secta masónica, o a otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, incurren ipso facto en excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica".

El delito —según Federico R. Aznar Gil— consistía en primer lugar en dar el nombre o inscribirse en determinadas asociaciones (...) En segundo lugar, la inscripción se debía realizar en alguna asociación que maquinase contra la Iglesia: se entendía que maquinaba "aquella sociedad que, por su propio fin, ejerce una actividad rebelde y subversiva o las favorece, ya por la propia acción de los miembros, ya por la propagación de la doctrina subversiva; que, de forma oral o por escrito, actúa para destruir la Iglesia, esto es, su doctrina, autoridades en cuanto tales, derechos, o la legítima potestad civil" (...) En tercer lugar, las sociedades penalizadas eran la masonería y otras del mismo género, con lo cual el Código de Derecho Canónico establecía una clara distinción: mientras que el ingreso en la masonería era castigado automáticamente con la pena de excomunión, la pertenencia a otras asociaciones tenía que ser explícitamente declarada como delictiva por la autoridad eclesiástica en cada caso.

Los motivos que argumentaba la Iglesia católica para su condena a la masonería eran fundamentalmente: el carácter secreto de la organización, el juramento que garantizaba ese carácter oculto de sus actividades y los complots perturbadores que la masonería llevaba a cabo en contra de la Iglesia y los legítimos poderes civiles. La pena establecía directamente la excomunión, estableciéndose además una pena especial para los clérigos y los religiosos en el canon 2336.

También se recordaban las condiciones establecidas para proceder a la absolución de esta excomunión, que consistían en el alejamiento y la separación de la masonería, reparación del escándalo del mejor modo posible, y cumplimiento de la penitencia impuesta.
Las consecuencias de la excomunión incluían, por ejemplo, la privación de la sepultura eclesiástica y de cualquier misa exequial, de ser padrinos de bautismo, de confirmación, de no ser admitidos en el noviciado, y el consejo —en este caso a las mujeres— de no contraer matrimonio con masones, así como la prohibición al párroco de asistir a las nupcias sin consultar con el Ordinario.

A partir de la celebración del Concilio Vaticano II, un incipiente diálogo entre masones y católicos hizo que la situación comenzara a cambiar. Algunos Episcopados (de Francia, Países Escandinavos, Inglaterra, Brasil o Estados Unidos) empezaron a revisar la actitud ante la masonería; por un lado, revisando desde la historia los motivos que llevaron a adoptar a la Iglesia su actitud condenatoria, tales como su moral racionalista masónica, el sincretismo, las medidas anticlericales promovidas y defendidas por masones; y, por otro lado, se cuestionó que pudiera entenderse a la masonería como un solo bloque, sin tener en cuenta la escisión entre masonería regular, ortodoxa y tradicional, religiosa y apolítica aparentemente, y la segunda, la irregular, irreligiosa, política, heterodoxa.

Estos motivos y las más o menos constantes peticiones llegadas de varias partes del mundo a Roma, diálogos y debates, hicieron que, entre 1974 y 1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe retomase los estudios sobre la masonería y publicase tres documentos que supusieron una nueva interpretación del canon 2335. En este ambiente de cambios, no extraña que el cardenal J. Krol, arzobispo de Filadelfia, preguntase a la Congregación para la Doctrina de la Santa Fe si la excomunión para los católicos que se afiliaban a la masonería seguía estando en vigor. La respuesta a su pregunta la dio la Congregación a través de su Prefecto, en una carta de 19 de julio de 1974. En ella se explica que, durante un amplio examen de la situación, se había hallado una gran divergencia en las opiniones, según los países. La Sede Apostólica no creía oportuno, consecuentemente, elaborar una modificación de la legislación vigente hasta que se promulgara el nuevo Código de Derecho Canónico. Se advertía, sin embargo, en la carta, que existían casos particulares, pero que continuaba la misma pena para aquellos católicos que diesen su nombre a asociaciones que realmente maquinasen contra la Iglesia. Mientras que para los clérigos, religiosos y miembros de institutos seculares la prohibición seguía siendo expresa para su afiliación a cualquiera de las asociaciones masónicas. La novedad en esta carta residía en la admisión, por parte de la Iglesia católica, de que podían existir asociaciones masónicas que no conspiraban en ningún sentido contra la Iglesia católica ni contra la fe de sus miembros.
Las dudas no tardaron en plantearse: ¿cuál era el criterio para verificar si una asociación masónica conspiraba o no contra la Iglesia?; y ¿qué sentido y extensión debía darse a la expresión conspirar contra la Iglesia?

El clima generalizado de acercamiento entre las tesis de algunos católicos y masones fue roto por la declaración del 28 de abril de 1980 de la Conferencia Episcopal Alemana sobre la pertenencia de los católicos a la masonería. Como recoge Federico R. Aznar Gil, la declaración explicaba que, durante los años 1974 y 1980, se habían mantenido numerosos coloquios oficiales entre católicos y masones; que por parte católica se habían examinado los rituales masónicos de los tres primeros grados; y que los obispos católicos habían llegado a la conclusión de que había oposiciones fundamentales e insuperables entre ambas partes:

"La masonería —decían los obispos alemanes— no ha cambiado en su esencia. La pertenencia a la misma cuestiona los fundamentos de la existencia cristiana" (…) Las principales razones alegadas para ello fueron las siguientes: la cosmología o visión del mundo de los masones no es unitaria, sino relativa, subjetiva, y no se puede armonizar con la fe cristiana; el concepto de verdad es, asimismo, relativista, negando la posibilidad de un conocimiento objetivo de la verdad, lo que no es compatible con el concepto católico; también el concepto de religión es relativista (…) y no coincide con la convicción fundamental del cristianismo, el concepto de Dios, simbolizado a través del "Gran Arquitecto del Universo" es de tipo deístico y no hay ningún conocimiento objetivo de Dios en el sentido del concepto personal del Dios del teísmo, y está transido de relativismo, lo cual mina los fundamentos de la concepción de Dios de los católicos (…)

El 17 de febrero de 1981, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicaba una declaración en la que afirma de nuevo la excomunión para los católicos que den su nombre a la secta masónica y a otras asociaciones del mismo género, con lo cual, la actitud de la Iglesia permanece invariable, e invariable permanece aún en nuestros días.

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