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La consolación en los Ejercicios

Padre Leturia, S. I.

CRISTIANDAD, Barcelona. Año LV - Núms. 801-802 Marzo-Abril 1998. Págs. 12-13

Texto de la carta que el Padre Pedro Leturia, S. I., escribió al Padre Orlandis en 1940 encomiando los artículos que éste hahía escrito en la revista Manresa de comentario a los Ejercicios de san Ignacio.

Borgo S. Spirito, 5

Roma, 8 de Octubre de 1940

R.P. Ramón Orlandis, S.I.

P.Ch.

Amado en Ch. Padre: Cuando pasé de vuelta por Barcelona, no había tenido aún ocasión de leer despacio los artículos de VR. en Manresa, que tan delicadamente me regaló -y encuademados- al vernos ahí en julio; es que mis dos meses en España resultaron más apretados de lo que yo planeaba, y no pude así hacer mis propios Ejercicios. De ahí que nada pudiera decir a VR. el día y medio que estuve ahí en septiembre.

Ahora los he leído ya en la paz de mis propios Ejercicios, y quiero agradecer en seguida a VR. el regalo que nos ha hecho. Y no hablo ya del ejemplar que me dio (aunque por su rareza y por venir de quien viene tanto vale), sino del estudio mismo y de las materias capitales que trata. No soy muy entusiasta de los libros y artículos de comentario de los Ejercicios, pues aunque en todos generalmente halle algo de provecho, lo más me parece cosa conocida y aun vivida que -al menos para nosotros- no merece la pena de tanto papel y gasto. Por eso prefiero notar y aprovechar esa nueva luz de cada comentador viviente en Ejercicios dados por ellos. De esto sí he tenido siempre verdadera hambre.

Pero de esa apreciación o si se quiere manía mía contra los comentarios escritos de los Ejercicios que no sean muy sobresalientes (al estilo de La Palma, a quien he adorado siempre), he excluido desde el principio los artículos de VR. Desde el primero, adiviné algo que llevo también muy adentro hace años, y es que VR. no expresó con claridad hasta el artículo del mes de abril de 1936, páginas 30-31, cuando en forma fina y velada reacciona contra el insistir en la meditación de las tres potencias y olvidar casi las Contemplaciones, pasar por brasas el segundo tiempo de elección y proponer como ignaciana me encanta, y me parece necesarísimo para mí y para otros. Y creo no engañarme si digo (y lo vi desde el primer artículo) que ahí está el nervio de los estudios de VR. y no por reaccionar ni por prurito de crítica, sino porque lo otro es no entender y aun deformar nuestro mayor tesoro, los Ejercicios. Y además (¡qué bien lo muestra VR.!) apartamos de los primeros grandes comentadores.

Aquí en La Gregoriana se tuvo el curso pasado la defensa de una tesis de un P. venezolano, S. I., con este título: «La experiencia-consolación en los Ejercicios de San Ignacio». Apenas había leído los artículos de VR. (aunque yo ya se los indiqué), pero por eso mismo es de mayor interés cómo en las más de las ideas fundamentales -y sobre todo en la finalidad- coinciden ambos trabajos. Aunque el de VR. es obra madura de un teólogo perfecto conocedor y admirador de Santo Tomás; y el del P. Plaza es brote generoso y genial de un P. joven apenas salido de la tercera probación. Me tocó hacer de censor segundo de la tesis y de su examen, y hube de ponerle para la impresión algunas condiciones, cuyo cumplimiento retrasarán un tanto la impresión.

La principal es que no recalca suficiente «las dos maneras de obrar» y «los tres estados de espíritu», de donde -por recalcar la importancia de la consolación parece que es fin simplemente de los Ejercicios, o al menos, que éstos no nos dan todo un sistema o «estado» que se tiene en pie aun sin consolaciones...

En una cosa, sin embargo (y perdone VR. mi irreverente atrevimiento en anotarlo, pero veo en sus artículos un alma tan sincera y tan humilde que creo ha de recibir con agrado mi observación), creo que el P. Plaza lleva alguna ventaja a VR.; y es en no escribir artículos sino libro... Aunque se trate de una formalidad, pero no deja de tener -o mucho me engaño- bastante importancia. La tesis de VR. y el modo exhauriente y profundizador de mostrarla, exigen un esfuerzo nada pequeño en el lector, pues sin tener simultáneamente presentes los principios ya asentados en estudios anteriores y ciertos matices indicados, pero no expuestos aún adecuadamente, no se alcanza la visión de conjunto. Ahora bien, en un libro cómodo y provisto de índices, repleto además de referencias y llamadas esa labor del lector es más fácil.

En artículos sueltos y separados, bastante difícil. Además el trabajo de VR. hace la impresión que no se concibió desde el principio como obra completa y densa, sino que la materia misma que se le crecía al correr la pluma y peticiones de personas de autoridad, le fueron arrastrando a unas dimensiones no proyectadas al comienzo. De aquí que muestra en varios pasajes ciertos cambios de rumbo, ciertas repeticiones, ciertas promesas no cumplidas, y tal vez cierta lentitud en llegar rápido y contundente al tuétano y vértebra del problema que se ha apuntado desde el principio. Yo, desde luego, hubiera preferido pasar pronto, pronto al último artículo publicado «moción de espíritus».

Quiero apuntar (con todo esto) amado y estimadísimo P. Orlandis, que a mí pobre juicio, el camino de hacer VR. un insigne servicio a la Compañía y a la Iglesia, es articular, no artículos de Manresa, sino un libro de síntesis y análisis bien pensado y tratado, donde evitando decir dos veces lo que basta se haya dicho y bien dicho una vez, se pongan y prueben al principio los fundamentos de la concepción, y se muestren luego las consecuencias y el uso. Y si VR., por un sentimiento de extrema benignidad y deferencia quiere seguir un gusto mío, crea que los lectores damos a VR. en sí misma más autoridad de la que piensa, y que aunque gocemos en ver prueba con La Palma, Gagliardi y Suárez sus ideas, creemos que la raíz principal de donde saca sus profundas observaciones no han sido -al menos al principio- esos autores, sino fuentes más inmediatas y recónditas de los Ejercicios mismos y de la Teología del Angélico, ellos y ella vividos más que leídos... No se si he alcanzado a explicarme.

Ni esta indicación mía ha de contrariar -me parece- a la revista Manresa, y a su celante y bondadoso director, a quien conozco y amo tantos años hace... A la revista dedicaría yo, en el caso de VR., tres o cuatro estudios fundamentales que descubran la caza y anuncien y hagan ansiar el libro; y una vez publicado, algunos otros de respuesta y explicación a las críticas hechas.

VR. me perdone la efusión atrevida de estas líneas. «Scio cui credidi... »

y pida mucho por su afmo en Ch.

PEDRO LETURIA, S.1.