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Las naciones están llamadas a la santidad y a ello se encaminarán en la Cristiandad futura

Proclama la Iglesia en el sagrado Concilio Vaticano II:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura catolicidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida visible y gloriosa con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle:

«Volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo».
(So 3,9).

Esto es la síntesis de la religión y de la vida en la Cristiandad futura.

"Cristo llama, justifica, santifica y envía a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios, para que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios".

«
La misión de la Iglesia es la de llamar a todos los pueblos a la salvación operada por Dios a través de su Hijo encarnado».

«
La Iglesia entera debe comprometerse en la missio ad gentes, hasta que la soberanía salvadora de Cristo se realice plenamente: “Pero ahora no vemos todavía que todo le esté sometido” (Hb 2,8)»

(
Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Misiones de 2009).

Esta unidad católica del mundo, realizada voluntaria y no coercitivamente, esta catolicidad de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial será posible, y se realizará con toda seguridad, con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación, por la gracia de Dios, de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, que es lo que define a los Estados confesionales. (Lo que aporta la Iglesia).

Y destacadamente están llamadas a la santidad todas las tierras de España, Cataluña incluida entre las principales:
«Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes».
(Jesús al beato Bernardo de Hoyos en la acción de gracias de la misa del jueves, 14 de mayo de 1733, fiesta solemne de la Ascensión).

Y las naciones se definen por su vocación. Por esta vocación a la santidad. Vocación que es llamamiento y promesa. El día del Señor se promete multitud de veces en la Revelación. "Los que esperamos el día del Señor" es como somos autodenominados los cristianos por san Pablo.

También Dios le habló a su amigo Abraham (y a nosotros sus descendientes espirituales) de futuro:

«Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas»... «Así será tu descendencia» (Gn 15,5).

Firmó Yahveh una alianza con Abram, diciendo: «A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el Río Grande, el río Eufrates» (Gn 15,18).

Cuando Abram tenía 99 años, se le apareció Yahveh y le dijo: «Yo soy El Sadday, anda en mi pressencia y sé perfecto. Yo establezco mi alianza entre nosotros dos, y te multiplicaré sobremanera».
Cayó Abram rostro en tierra, y Dios le habló así:
«Por mi parte he aquí mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, pues padre de muchedumbre de pueblos te he constituido. »Te haré fecundo sobremanera, te convertiré en pueblos, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi alianza entre nosotros dos, y con tu descendencia después de ti, de generación en generación: una alianza eterna, »de ser yo el Dios tuyo y el de tu posteridad. Yo te daré a ti y a tu posteridad la tierra en que andas como peregrino, todo el país de Canaán, en posesión perpetua, y yo seré el Dios de los tuyos».
Dijo Dios a Abraham: «Guarda, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación» (Gn 17,1-9).

«Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Isaac. Yo estableceré mi alianza con él, una alianza eterna, de ser el Dios suyo y el de su posteridad.
»En cuanto a Ismael, también te he escuchado: He aquí que le bendigo, le hago fecundo y le haré crecer sobremanera. Doce príncipes engendrará, y haré de él un gran pueblo.
»Pero mi alianza la estableceré con Isaac, el que Sara te dará a luz el año que viene por este tiempo» (Gn 17,19-21).

«Te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos. »Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi voz» (Gn 22,17-18).

Proclama María en el Magníficat, en la visitación a su pariente Isabel:

«Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos» (Lc 1,54-55).

Como en el Salmo 98:

El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios (Sal 98,2-3).

En el siglo XXI la Iglesia proclama:

«Que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios», porque todas ellas están llamadas «a la salvación operada por Dios a través de su Hijo encarnado» (Benedicto XVI, 5 de septiembre de 2009)

Multitud de veces se anuncia y se promete que toda nación y toda raza, todo pueblo y toda lengua aclamará y obedecerá a Dios. En el AT y en el Nuevo. En la liturgia y en los concilios, como el citado Vaticano II.

Las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra irán a llevarle su esplendor.
(Apoc 21,24).

Vendrán todas las naciones y se postrarán ante ti (Ap 15,4)

En las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia.
A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás".
(Dn 7,13)

Fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación (Ap 5,9)

El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios (Sal 98,2-3).

Y temerán las naciones el nombre de Yahveh, y todos los reyes de la tierra tu gloria; cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria, volverá su rostro a la oración del despojado, su oración no despreciará. Se escribirá esto para la edad futura, y un pueblo renovado alabará a Yahveh: que se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los cielos ha mirado a la tierra, para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos de la muerte. Para pregonar en Sión el nombre de Yahveh, y su alabanza en Jerusalén, cuando a una se congreguen los pueblos, y los reinos para servir a Yahveh. (Sal 102,16-23).

«Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor, y bendecirán tu Nombre» (Sal 85,9; Ap 15,4). 

Está anunciado en muchos lugares que se trata de todas las naciones:

Os pondré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y prudencia.
En aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono de Yahveh» y se incorporarán a ella todas las naciones en el nombre de Yahveh, en Jerusalén, sin seguir más la dureza de sus perversos corazones.
(Jer 3, 15-17).

Cf. Tob 13,13; Is 60; Mt 8,11; 12,21; Lc 13,29

Jesús a santa Margarita Mª de Alacoque:

“Nada temas, Yo reinaré a pesar de Mis enemigos y de todos aquellos que quieran oponerse
(Santa Margarita Mª de Alacoque: Autobiografía, 92).

«Yo creo que se cumplirán aquellas palabras que hacía oír de continuo al oído del corazón de su indigna esclava, entre las dificultades y oposiciones que fueron grandes en los principios de esta devoción: “¡Reinaré, a pesar de mis enemigos y de todos aquellos que se opondrán a ello!"» (Carta de Santa Margarita de 1689 al Padre Croisset).

«Él me fortificaba con estas palabras, que oía yo en lo más íntimo de mi corazón con un regocijo inconcebible: “¡Reinaré, a pesar de mis enemigos y de todos los que a ello querrán oponerse!”» (Otra carta de Santa Margarita al Padre Croisset).

«Reinará por fin el divino Corazón, a pesar de los que a ello querrán oponerse. Satanás quedará confuso con todos sus partidarios. ¡Dichosos aquellos de quienes será servido para establecer su imperio! Paréceme que Él es semejante a un rey que no piensa en dar sus recompensas mientras va haciendo sus conquistas y triunfando de sus enemigos, pero sí cuando reine victorioso en su trono. El adorable Corazón de Jesús quiere establecer su reinado de amor en todos los corazones y destruir y arruinar el de Satanás». (Carta de Santa Margarita de 1690).

"La civilización del Amor es el Reino del Corazón de Cristo"

"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, podrá levantarse la civilización del Amor, el Reino del Corazón de Cristo"
(San Juan Pablo II, 5.10.1986. Carta al General de la Compañía de Jesús. Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843)

"La civilización del Corazón de Cristo"

"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia podrá edificarse la civilización del Corazón de Cristo"
(Benedicto XVI, 15.05.2006, Carta sobre el culto al Corazón de Jesús, repitiendo las palabras de Juan Pablo II de 5.10.1986, Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843).

"La civilización del Amor punto de llegada de la historia humana"

"La civilización del amor debe ser el verdadero punto de llegada de la historia humana"
(San Juan Pablo II, 3.11.1991. Homilía en la Parroquia de San Romualdo de Roma. L'Oss. 21.11.91).

La verdadera reparación es la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, para constituir la civilización del amor, que es el futuro reinado efectivo en la tierra del Sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne

La Cristiandad medieval no fue más que un inicio y un precedente que se quedó en esbozo. "Nadie, dice el papa Pío XII, ha soñado volver a aquella época, sino en reimplantar aquella síntesis de la religión y de la vida" (Pío XII en 1947 cuando canonizó a san Nicolás de Flüe).

Dios sí que conoce el futuro que ha destinado a las naciones y que Él causa y produce mediante la manifestación de Jesús. Lo ha revelado. Está en la Sagrada Escritura y en la Tradición. Está en el padrenuestro y en el Credo. Se estudia en la Teología de la Historia que explicaron san Agustín, Ramière, Orlandis, Canals... No cabe agnosticismo alguno en esta materia.

(Véase el artículo de José Mª. Sáenz de Tejada, S. I., «Reinaré en España y con más veneración que en otras partes», Revista Cristiandad de Barcelona, nº 29, páginas 249-251, 1 de junio de 1945)

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Una mirada contemplativa hacia la Realeza de Cristo
Dom Gérard Calvet
, Demain la Chrétienté, La Cristiandad mañana, Capítulo VII. Traducción de Schola Veritatis. 25.11.2017, InfoCatólica
http://infocatolica.com/blog/schola.php/1711250339-la-mirada-contemplativa-hacia#more34854

Jesús busca primeramente reinar en el secreto del alma. El kyrios Pantócrator -oh milagro incomprensible- cuya mano sostiene el universo, se acerca a su creatura y le murmura: “Hijo mío, dame tu corazón”. Perdonarán a un monje recordar incansablemente la búsqueda presente del reino de los cielos. La realeza del Señor Jesús es cosa dulce e interior, se dirige primero del alma al alma para introducirnos en la intimidad de las personas divinas. Cristo todopoderoso ejerce la realeza mendigando amor. Si tú conocieras el don de Dios y quien es el que te habla, dice a la samaritana.

El signo de su realeza es el corazón con una cruz superpuesta. La devoción a Cristo Rey y la devoción al Sagrado Corazón son una misma cosa. Esta devoción nos quiere humildes, amantes y contemplativos, deseosos de ofrecer un corazón totalmente sometido al yugo suave del cual habla el Evangelio, para ser conducidos en la intimidad del Padre por la semejanza del Hijo.

Si es verdad que la realeza de Jesús nos invita primero a una aventura interior donde se hace oír la llamada del silencio y del amor, ¿se sigue acaso que haya que sustraer a la autoridad real del Hijo de Dios el ámbito del arte, de la cultura, el inmenso despliegue de la vida social, la administración, las leyes, los decretos de los Parlamentos? No podemos admitir esto sin pecar gravemente contra Dios y contra los hombres. Contra Dios primero, que merece infinitamente, por su propia excelencia, que todo le sea sometido y consagrado, y que sean reconocidos públicamente sus derechos soberanos sobre la vida de las sociedades. Luego contra los hombres. ¿Qué piden los cristianos a quienes los gobiernan sino que cada parte de su vida moral, de su vida cívica, esté explícitamente referida a la realeza de Aquél que ordena su destino? Los discípulos de Jesús, ¿harán menos bien en este ámbito que los antiguos paganos, para quienes la vida de la ciudad toda entera reposaba sobre la religión?
(Dom Gérard Calvet, Demain la Chrétienté, La Cristiandad mañana, Capítulo VII. Traducción de Schola Veritatis
http://infocatolica.com/blog/schola.php/1711250339-la-mirada-contemplativa-hacia#more34854)

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Las noticias optimistas del Evangelio vienen también en el Apocalipsis......Confesionalidad católica desactivada, inconsecuente e inoperante en la España del XIX y del XX... .Estado confesional católico consecuente
. El reinado de Cristo ante el laicismo (La proclamación de Cristo como rey fue el 11 de junio de 1899).. .La laicidad en la actual situación de hipótesis constatada por Benedicto XVI
El Reinado de Jesucristo consumado en cada alma y en el mundo y la fiesta solemne de Cristo Rey .