La J.P. Morgan, «una empresa iluminada»
Acabarán penalizando a los
heterosexuales
Vittorio MESSORI
LA RAZÓN, miércoles 14
de enero de 2004
A partir de la primera mitad del siglo XIX, con
la ocupación francesa de Argelia y a medida que continuó la
expansión colonial en el norte de África, los homosexuales
europeos descubrieron una especie de soñada tierra prometida y
corrieron en masa hacia allí. No porque entre los árabes el
porcentaje de «diferentes» fuera más elevado que en otro lugar,
sino porque la impenetrable barrera que en aquellos países
separa hombres y mujeres, empuja a los jóvenes que esperan al
matrimonio a buscarse..., ¿cómo decirlo?, una especie de
«sustituto».
A esta función se prestaron con entusiasmo los
homosexuales, primero europeos y después también americanos,
que nos dejaron también descripciones de sus aventuras y
entraron en la historia de la literatura: André Gide, Oscar
Wilde, por decir solo dos nombres. Además, precisamente por este
motivo muchos se enrolaron como voluntarios entre las tropas
coloniales, pidiendo ser enviados a aquellas tierras, tan
agradables para ellos.
Aunque empezaron siendo un número limitado,
con el fenómeno del turismo de masas los occidentales se han
convertido en legión. Hay quien dice que la mayoría de los
jóvenes norteafricanos ha tenido al menos alguna experiencia de
este tipo con europeos o americanos. De ahí el desprecio
generalizado, dado que para aquellas culturas, el afeminado, el
pasivo, el hombre que se reduce al papel de mujer es lo más
despreciable. La pena es que precisamente a este tipo humano se
reduce, para muchos, la noción de «blanco». Es decir, que en
aquel mundo, Occidente se identifica con el gay que se propone y
paga por por apartarse tras un matorral o en cualquier
habitación de alquiler. Y la imagen que se llevan aquellos
árabes no es precisamente entusiasta.
Más datos significativos: la célebre
banca de negocios J.P. Morgan, una de las más poderosas del
mundo, considerada el bastión de la comunidad hebrea americana,
ha comenzado hace poco una campaña de contratación de
directivos. Los requisitos son tener una buena titulación en una
buena universidad y la declaración ¬sea hombre o mujer¬ de ser
homosexual. La campaña fue presentada el pasado otoño en
Londres en una rueda de prensa, en la que los dirigentes
explicaron que, de esta manera, la J.P. Morgan demostraba ser
«una empresa iluminada». En efecto, poco después, la otra gran
banca anglosajona, la Goldman Sachs, ha anunciado una iniciativa
similar. El periódico «L Unitá» comentaba: «Ser gay
o lesbiana se está transformando de ser un problema a ser una
oportunidad, hasta el punto de preguntarse si no estaremos yendo
hacia un privilegio que penalice a los heterosexuales».
Por lo demás, en EE UU los departamentos
federales para la investigación médica están ya establecidos
según un criterio que respeta lo «políticamente correcto» y
el privilegio homosexual es evidente en el hecho de que la suma
mayor es para el sida, problema que concierne de modo particular
a la comunidad gay. Como entidad de fondos puestos a disposición
del Gobierno, le sigue el cáncer de útero: aquí se ha hecho
sentir la presión del «lobby» feminista. Mucho menores son las
cantidades dedicadas al cáncer de próstata, que
estadísticamente es más difuso y que tiene unos métodos de
cura que exigirían muchas investigaciones posteriores. Pero como
ya sabemos, los hombres heterosexuales no son «politically
correct» y, por tanto, sus problemas interesan bastante menos a
los políticos americanos.