...... ...Noticias......... .. ...CRISTIANDAD FUTURA.
Un religioso rumano relata los 42 años de persecución que sufrió bajo los comunistas
ReL 25.07.2012Este es el estremecedor testimonio realizado en
1990 por el Hermano Tiberio, de los Hermanos de las Escuelas
Cristianas de san Juan Bautista de La Salle , muerto a los 74
años en 1999. Fue encarcelado y condenado a trabajos forzados en
1958, en su Rumanía natal, por las autoridades del Partido
Comunista húngaro.
42 años de viacrucis
«Mi viacrucis comenzó el 2 de agosto de 1948. Era el último
día de nuestro retiro anual.
»Los Directores de tres escuelas católicas de los Hermanos en
Bucarest fueron llamados por los dirigentes comunistas de
Rumania, que estaban en el poder, para informarles que el
gobierno comunista quería nacionalizar las escuelas privadas. En
consecuencia, los Hermanos debían entregar en el acto las llaves
de sus establecimientos. En menos de una hora, nos encontramos
lanzados a la calle. No nos permitieron tomar sino los efectos
estrictamente personales: calzado, ropa, etc. Todo lo demás
debía quedar en las escuelas: libros de la biblioteca, camas,
armarios...
Buscar otro trabajo...
»También nos dijeron que debíamos abandonar la vida
comunitaria y que nos emplearían como profesores, si no,
debíamos arreglárnoslas para encontrar un medio de
subsistencia.
»Los dirigentes nos impusieron, por decreto, la residencia en un
apartamento situado en el segundo piso del palacio episcopal
católico. Este decreto no se aplicaba sino a los religiosos que
trabajaban en escuelas. Los jesuitas y franciscanos, que eran
sacerdotes, no entraban en esta disposición pero tuvieron que
abandonar sus hábitos religiosos e irse a las parroquias.
»El decreto afectó únicamente a los Hermanos de las Escuelas
Cristianas. Las dos comunidades de Hermanos formaron entonces una
sola comunidad bajo la dirección del Hno. Director y Visitador
auxiliar Bonifazius Sattmann. Éramos unos 20 Hermanos. Cada uno
debía manifestar por escrito su acuerdo o desacuerdo. Yo era uno
de los más jóvenes: 24 años.
¿Seguir las directrices del Partido Comunista?
»Había enseñado solo cuatro años en la escuela San José. No
dudé ni un instante sobre lo que debía hacer. Sabía que mi
puesto debía estar entre los Hermanos y con ellos. También
estaba persuadido de que la situación no duraría mucho. Había
dos Hermanos más jóvenes que yo. Desgraciadamente, se salieron
más tarde por diversas razones; enseguida les pesó, aunque
nuestra vida no era fácil.
»Los dirigentes comunistas intentaron con presiones y promesas
hacernos abandonar la vida religiosa. No lo lograron.
Un testimonio de fe en la Providencia
»El Hno. Bonifazius era el procurador y el superior en aquellos
tiempos penosos. Su fe en la Providencia nos impresionó a todos
y nos infundió valor. Ninguno de nosotros era pusilánime o
temeroso, aunque eso no fue siempre fácil. Él era el padre, el
jefe y el amigo de todos a pesar de su sordera tenaz. Rezó mucho
precisamente porque era sordo... A la gracia de Dios y a él en
segundo lugar mantuvimos nuestra vida comunitaria. Era el
superior que la Providencia nos había preparado para aquellos
tiempos turbulentos.
Dar clases particulares para comer
»Muy pronto surgieron les primeras dificultades. Los escasos
recursos se habían agotado. Para continuar viviendo, los
Hermanos debían dar clases particulares. Los padres lo deseaban.
En esto me ocupé durante cinco años. Era una nueva modalidad de
apostolado. A través de las lecciones particulares seguíamos
ejerciendo una influencia religiosa. Era necesaria más que
nunca.
Condenados a trabajos forzados sin juicio
»Empezamos muy pronto a dar lecciones de catecismo en las
parroquias. Estuvimos tranquilos durante dos años. Era la calma
que anunciaba la tempestad. La primera tormenta se declaró en
1950. Cinco Hermanos fueron arrestados. Dos que habían trabajado
en la Nunciatura fueron conducidos a los tribunales y cada uno
fue condenado a 16 años de prisión; los otros tres a dos años
de trabajos forzados sin mediar ningún proceso legal.
»Por precaución, parte de los Hermanos se fue a vivir
con las familias de algunos antiguos alumnos.
»Volvimos a vivir un período de calma después de que el gran
Moloch había devorado su ofrenda... Parecía que el cielo se iba
a despejar después de la conferencia de Helsinki.
Reunir cada domingo a 300 personas
»Los Hermanos volvieron a su apartamento y continuaron sus
cursos de religión en las cinco parroquias donde se reunían
cada domingo cerca de 300 católicos. Esto no les caía bien a
las autoridades comunistas, que les decían a sus colegas:
`Ustedes no logran convocar a las juventudes comunistas, y este
puñado de educadores religiosos llenan sus salas todos los
domingos´. Algunos antiguos alumnos y amigos advirtieron a los
Hermanos que se preparaba algo contra ellos. El Hno. Bonifazius
permaneció tranquilo y ejerció su influencia en la fidelidad de
los Hermanos y de su confianza en Dios.
Enseñar religión rodeados de espías
»Durante dos años enseñamos religión en presencia de espías
que estaban en todas partes. Los conocíamos, y ellos nos
conocían. Pero la señal para entrar en acción no había sido
dada. Lo fue el 21 de agosto de 1958: cuatro Hermanos fueron
arrestados y con ellos tres antiguos alumnos. Habían movilizado
a otros alumnos. Después de 3 meses de pesquisas e
interrogatorios penosos o aun de torturas, el 17 de diciembre de
1958 fueron condenados a 90 años de prisión. Los dos Hermanos
de más edad recibieron una sentencia de 20 años cada uno; los
otros tres, 15 años cada uno y los dos más jóvenes tuvieron
que pagar 10 años cada uno.
Condenados a prisión por enseñar catequesis
»¿El crimen? Haber enseñado la religión a los jóvenes. (Se
puede leer ese motivo en el texto de la sentencia M 125258).
»¡Mire usted! ¿Por qué condenan a 10, 15 ó 20 años de
prisión, ellos que se proclaman miembros del régimen que dice
ser el más humanitario... del mundo? Un espíritu sano no puede
comprenderlo, y sin embargo los comunistas condenaban a las más
duras prisiones por tales «crímenes», y no se avergonzaban de
dejar pruebas escritas de ello. ¿Qué dirán ustedes,
occidentales, de semejante comedia? Y ustedes, comunistas del
occidente, ¿qué dirán de su fraternidad universal y de su
justicia? ¡Alianza del bloque oriental!...
En la cárcel con ratas
»Entonces las dificultades continuaron. Nos encontramos 110
residentes en un cuarto de 11 x 10 metros con una sola ventana
que estaba tapada con tablas clavadas desde el exterior para que
los prisioneros no pudieran mirar hacia afuera. En un rincón,
para atraer a las ratas, había cuatro baldes, (no había
retrete). Los baldes eran vaciados una o dos veces por día...
Nadie podía permanecer debajo de la ventana. Estaba
absolutamente prohibido. Dormíamos en el suelo de cemento sin
poder siquiera acostarnos boca arriba, porque faltaba espacio;
había que dormir de lado, apretujados como sardinas. A menudo, o
las más de las veces, el último que entraba en el cuarto debía
dormir sentado en los baldes que servían de retrete.
Sin jabón, ni papel higiénico... poca agua
»En poco tiempo, nuestros cuerpos eran una sola llaga. No había
agua. Cada uno tenía derecho a medio litro por día. No había
jabón; solamente unos granos aquí o allá de jabón para
lavar... Nada de papel higiénico... Media hora para pasearse en
un patio de unos 30 metros cuadrados, bien separados para evitar
que pudiéramos hablar con el vecino o aun que lo pudiéramos ver
realmente... Nadie podía chistar palabra. Un guardia (miliciano)
vigilaba todo.
Todo estaba prohibido
»Durante el día, nadie podía descansar en la cama; solamente
los enfermos que tenían permiso médico. No se podían hacer
llamadas telefónicas, ni recibirlas, ni estudiar alguna lengua
extranjera o enseñarla. No teníamos ningún medio pare
escribir: lápiz, papel.... no teníamos ni una aguja. Todo
estaba formalmente prohibido. Cualquiera que fuera sorprendido
infringiendo estas leyes era condenado al aislamiento de 3 a 5
días. En los lugares de aislamiento era imposible sentarse desde
las 5 de la mañana a las 10 de la noche. Uno recibía de comer
dos veces al día, y solamente 100 gramos de pan y medio litro de
agua.
Crueldades inhumanas
»Me dirán que me equivoco, que exagero. No, querido lector, no
hay equivocación. De hecho era muy horrible. Les recomiendo el
libro de Solyenitsin «El archipiélago Gulag».
»Él no engaña. No exagera. En ese libro encontrará todas les
crueldades inhumanas e inimaginables cometidas por esos señores.
Trabajos forzados para construir una presa
»Después de un año de semejante tratamiento le preguntaban al
prisionero si deseaba trabajar. Naturalmente, todos los que
podían moverse respondían afirmativamente. Era el mes de
agosto, a comienzos, nos pusieron en uno de los vagones para
animales y nos dotaron del mismo sistema de retretes que
mencionamos antes. Después de dos días y una noche, partíamos
con destino desconocido. Como los vagones eran abiertos pudimos
constatar que nos llevaban a la región llamada «Grosseinsel»
del Danubio en los alrededores de Braila. Allí tuvimos que
construir una presa de contención de 17 km x 35 km contra las
olas espumosas del Danubio. Nos alojaron en dos barracas. Cerca
de 100 hombres. Las instalaciones eran más que primitivas. El
principal problema era el del agua. Un litro de agua para mezclar
con una especie de café; mitad agua, mitad barro, que había que
esperar hasta las 3 de la madrugada.
Aparece la disentería
»Las consecuencias no tardaron en aparecer. Desde el 10º día
(17 de agosto), sufríamos de disentería. Era
un gran peligro. No había médico. Yo tenía solamente 12
tabletas de TALASOL... Durante 7 días no pude comer ni beber
absolutamente nada. Verdaderamente nada. Estaba moribundo (ya
había sufrido de lo mismo en prisión).
En el esqueleto...
»Lo que estoy contando parece difícil de creer, pero no digo
más que la verdad. En dos semanas me convertí en un esqueleto.
Fue también la primera vez que vi morir a un hombre. Lo que me
impresionó mucho. Y yo no parecía estar en mejores condiciones
que él. Sin embargo, no perdí la esperanza. Los comienzos
fueron duros y duraron mucho tiempo. Debía volver al trabajo
pero estaba tan débil que no podía casi andar. Muchos murieron
en esa época.
»El mes de noviembre debía volver a trabajar en la presa.
Hubimos de construirla a pico y pala. Era pesado. A menudo hemos
pensado en el trabajo de los egipcios que construyeron les
pirámides. ¿Sería tan agotador? ...no hay que exagerar;
pensarán algunos...
A las puertas de la muerte
»Después de dos años fuimos llevados a trabajar en los campos.
Era menos agobiante. En el curso del año 1961, nos habían
dirigido a Luciu Giurgen. Cogíamos el agua del Danubio, que
hacíamos hervir para beberla. Eso no duró mucho tiempo. De
nuevo enfermamos. Me convertí en un caso especial que sería
sometido a una junta de médicos civiles. Estaba en peligro de
muerte por eso me llevaron al hospital de Constanta... Era la
segunda vez que me encontraba a las puertas de la muerte. Allí
nos trataron humanitariamente. En tres semanas el peligro fue
conjurado y pudimos volver al campo a emprender otra tarea. Eso
sucede una vez sobre ciento... En el camino de regreso viví una
Navidad inolvidable en un reducto donde había toda clase de
bichos y centenares, o más bien miles de ratas, que se acercaban
a preguntarme qué buscaba allí, y por qué venía a turbar su
tranquilidad. Ni hablar de dormir en semejante ambiente.
Traslado a la prisión de Gherla
»En el otoño de 1962, fui conducido de nuevo a la famosa
prisión de Gherla. A causa de mi enfermedad era portador de un
bacilo desde hacía quince años, y representaba un peligro para
los civiles que habitaban esta isla. De los prisioneros, no se
preocupaban aun cuando cayeran enfermos.
»En Gherla trabajé dos años en una fábrica de muebles,
haciendo mesas. Me sentí más holgado en lo referente a mis
necesidades materiales. Al que cumplía las «normas» le daban
una tarjeta postal y podía escribir a la familia y recibir un
paquete que podía llegar a los 5 kg de comida y 400 cigarrillos.
Escribí una vez solamente porque entretanto me convertí en un
buen fabricante de mesas.
Leer un libro tras cinco años
»En la primavera de 1964, pudimos por primera vez, después de
cinco años y medio, leer un libro. También nos permitieron leer
el periódico del partido que trataba de los éxitos del pueblo
bajo la dirección del partido comunista rumano. Querían
prepararnos paulatinamente a la liberación que se avecinaba.
Creo que en abril nos dijeron que seríamos liberados pero no
todos a la vez sino poco a poco. Fue la primera vez que
cumplieron la palabra: la liberación comenzó en abril; sólo en
agosto de 1964 me llegó a mi el turno.
Liberado, sólo y sin dinero
»Debido a que durante seis años no había tenido noticias de
los Hermanos, me dejaron primero con una familia. No muy lejos de
allí, a 110 km, y cerca de 50 km de Bucarest. Yo no tenía
dinero y quería saber si mi madre vivía aún, ya que tenía 77
años y había sufrido un ataque cardíaco en la primavera de
1958.
»Yo fui hecho prisionero en otoño. Durante mucho tiempo pensé
que estaba muerta. Había permanecido muy unido a mi madre porque
ella jugó un papel muy importante en mi vocación de Hermano.
Reencuentro con la madre
»Mi encuentro con ella fue muy emocionante para ambos. Me
reservo hablar de este asunto. Incluso, después de tanto tiempo,
me costaría decirlo todo. Lloró largo rato entre mis brazos y
solamente podía decir: «querido hijo, querido hijo». Y yo
lloraba con ella. Todos los de la casa nos acompañaban.
Llorábamos todos... de alegría.
Otra vez con los hermanos en Bucarest
»Permanecí cuatro días donde mi madre. Deseaba ardientemente
unirme a los Hermanos en Bucarest. Fui el último en llegar.
Todos estaban ya reunidos. Fue un encuentro caluroso pero
bastante breve. No podíamos formar comunidad. Para los
comunistas, éramos hombres peligrosos. Debíamos salir
de Bucarest sin tardanza. Tres Hermanos pudieron permanecer con
sus padres que habitaban en Bucarest, los otros hubieron de
regresar a sus lugares de origen.
Considerados como leprosos...
»Así comenzó la segunda fase de nuestra condena.
Fueron los años más duros de soportar; aun cuando no eran
comparables con las dificultades de la prisión, me pusieron a
prueba y los conservo en la memoria. Faltarían todavía
veinticinco años... Fuimos siempre considerados por los
comunistas como leprosos y perjudiciales para el estado. Pero la
gente no nos veía así. Nos amaba y nos respetaba. ´Lo que es
peligroso para nosotros es solamente su nombre de Hermanos de las
Escuelas CRISTIANAS`, me dijo un día un oficial de la seguridad.
Le dan un trabajo de minero... pero termina de
bibliotecario
»Como necesitaba hacer algo para vivir, solicité un trabajo a
los responsables... `para alguien como usted, no tenemos otro
trabajo que el de minero´, me respondieron. Entonces me dirigí
a algunos amigos. Había entre ellos personas comprensivas. Y
después de cuatro meses tenía el empleo de bibliotecario. El
salario era reducido pero me permitía vivir. Tuve suerte
igualmente con algunos padres de familia que vivían en la
vecindad. Me proporcionaron medios de sobrevivir. No tenían
dinero. Recibí mucha ayuda de parte de cinco Hermanos húngaros
de Satu Mare. Habían tenido la fortuna de no ser dispersados.
»Vivían lejos de Bucarest (700 km) en la frontera con Hungría;
eran todos entrados en años. Cada dos meses iba a visitarlos
para fortalecerme en el espíritu de comunidad. Fueron siempre
gentiles y amigables conmigo. Aunque todos están muertos, debo
mostrarles mi reconocimiento por el amor fraterno que me
dispensaron.
Vivir de prestado
»El alojamiento constituía una gran dificultad. No lograba
encontrarlo. Al final, uno de mis familiares tuvo piedad de mí.
Tenía una casa nueva pero no disponía más que de un cuarto
habitable. Los otros no tenían ni ventanas ni puertas. Tenía
cuatro niños. Tuve, pues, que compartir con ellos, durante tres
meses, esta única habitación. Tuve que acomodarme, no había
más remedio. Cada mañana el dueño de casa nos saludaba con un
`viva Jesús en nuestros corazones´..., porque estuvo de
aspirante con nosotros durante 3 años. Más tarde, se hizo
sacerdote (grecocatólico). En febrero pude dormir solo. Durante
el día pasaba la mayor parte con los niños porque no había
leña para calentar dos habitaciones. Ayudaba a los niños a
trasportar leña. Permanecí, pues, con esta familia tres años y
medio hasta que, en 1968, encontré una pequeña vivienda en un
Bloque de apartamentos (4,5 m x 2,5 m).
Permanentemente vigilado
»Al principio estaba estrechamente vigilado. Sabían siempre
dónde me encontraba. No podía aún entrar en relación con los
Hermanos que habían vivido conmigo en Bucarest. Esto no fue
posible sino dos años más tarde, cuando disminuyeron la
vigilancia.
Orgulloso de ser Hermano de La Salle
»En la primavera de 1965, en el mes de abril, tuve la visita del
Hno. Liebhard, de Viena. Conocía a todos los Hermanos rumanos
porque había sido profesor en Rumania antes de 1948. No vino con
las manos vacías. Lo mismo había hecho en 1964, pero yo no
estaba todavía libre. Nos sentíamos muy confortados con la
visita de los Hermanos de Viena. Sentíamos que no estábamos
abandonados ni olvidados. Experimentamos que la gran familia
lasallista era una realidad.
»El Hno. Visitador nos invitó a pasar un tiempo en Viena.
Éramos relativamente jóvenes (40-54) y sabíamos un poco de
alemán. Además nos podrían ayudar allá. Obtuvo todos los
papeles para nosotros, extranjeros. Austria dio permiso de
entrar, pero las autoridades rumanas no nos permitieron salir. De
manera que permanecimos en Rumania. Cada año el Hno. Visitador
de Viena venía a visitarnos al menos una vez. Más tarde otros
superiores también vinieron. El Hno. Asistente Richard vino dos
veces, y vino el propio Hno. Vicario (actual Superior general),
Hno. John Johnston.
"Todos fuimos fieles a nuestros compromisos"
»Estas visitas eran para nosotros ocasiones de volvernos a
encontrar con cohermanos. Muchas veces fuimos interpelados sobre
quiénes eran nuestros invitados, qué pretendían. Seguían
temiendo que nos reorganizáramos. No nos permitían vivir en
comunidad. De cuando en cuando nos preguntaban, aquí o allá,
cuándo nos íbamos a casar. Eso constituía pare ellos una
prueba de que abandonábamos nuestros compromisos. Gracias a
Dios, todos han sido fieles hasta el día de hoy.
»Con el tiempo los vínculos se han estrechado. Nos hemos
reunido más a menudo, sea para celebrar un aniversario, sea para
destacar una fiesta. En 1970 se produjo un pequeño milagro, al
menos yo lo considero así: el Hno. Tarcisius, que había estado
prisionero 14 años, recibió, el primero, un pasaporte y pudo
visitar Viena, Roma y París. ¡Fue todo un acontecimiento! La
segunda vez, sin embargo, se lo rehusaron. No volvimos a sentir
angustia.
Sin poder dar catequesis
»La vigilancia era más discreta. Pero no podíamos hacer cursos
de religión. Podíamos ir a la iglesia cuantas veces y por el
tiempo que quisiéramos.
»Teníamos la misa cotidiana. Nadie nos la prohibía. Sin
embargo era imposible volver a tener vida comunitaria y llevar el
hábito religioso.
»El número de Hermanos seguía disminuyendo. Los Hermanos
húngaros de Satu Mare han muerto, todos a edad avanzada (de más
de 80 años). El último murió en abril de 1983.
»El Hno. Tarcisius murió de repente el 25 de noviembre de 1977,
de infarto. El 9 de noviembre había cumplido 60 años. Su muerte
nos conmovió profundamente a todos. Había sido un luchador
infatigable y firme contra el comunismo. Aun en prisión seguía
protestando cuando trataban injustamente a un prisionero.
Viajar a Viena y a Roma
»En 1983, me llegó el turno de obtener un pasaporte. Casi no me
lo creía. En el mismo año, otro Hermano recibió también su
pasaporte. Así que pasé un mes con los Hermanos de Viena. En
1987, pude volver a salir del país. Esta vez fue más sencillo
porque estaba jubilado. Fui a Roma y a la Casa generalicia. Por
segunda vez, el sueño se convertía en realidad en 1989 y duró
seis semanas en el Centro Internacional Lasallista de Roma.
Cantar de nuevo el Te Deum
»El final del año 1989 nos ha traído nuevas esperanzas. En
Navidad, pudimos oír de nuevo los villancicos y seguir (con
permiso) la Misa televisada. La larga noche de 42 años
de opresión comenzaba a iluminarse. El gobierno
comunista era derrocado. Pudimos volver a respirar. Y
pudimos cantar en nuestro interior el Te Deum. No nos atrevíamos
a creerlo.
»Desgraciadamente, después de un año, constatamos que los
nuevos dirigentes no parecen tomar muy en serio la libertad
religiosa. Las comunidades religiosas no son todavía
reconocidas ni les han entregado aún sus conventos y
propiedades. Nosotros, Hermanos, aunque viejos y poco numerosos,
hemos salido al fin de la noche.
»Un Hermano enseña en el seminario de Alba Julia, otro en el
seminario de Iasi. Éste acompaña a un aspirante que desea ser
Hermano de las Escuelas Cristianas.
»Desde la fiesta de Cristo Rey, se ha constituido una pequeña
comunidad en Oradea, a 15 kilómetros de la frontera húngara.
Pocos hermanos pero optimistas
»Sobre todo, hemos sido invitados a continuar la actividad en
centros donde habíamos trabajado antes.
Aunque seamos pocos por el momento seis Hermanos, de los cuales
dos enfermos, y de edad avanzada: de 67 a 81 años, somos
optimistas y confiados en la Providencia. Los catorce Hermanos
santos y beatos nos ayudarán. La obra de san Juan Bautista de La
Salle en Rumania no puede y no debe morir.
Dios nos asiste
»Nos dirigimos a todos los Hermanos del mundo para pedirles que
no nos olviden en sus oraciones. Venceremos... no con nuestras
solas fuerzas... Nuestros Hermanos santos y la multitud de
150.000 Hermanos de las Escuelas Cristianas que en el curso de
los siglos han llevado las libreas lasallistas están con
nosotros; ellos nos ayudarán. Estamos convencidos de que Dios
nos asiste, y cuando Dios «está con nosotros, ¿quién estará
contra nosotros?».