Conversiones...CRISTIANDAD FUTURA... ...Hispanidad Futura
Ivan Filipovic ha pasado de traficante de drogas y mafioso a sacerdote católico tras ir a Medjugorje
Jesús García/ReL 27 de octubre de 2009
Ivan se marchó a Alemania con 18 años. Tenía ansias de libertad, aunque no sabía qué significaba y terminó traficando y drogándose con heroína. «Dormía en los mejores hoteles, cambiaba de coches y de chicas cuando quería», confiesa. Hasta que fue a Medjugorje.
Ivan Filipovic fue el amo del narcotráfico en
Frankfurt. Durante unos siete años no había garito que no
controlara, negocio del que no supiera y marco que se escapara de
su control. Hoy, a sus cuarenta años, es sacerdote católico. Su
asombrosa historia se puede leer de forma extensa en el libro «Medjugorje» (LibrosLibres).
Este es un pequeño extracto.
- Padre Ivan, ¿puede contarnos algo de su vida?
- Desde pequeño he sido un rebelde que andaba en busca
de la «libertad». Nunca pude aceptar una manera normal de vida.
Escuela, Facultad, mujer, hijos, trabajo, carrera, las vacaciones
en la playa
me parecía demasiado estrecho. Así que me fui
de casa muy pronto. Con dieciocho me marché a Alemania en busca
de esa libertad que tanto ansiaba.
- ¿Qué le esperaba en Alemania?
- En principio nada, la aventura. Allí conocí el mundo
criminal, el mundo del dinero y la prostitución. Digamos que
todo lo que el mundo te ofrece hoy. Muy pronto prosperé en la
calle. Con dieciocho años ya ganaba muchísimo dinero para
vivir.
- ¿Cómo?
- Empecé a traficar con droga. Ese dinero luego lo gastaba en
discotecas privadas y en una vida que tal vez muchas veces los
jóvenes sueñan con tener porque han visto demasiadas películas
americanas. Yo dormía en los mejores hoteles, cambiaba de coches
y de chicas cuando quería.
- ¿Cuando se empezó a drogar?
- Con catorce o quince años había probado alguna droga blanda.
Pero fue cuando empecé a vender la heroína cuando empecé a
tomarla yo. Y le digo que la heroína es la ruina.
- Hábleme de su ruina.
- Cuando me drogaba no estaba en estado de trabajar ni
de nada más, de verdad. Ese era mi estilo de vida. La música,
los conciertos, los clubes
yo tenía mi mundillo. Pero muy
pronto llegó el fin a todo eso. Tenía veinticinco años y
estaba muy cansado de la vida. Los míos sabían que me drogaba.
Yo tenía todo el cuerpo marcado, ¿sabe? Ya no tenía venas, y
hoy, quince años después, sigo sin tenerlas.
- ¿Hábleme de su familia?
- Tengo dos hermanos que estuvieron en la guerra de mi
país (Yugoslavia). Una noche que yo estaba totalmente drogado,
se me acercó uno de ellos y me dijo: «Ivan, tira esas
pastillas, coge un fusil y vente conmigo a la guerra. Ya que te
vas a matar, al menos muere como un hombre». En ese mismo
momento cogí toda la basura que tenía y la tiré. Fue en ese
momento cuando decidí hacer algo con mi vida y entré en la
Comunità Cenacolo, una comunidad de escuela de vida en la que
los chicos abandonamos la droga a través del trabajo y la
oración. Cristo es quien nos cura, no hay ni sustitutivos ni
medicamentos.
- ¿Cómo conoció la Comunità?
- Teníamos un primo que estaba viviendo en la casa que
la Comunidad tiene en Medjugorje. Al principio entré para
descansar. Pensé quedarme unos meses. Entonces conocí a sor
Elvira, la fundadora de la comunidad.
- ¿Cuándo la conoció?
- A penas dos meses después de entrar en la Comunità,
precisamente en la capilla de la casa de Medjugorje, donde
habíamos ido de peregrinación. Sor Elvira dio una catequesis.
- ¿Qué ocurrió en aquella catequesis?
-En un momento dado nos preguntó quien quería llegar a ser
bueno. Todos a mi alrededor levantaron la mano, pero yo no
podía. Me impresionó tanto la hermana Elvira que no tuve coraje
de mentir y aquella noche no pegué ojo. Lloré toda la noche.
Salio mucha furia, mucha amargura. Aquella noche decidí que
quería hacer el programa de la Comunità hasta el final. Creí a
sor Elvira. Por fin encontré a una persona a la que creía del
todo.
- Algo muy fuerte tuvo que hacer o decir para que una
persona como tú, diga que aquella monja italiana fue la primera
persona en el mundo a la que creyó de verdad.
- Sor Elvira dijo aquella tarde que nosotros no
sabíamos quienes éramos, y eso me hizo daño, como si alguien
me hubiera pinchado. Recuerdo que yo pensé: «¿Ésta monja de
qué va? Tengo 26 años, ¿cómo que no se quien soy?». Nos dijo
entonces que solamente podríamos saber quienes éramos si
teníamos el valor suficiente para arrodillarnos ante Jesús en
la Eucaristía.
Luego pasé aquella noche llena de lágrimas y al día siguiente
fui a la capilla y dije: «Si es verdad lo que dice la hermana,
que yo no sé quien soy, y si es verdad que tú estás vivo en la
Eucaristía, quiero ver la verdad, quiero saber la verdad sobre
mí, sobre quien soy yo». Y le puedo decir que desde aquel día,
con la ayuda de Jesús, empecé a mirar en mi corazón y empecé
a ver muchas cosas que antes no quería ver. Mis mentiras,
injusticia, la sabiduría de la calle que había acumulado a lo
largo de los años.
Recuerdo que cuando veía mis debilidades me quedaba muy apenado.
Sentía un fuerte arrepentimiento y decía: «Jesús, no quiero
ser así, perdóname, ayúdame», y vivía la experiencia del
perdón de rodillas, tan fuertemente, que muchas veces surgía
con lágrimas, con sentimientos y pensamientos que venían del
corazón. Aprendí que la oración no es solamente lo que me
enseñaron en las clases de religión. Aprendí que a través de
la verdad ante mí mismo, a través del arrepentimiento, yo
vivía el perdón de Dios. Yo fui perdonado y amado por Dios.
Comprendí que la oración influye en la vida. Que la oración
tenía mucha influencia en mi relación con las personas de mi
entorno, y creí en la oración. Creí en ese Dios que me ha
tocado el corazón.
- ¿Quedaron realmente sanadas todas las heridas de su
vida pasada?
- La droga es un drama de la vida. En la comunidad se pueden
vivir grandes experiencias espirituales, pero la droga sigue
siendo un gran drama. La droga le hace al hombre muy frágil. Le
cuento un ejemplo. Cuando llevaba cuatro años en la comunidad y
mucha experiencia espiritual acumulada, sor Elvira me permitió
que empezase los estudios y me marché a Pisa. Fui en tren hasta
allí y cuando bajé de aquel tren en Pisa, en dos minutos yo
tenía una imagen bien clara de la estación. Lo había
reconocido todo. Reconocí al policía de paisano, a las
prostitutas y a los chulos que las vigilaban, a los traficantes
de droga, a los que buscaban la droga y a los que no tenían
dinero para comprarla y que necesitaban robar. Todo eso en dos
minutos. Llevaba cuatro años fuera del mundo, pero me bastaron
solo dos minutos para verlo todo, porque a lo largo de mi vida,
las expresiones de la cara, de los ojos, la manera en que las
personas cogían el cigarrillo, el paso, los movimientos
todo fue memorizado profundamente en mi interior. Entonces
comprendí lo frágil que era, porque todo mi pasado estaba
memorizado.
Yo creo que ahí está la fragilidad de un adicto. Nosotros
tenemos memorizado cómo huir de los problemas, cómo huir de la
cruz hacia un mundo ilusorio. Tenemos memorizado el flash de la
cocaína, tenemos memorizado lo que significa tener sexo libre
con una mujer
todo eso está en nosotros y esa es la
fragilidad de un adicto. Y a pesar de todas mis experiencias
espirituales, esa fragilidad sigue existiendo.
Por eso le digo que el adicto nunca puede actuar como un hombre
«normal». Cada hombre necesita de Dios. El hombre sin Dios, con
el tiempo ya no es hombre, es un animal. Y el adicto necesita
más de Dios que los demás. Por ello, Dios, respondió a las
necesidades del hombre con una comunidad como ésta. A través de
esta comunidad, Dios ha descendido para acoger a los últimos, y
únicamente Él es capaz de ello, de pasar por nuestro pasado y
convertir la tiniebla en luz, la desesperanza en esperanza, la
tristeza en alegría.
A través de oración me reconcilié con mi pasado. Hoy, cuando
reflexiono los sucesos de mi pasado, tengo paz. Ya no hay más
agitación, ya no hay impulsos negativos, no hay incomodidad, no
hay vergüenza, ya no existen esos impulsos grandes y fuertes.
Solo hay paz, porque Dios ha atravesado todo ello a través del
sacramento de la Confesión. Me ha reconciliado con mi pasado, ha
convertido la oscuridad en la luz. Hoy mi pasado es una riqueza
de donde saco la sabiduría para ayudar a las personas que están
en el camino.
- ¿Entonces cobra sentido la cruz de Cristo?
- Sí. Lo veo así. Pero no soy tonto. La droga es una
desgracia y un mal. Yo no me hubiera drogado nunca si pudiera
volver al pasado, ahora bien: Dios es muy grande. Dios sabe
volver y coger al último marginado. Y si se lo permites, Él
puede atravesar tu vida a pesar de lo difícil y dramática que
fue. Puede transformar todo eso en la luz.
- ¿Cuando se ordenó sacerdote?
- En 2004, cuando llevaba diez años en la comunidad.
- ¿Cómo sucede el cambio del drogadicto al sacerdote?
- A eso no se puede dar una respuesta si no se menciona
el nombre de Jesús.
- Usted, en todos estos años, ha conocido bien
Medjugorje. ¿Qué nos puede decir de todo aquello?
- Creo que justamente allí sucedió esa primera
inflexión en mi vida. Fue donde yo decidí quedarme dentro de la
comunidad. Cada vez que iba a la comunidad de Medjugorje, no
volvía a la mía con las manos vacías. Volvía siempre con un
corazón lleno de esperanza, de fe. La hermana Elvira sabía de
estas cosas y creo que por eso me mandaba a Medjugorje a menudo.
Ahora voy a Medjugorje todos los años acompañando
peregrinaciones, y nunca he vuelto de Medjugorje sin haber
traído algo conmigo. Es difícil de explicar, pero la Virgen
María allí está cerca de ti y te ayuda a vivir estas cosas.
Luego también he de decir como sacerdote, que en ningún lugar
del mundo se confiesa tan hermosamente como en Medjugorje. En
ningún lugar del mundo he encontrado a las personas tan sinceras
y abiertas a la hora de confesar.
- ¿Por qué?
- Lo más probable es que eso sea un fruto de la
presencia de la Virgen María. ¡La gente la siente! No se trata
de lo grandes o pequeños que sean sus pecados. Se trata de con
qué fervor y con qué verdad la gente se confiesa allí, con
qué humildad y con qué arrepentimiento.
----------------------
El Cardenal Schönborn, arzobispo de Viena, habla de Medjugorje el martes 29 de septiembre de 2009 en el Retiro Internacional de sacerdotes en Ars
http://www.virgendemedjugorje.org/emmanuel_reports.php
Provenientes de 75 países, 1.200 sacerdotes participaron en el Retiro Internacional de sacerdotes en Ars predicado por el Cardenal Schönborn, arzobispo de Viena, quien desde el primer día (martes 29 de septiembre de 2009), no dudó en evocar a Medjugorje:
Pasemos al sacramento de la reconciliación. Santa Faustina llama a la confesión el Tribunal de la Misericordia. ¿Qué pasa con este sacramento en nuestras vidas de sacerdotes y de obispos, como así también en nuestra vida pastoral? ¿Cómo no cuestionarnos sobre este tema precisamente aquí, en Ars? En nuestros países de Europa, dejando de lado honrosas excepciones, tengo la impresión de que la práctica de este sacramento se ha espaciado considerablemente y hasta en algunas regiones, ha casi desaparecido.
Sin embargo, en ciertos lugares alcanza altos niveles. Pienso particularmente en Medjugorje. Me atrevo a hablar de esto porque desde hace 28 años se ha convertido en uno de los lugares de más alta cantidad de confesiones. Miles, miles, y miles de personas se confiesan allí.
¿Qué dice la Iglesia? Tan sólo un recordatorio entre paréntesis: La posición oficial de la Conferencia episcopal de la Ex Yugoslavia y también la de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es la siguiente: 'Non constat de supernaturalitate'. Esto quiere decir que no puede asegurarse de que sea sobrenatural; pero no lo excluye. El tema queda abierto. La Iglesia no se ha pronunciado aún al respecto. (Hay tres posibilidades: : 'Constat de supernaturalitate' , 'Non constate de supernaturalitate', 'Constat de non supernaturalitate').
Por el momento, la Iglesia no se ha pronunciado, pero sin embargo ha dicho dos cosas:
- Dado que Medjugorje no está oficialmente aprobada por la Iglesia, no pueden organizarse peregrinaciones oficiales.
- Ya que hay muchos fieles que concurren allí, es oportuno que se cuide pastoralmente de ellos, es decir que reciban acompañamiento pastoral durante su peregrinación. ¡Las apariciones ocurren desde hace ya 28 años!
Según mi propia experiencia y la de muchos hermanos sacerdotes que han ejercido el ministerio de la confesión en los lugares de peregrinación, se dan allí un elevado número de confesiones. Pero especialmente en Medjugorje han quedado impresionados por la experiencia de la confesión.