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Gerald Daly
ReL 21 04 2011Gerald Daly, administrador de Allen Hall, el
seminario diocesano de Westminster, fue durante muchos años ateo
y un marxista convencido, muy activo en política municipal. En
la revista inglesa GoodNews (www.ccr.org.uk) explicó en primera persona su conversión: la de una
persona fría y racional que tuvo una impactante experiencia
mística cuando menos se lo esperaba.
"Nací en los años 50, en el East End de Londres, en una
típica familia irlandesa. Mi madre era una católica muy devota,
y mi padre era practicante, pero su gran pasión era la
política. Era un sindicalista activo y consejero del sindicato,
con lo que en casa siempre se hablaba de política. Yo era el
mayor de cuatro chicos y a mi madre, como a muchas en esa época,
le habría encantado que yo me hiciera sacerdote, pero a medida
que iba creciendo empecé a dudar de la fe. Encontraba aburrida
la Misa, y aunque fuera a una escuela católica, la mayoría de
mis amigos no eran católicos, y yo veía todo ese tema de la
Misa como una imposición, de la que quería librarme a toda
costa".
Su juventud en los años 60 estuvo marcada por la política y el
cuestionarse todo lo establecido.
"Queríamos ser libres y no estar atados por lo
convencional. Cuando tenía 17 años, mi novia Helen se quedó
embarazada, así que en lugar de seguir con mis estudios, tuve
que ponerme a trabajar. Quizás habría preferido no casarme,
pero veía como esa situación estaba destrozando a mi madre,
así que de hecho, si acabamos casándonos cuando yo tenía 19
años, fue para que ella estuviera contenta. Sin embargo, más
tarde me enteré de que en realidad, Helen siempre había querido
casarse y sólo hacía ver que le daba igual, porque en esa
época se consideraba que casarse era para carrozas."
Creíamos que íbamos a cambiar la sociedad
"A los 22 años conseguí una plaza como estudiante adulto
en la universidad de Lampeter, donde estudié Filosofía. En esa
época nació también nuestra segunda hija, fueron unos tres
años fabulosos. Vivir en los años 60 era emocionante. Creíamos
sinceramente que éramos parte de una época en movimiento que
iba a cambiar la sociedad para mejor; la universidad
era un semillero del radicalismo estudiantil. Todo rastro de fe
católica que me pudiera quedar desapareció, por los estudios de
filosofía y por la gente que conocí. Todo el departamento de
filosofía, y de hecho la mayoría de departamentos de ciencias
sociales del país estaban dominados por el marxismo. Es más, ni
siquiera se podía sobrevivir defendiendo otras ideas, lo cual no
era mi caso."
"En ese momento me involucré en el IMG (Grupo Marxista
Internacional). Tenía mucho prestigio pertenecer ese grupo, a la
vez que ofrecía asimismo una cierta imagen de peligro, lo cual
me iba como anillo al dedo. Las reuniones se alargaban hasta
altas horas de la madrugada, y se discutía mucho sobre como
cambiaríamos el mundo. El líder del IMG era Tariq Ali, una
figura muy carismática en esa época."
Como muchos otros en la izquierda marxista, Gerlad logró un
trabajo en el gobierno municipal.
"Sentíamos que ahí teníamos posibilidades reales de poner
en práctica la revolución, y nos considerábamos vehículos
para el cambio social. Para ser sincero, no teníamos ningún
modelo real por el que el que trabajáramos. Tan solo era el
sueño vago de un futuro socialista, que en realidad no habíamos
analizado a fondo, pero sí que teníamos muchos debates en el
pub, íbamos a muchas manifestaciones y acudíamos a las
reuniones de los sindicatos. También nos habíamos infiltrado en
el Partido Laborista, y buscábamos la forma de
controlarlo."
"La muerte verdadera de la izquierda"
Gerald explica que "la muerte verdadera de la izquierda se
anunció con la caída del muro de Berlín y el colapso del
comunismo en el bloque soviético, seguido por el surgimiento de
Tony Blair y el Nuevo Laborismo. Aunque éramos conscientes de
que la Unión Soviética no era un modelo perfecto de estado
socialista, al menos existía, y contenía algunos de los
elementos esenciales por los que luchábamos. Sin embargo, el
hecho de que 500 millones de personas rechazasen lo que
constituía la base de nuestras creencias nos hizo perder
confianza, y se produjo un colapso masivo en el seno de la
izquierda. Yo seguí ahí durante un tiempo, intentando buscarle
el sentido a lo que estaba ocurriendo, pero era muy difícil.
Pasamos de la certidumbre absoluta sobre el desarrollo histórico
de la sociedad a un estado de confusión".
Lo prometieron al casarse: educar a los hijos en la fe
"En esa época yo ya tenía treinta y muchos, y mis tres
hijos iban creciendo. Aunque yo fuera ateo y mi mujer no fuera
católica, ella se había tomado el compromiso matrimonial de
educar a nuestros hijos en la fe católica muy en serio, y los
había enviado a escuelas católicas, aunque evidentemente en
casa no fomentábamos precisamente la fe. Así que nos
sorprendió bastante cuando Kerry, mi hija mayor, empezó a salir
con Andrew, que era católico practicante, incluso empezó a ir a
Misa con él. Y fue a través de este joven que Cristo empezó a
entrar de nuevo en nuestro hogar, después de 20 años, sin que
casi me diera cuenta de ello. Creo que sólo su presencia física
provocó un desencadenante emocional que me devolvía a mi pasado
católico".
Gerald, su familia y Andrew, el novio de su hija, viajaron todos
juntos a unas vacaciones en Grecia. "Mientras cenábamos en
una taberna, sentados a la orilla del mar, Andrew y yo empezamos
una discusión sobre la fe religiosa. No recuerdo como empezó,
pero me parece que yo simplemente debía quererme lucir un poco.
Él era un joven con una fe bastante sencilla, y yo, con mi
formación filosófica y mi experiencia de la vida, no tuve
ningún reparo en humillarle a él y sus creencias",
recuerda Gerald.
Pero dos días después, aún en Grecia, llegó el momento que
cambió la vida de Gerald Daly.
"Salí por mi cuenta para subir a un monte de los
alrededores, que tenía un monasterio en la cima, donde había
como una capilla dedicada a la Virgen. No recuerdo haber rezado
ahí, pero sí me detuve durante un rato, mientras me miraba una
monjita. Después volví a la playa y empecé a leer un libro que
llevaba en la mochila sobre la historia de los Balcanes. De
repente llegué a una parte del libro sumamente perturbadora, que
relataba la matanza de 30.000 cristianos a manos de los turcos.
La horrible maldad del acto me sacudió. Empecé a sentirme muy
extraño, y sentí como a través mío pasaba un sentimiento
abrumador de inutilidad. Me dio bastante miedo. Eché la vista
atrás hacia mi vida pasada, y el poco sentido que había tenido.
Y todo ello para qué, me pregunté".
"Sentí la presencia de Cristo"
"De lo que pasó inmediatamente después, sólo recuerdo
perder la visión. No sé cuánto duró - podrían haber sido
unos segundos o unos minutos -, pero de repente sentí la
presencia de Cristo. Era extraño, pero al instante supe quien
estaba ahí, quien estaba a mi lado dejándose conocer. No vi
nada, pero el Espíritu Santo se estaba comunicando conmigo a
través de un sentido interior que no podía entender. Todo
giraba en torno al amor, y sin palabras, se me presentaba el amor
como aquello que mantenía unido el universo, y ahí yacía el
sentido de la vida. También sabía que la fuente de este amor
era Cristo. Cuando me di la vuelta, me encontraba en un profundo
estado de shock".
"Sabía que de alguna manera, Cristo había venido a mí,
pero mi cabeza quería rechazar esa idea. Después de todo,
había sido ateo durante 20 años, y esa era la base de un
acercamiento intelectual y profano profundamente enraizado que no
era tan fácil de soltar. Dudé de si había sido una
alucinación, o si estaba pasando por algún tipo de crisis, o si
tenía algo que ver con el estrés. Pero no podía dejar de
pensar en esa experiencia. No me atreví a contársela a
nadie, para que no creyeran que me había vuelto loco.
Sin embargo, durante los siguientes meses seguí dándole
vueltas intentando encontrarle una explicación humana.
Soy una persona muy lógica y racional, pero al final tuve que
llegar a la conclusión de que lo que me había pasado era real,
y que lo sobrenatural existía, aunque no estaba muy seguro de
qué debía hacer al respecto".
El poder de la misa de Navidad... ¡en inglés!
"Recuerdo que, algún tiempo después, era la mañana del
día de Navidad, me estaba haciendo una taza de café y de
repente sentí la convicción de que debía ir a Misa.
Estoy seguro de que fue inspiración del Espíritu Santo. Mi
mujer estaba alucinada, ya que no tenía ni idea de las luchas
interiores por las que había pasado. No se lo había comentado a
nadie, porque me preocupaba el hecho de poder ser satirizado de
la misma forma en que yo lo había hecho con otros."
"Llegar a Misa fue un momento de mucha emoción para mí.
Todo era muy diferente a como yo lo recordaba. Para empezar, la
Misa era en inglés, y no conocía las respuestas. Era un
sacerdote nigeriano el que estaba celebrando. Siempre recordaré
el momento en que se levantó para leer el Evangelio. No podía
oír ni una sola palabra de lo que decía, sólo oía el fluir
del agua, que brotaba de él y fluía a través de mí. Rompí a
llorar desconsoladamente, porque entendí que ahí es donde yo
pertenecía. Supe que había vuelto a casa. A mi mujer le afectó
todo eso, y creyó que había tenido una crisis. De hecho,
pasamos por una época muy difícil por causa de ello, pero de
una forma extraña, el lado sacramental de mi matrimonio era más
fuerte que antes. Se había enriquecido y vuelto más profundo de
una forma totalmente distinta. Kerry acabó casándose con
Andrew. Ahora tiene dos hijos, y se ha convertido en una
católica muy comprometida. Ha sido una gran bendición para
mí".
Gerald escribió su testimonio 13 años después. Durante ese
tiempo tuvo que hacer cambios, incluso laborales, porque ser
cristiano y político es complicado.
"Yo trabajaba de consejero político, para concejales del
gobierno local, y en gran parte este trabajo consistía en
encontrar maneras de destruir la reputación de tus oponentes,
para promocionar a tu candidato. A veces me pedían que hiciera y
dijera cosas que, como cristiano, creía que no eran correctas
moralmente, pero se daba por supuesto que esas tareas eran parte
del trabajo, así que me resultaba difícil saber qué debía
hacer. Hice todo lo que pude para no transigir, pero no lo
conseguí del todo. Me encontraba con que cada vez me resultaba
más complicado el contraste entre lo que creía y lo que se me
pedía hacer. La situación llegó a un punto en el que ya no
podía seguir trabajando ahí, pero no estaba seguro de lo que
haría".
Finalmente, encontró una oferta para trabajar de dministrador en
el seminario de Westminster. "Era un gran recorte de
salario, y afectaría gravemente mi pensión, pero en cuanto lo
vi me di cuenta de que era el trabajo que Dios quería para
mí".
"Cada vez me doy más cuenta de que se trata de confiar en
Dios y trabajar con Él, porque Él puede más de lo que nos
podemos imaginar. Muy lejos de ver la vida como un sinsentido,
como tuve la tentación de pensar hace tantos años en esa playa
griega, ahora la vida se ha convertido en una increíble aventura
para mí. Demos gracias a Dios".