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MENSAJE DEL
PAPA JUAN PABLO II CON MOTIVO DEL 400° ANIVERSARIO DEL
NACIMIENTO
DE SAN JOSÉ DE CUPERTINO
22 de febrero de 2003
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2003/march/documents/hf_jp-ii_spe_20030317_franciscans-giermek_sp.html
Al reverendísimo
padre
JOACHIM GIERMEK
Ministro general
de la Orden franciscana de
Frailes Menores Conventuales
1. Me ha alegrado saber que vuestra Orden quiere conmemorar
el 400° aniversario del nacimiento de san José de Cupertino,
que tuvo lugar el 17 de junio de 1603, con numerosas iniciativas
religiosas, pastorales y culturales, orientadas al
redescubrimiento de la profundidad y de la actualidad del mensaje
de este fiel discípulo del Poverello de Asís.
En esta significativa circunstancia, me alegra dirigirle a usted
mi más cordial saludo, extendiéndolo de buen grado a la
comunidad franciscana de Ósimo y a los Frailes Menores
Conventuales esparcidos por todo el mundo. Saludo, además, a los
devotos y a los peregrinos que participarán en las solemnes
celebraciones jubilares.
2. Este importante aniversario constituye una singular
ocasión de gracia ofrecida en primer lugar a los Frailes Menores
Conventuales. Deben sentirse impulsados por su ejemplo a
profundizar en su vocación religiosa, para responder con
renovado empeño, como hizo él en su tiempo, a los grandes
desafíos que la sociedad plantea a los seguidores de san
Francisco de Asís, en el alba del tercer milenio.
Al mismo tiempo, este centenario constituye una oportunidad
providencial para toda la comunidad cristiana, que da gracias al
Señor por los abundantes frutos de santidad y sabiduría humana
concedidos a este humilde y dócil servidor de Cristo.
San José de Cupertino sigue resplandeciendo en nuestros días
como faro que ilumina el camino diario de cuantos recurren a su
intercesión celestial. Conocido popularmente como el "santo
de los vuelos" por sus frecuentes éxtasis y sus
experiencias místicas extraordinarias, invita a los fieles a
secundar las expectativas más íntimas del corazón; los
estimula a buscar el sentido profundo de la existencia y, en
definitiva, los impulsa a encontrar personalmente a Dios
abandonándose plenamente a su voluntad.
3. San José de Cupertino, patrón de los
estudiantes, estimula al mundo de la cultura, en
particular de la escuela, a fundar el saber humano en la
sabiduría de Dios. Y precisamente gracias a su docilidad
interior a las sugerencias de la sabiduría divina, este singular
santo puede proponerse como guía espiritual de todas las clases
de fieles. A los sacerdotes y a los consagrados, a los jóvenes y
a los adultos, a los niños y a los ancianos, a cualquiera que
desee ser discípulo de Cristo, sigue indicándole las
prioridades que implica esta opción radical. El reconocimiento
del primado de Dios en nuestra existencia, el valor de la
oración y de la contemplación, y la adhesión apasionada
al Evangelio "sin glosa", sin componendas, son
algunas condiciones indispensables para ser testigos creíbles de
Jesús, buscando con amor su santo rostro. Así hizo este
místico extraordinario, ejemplar seguidor del Poverello de
Asís. Tenía un amor tierno al Señor, y vivió al servicio de
su reino. Desde el cielo ahora no deja de proteger y sostener a
cuantos, siguiendo sus pasos, quieren convertirse a Dios y
caminar con decisión por la senda de la santidad.
4. En la espiritualidad que lo distingue destacan los rasgos
típicos de la auténtica tradición del franciscanismo. José de
Cupertino, enamorado del misterio de la Encarnación, contemplaba
extasiado al Hijo de Dios nacido en Belén, llamándolo afectuosa
y confidencialmente "el Niñito". Expresaba casi
exteriormente la dulzura de este misterio abrazando una imagen de
cera del Niño Jesús, cantando y bailando por la ternura divina
derramada abundantemente sobre la humanidad en la cueva de la
Navidad.
Era también conmovedora su participación en el misterio de la
pasión de Cristo. El Crucificado estaba siempre presente en su
mente y en su corazón, en medio de los sufrimientos de una vida
llena de incomprensiones y a menudo de obstáculos. Derramaba
abundantes lágrimas cuando pensaba en la muerte de Jesús en la
cruz, sobre todo porque, como solía repetir, fueron los pecados
los que traspasaron el cuerpo inmaculado del Redentor con el
martillo de la ingratitud, del egoísmo y de la indiferencia.
5. Otro aspecto importante de su espiritualidad fue el amor
a la Eucaristía. La celebración de la santa misa, así como las
largas horas transcurridas en adoración ante el tabernáculo,
constituían el centro de su vida de oración y de contemplación.
Consideraba el Sacramento del altar como "alimento de los
ángeles", misterio de fe legado por Jesús a su Iglesia,
Sacramento donde el Hijo de Dios hecho hombre no aparece a los
fieles cara a cara, sino corazón a corazón. Con este sumo
misterio -afirmaba- Dios nos ha dado todos los tesoros de su
divina omnipotencia y nos ha manifestado claramente el exceso de
su misericordia divina. El contacto diario con Jesús
eucarístico le proporcionaba la serenidad y la paz, que luego
transmitía a cuantos encontraba, recordando que en este mundo
todos somos peregrinos y forasteros en camino hacia la eternidad.
6. San José de Cupertino se distinguió por su sencillez y
su obediencia. Desprendido de todo, vivió continuamente en
camino, yendo de un convento a otro según las órdenes de sus
superiores, abandonándose siempre en las manos de Dios.
Auténtico franciscano, según el espíritu del Poverello de
Asís, alimentó una profunda adhesión al Sucesor de Pedro y
tuvo un sentido vivo de la Iglesia, a la que amó de modo
incondicional. De la Iglesia, percibida en su íntima realidad de
Cuerpo místico, se sentía miembro vivo y activo. Se adhirió
totalmente a la voluntad de los Papas de su tiempo, dejándose
acompañar dócilmente a los lugares donde la obediencia lo
llevaba, aceptando también las humillaciones y las dudas que la
originalidad de sus carismas no dejó de suscitar. Ciertamente,
no podía negar el carácter extraordinario de los dones que se
le concedían, pero, lejos de cualquier actitud de orgullo o
vanagloria, alimentaba sentimientos de humildad y de verdad,
atribuyendo todo el mérito del bien que florecía entre sus
manos a la acción gratuita de Dios.
7. Y ¿qué decir de su devoción filial y conmovedora a la
santísima Virgen? Desde la juventud aprendió a permanecer
largos ratos en oración ante la Virgen de las Gracias, en el
santuario de Galatone. Luego, se dedicaba a contemplar la imagen,
tan querida para él, de la Virgen de la Grottella, que lo
acompañó durante toda su vida. Por último, desde el convento
de Ósimo, donde pasó sus últimos años, dirigía a menudo la
mirada hacia la basílica de Loreto, secular centro de devoción
mariana.
Para él María fue una verdadera madre, con la que mantenía
relaciones filiales de sencilla y sincera confianza. Aún hoy
repite a los devotos que recurren a él: "Esta es
nuestra protectora, señora, patrona, madre, esposa y auxiliadora".
8. En san José de Cupertino, muy querido por el pueblo,
resplandece la sabiduría de los pequeños y el espíritu de las
bienaventuranzas evangélicas. A través de toda su existencia indica
el camino que lleva a la auténtica alegría, aun en
medio de las pruebas y tribulaciones: una alegría que
viene de lo alto y nace del amor a Dios y a los hermanos, fruto
de una larga y ardua búsqueda del verdadero bien y, precisamente
por esto, contagiosa para cuantos entran en contacto con ella.
Aunque a causa de su intenso y audaz compromiso de ascesis
cristiana este santo podría parecer, a una mirada superficial,
una persona ruda, severa y rigurosa, en realidad es el
hombre de la alegría, afable y cordial con todos. Más
aún, sus biógrafos dicen que lograba transmitir su santa y
franciscana alegría mediante el modo de orar, enriquecido por
atractivas composiciones musicales y versos populares que
entusiasmaban a sus oyentes, reavivando su devoción.
9. Todas estas características hacen que san José de
Cupertino esté espiritualmente cerca de los hombres de nuestro
tiempo. Por tanto, deseo que la celebración de este aniversario
sea una ocasión oportuna y grata para un redescubrimiento de la
auténtica espiritualidad del "santo de los vuelos".
Ojalá que, siguiendo su ejemplo, todos aprendan a recorrer el
camino que lleva a una santidad cotidiana, caracterizada por el
cumplimiento fiel del propio deber diario.
Que para los Frailes Menores de la familia religiosa conventual
sea un luminoso modelo de seguimiento evangélico, según el
carisma específico de san Francisco y de santa Clara de Asís.
Que a los fieles que participen en los varios momentos
conmemorativos, les recuerde que todo creyente debe "remar
mar adentro", confiando en la ayuda del Señor para
responder plenamente a su llamada a la santidad.
En una palabra, el heroico testimonio evangélico de este
atrayente hombre de Dios, reconocido por la Iglesia y propuesto
de nuevo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, constituye
para cada uno una fuerte invitación a vivir con pasión
y entusiasmo su fe, en las múltiples y complejas
situaciones de la época contemporánea.
Con estos sentimientos y deseos, de buen grado le imparto a usted,
reverendísimo ministro general, a sus hermanos esparcidos por el
mundo y a cuantos acuden cada día al santuario de Ósimo, una
especial bendición apostólica, que con afecto extiendo a todos
los que se inspiran en el ejemplo y en las enseñanzas del santo
de Cupertino.
Vaticano, 22 de febrero de 2003
DISCURSO
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II CON OCASIÓN DEL IV CENTENARIO
DEL NACIMIENTO DE SAN JOSÉ DE CUPERTINO
Sábado
25 de octubre de 2003
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2003/october/documents/hf_jp-ii_spe_20031025_st-joseph-copertino_sp.html
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Me alegra
daros mi cordial bienvenida a todos vosotros, que habéis venido
a Roma con ocasión de las solemnes celebraciones por el IV
centenario del nacimiento de san José de Cupertino. Saludo, ante
todo, a los queridos Frailes Menores Conventuales, acompañados
por su ministro general, padre Joachim Giermek, al que agradezco
las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos los
presentes. Dirijo un saludo especial al cardenal Sergio
Sebastiani y a los pastores de las comunidades eclesiales que
participan en esta peregrinación a las tumbas de los Apóstoles.
Por último, os saludo a vosotros, amadísimos peregrinos de
Pulla, Umbría y Las Marcas, lugares particularmente vinculados
al paso terreno y a la memoria del "santo de los vuelos".
Como afirmé en el Mensaje publicado el pasado mes de
febrero, José de Cupertino sigue siendo un santo de
extraordinaria actualidad, porque "está espiritualmente
cerca de los hombres de nuestro tiempo", a los cuales enseña
"a recorrer el camino que lleva a una santidad diaria,
caracterizada por el cumplimiento fiel del propio deber"
(Mensaje con motivo del 400° aniversario del nacimiento de
san José de Cupertino, 22 de febrero de 2003, n. 9: L'Osservatore
Romano, edición en lengua española, 28 de marzo de 2003, p.
5).
2. En efecto, san José es, ante todo, maestro de
oración. En el centro de su jornada estaba la celebración
de la santa misa, a la que seguían largas horas de adoración
ante el sagrario. Según la tradición franciscana más genuina,
se sentía fascinado y conmovido por los misterios de la
encarnación y la pasión del Señor. San José de Cupertino
vivió en íntima unión con el Espíritu Santo; estaba
totalmente poseído por el Espíritu, del que aprendía las cosas
de Dios para traducirlas luego en un lenguaje sencillo y
comprensible para todos. Quienes se encontraban con él
escuchaban con gusto sus palabras, porque, como cuentan sus
biógrafos, aun siendo ignorante de lengua y cojo de
caligrafía, cuando hablaba de Dios se transformaba.
3. En segundo lugar, el santo de Cupertino sigue
hablando a los jóvenes, y en particular a
los estudiantes, que lo veneran como su patrón. Los
impulsa a enamorarse del Evangelio, a "remar mar adentro"
en el vasto océano del mundo y de la historia, permaneciendo
firmemente arraigados en la contemplación del rostro de Cristo.
Mi deseo es que vosotros, queridos jóvenes y estudiantes, así
como vosotros, que trabajáis en el ámbito cultural y formativo,
sigáis el ejemplo de san José, comprometiéndoos a conjugar
la sabiduría de la fe con el método riguroso de la ciencia,
para que el saber humano, siempre abierto a la trascendencia,
avance seguro hacia un conocimiento de la verdad cada vez más
pleno.
4. Por último, san José de Cupertino resplandece como modelo
ejemplar de santidad para sus hermanos de la Orden
franciscana de Frailes Menores Conventuales. Su constante
esfuerzo por pertenecer sólo a Cristo hace de él un icono del
fraile "menor" que, siguiendo el ejemplo del "Poverello"
de Asís, toma a Cristo como centro de toda su existencia.
Fue elocuente su decidido compromiso de orientar
constantemente su corazón a Dios, para que nada lo
separara de "su" Jesús, amado sobre todas las
cosas y personas.
El testimonio de este gran santo, que brilla con una luz singular
en la celebración de este centenario, constituye un mensaje
alentador de vida evangélica. Para los que han abrazado los
ideales de la vida consagrada representa una fuerte invitación a
vivir buscando siempre los valores del espíritu, totalmente
consagrados al Señor y a un servicio necesario de caridad para
con los hermanos.
5. Como todos los santos, José de Cupertino no
pasa de moda. A cuatro siglos de distancia, su
testimonio sigue representando para todos una invitación a ser
santos. Aunque pertenece a una época en ciertos aspectos
bastante diversa de la nuestra, señala un itinerario de
espiritualidad válido para todo tiempo; recuerda el primado de
Dios, la necesidad de la oración y de la contemplación, la ardiente
y confiada adhesión a Cristo, el compromiso del anuncio
misionero y el amor a la cruz.
A la vez que renuevo mi deseo de que las celebraciones por el
centenario contribuyan a dar a conocer mejor al "santo de
los vuelos", invoco sobre los organizadores y participantes
la protección celestial de la Virgen María.
Con estos sentimientos y deseos, os imparto de corazón la
bendición apostólica a vosotros, aquí presentes, a vuestras
comunidades y a los numerosos devotos del santo de Cupertino, de
Italia y del mundo.