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Cuatro etapas en la vida del padre Orlandis

José Mª Romero Baró

Publicado en el libro PENSAMIENTOS Y OCURRENCIAS, Ed. Balmes, Barcelona, 2000.

NACIMIENTO, INFANCIA Y PRIMERA JUVENTUD (1873-1895)

«En la ciudad de Palma de Mallorca, Capital de la Provincia de las Islas Baleares, Obispado de Mallorca, a los dos días del mes de diciembre de mil ochocientos setenta y tres, Yo, D. José Ferriol, Pbro., Cura Párroco de la Parroquia de San Jaime, bauticé solemnemente a un niño nacido a las tres y media de la tarde del mismo día, hijo legítimo de los nobles señores consortes D. Ramón Orlandis y Maroto, y Dª. Luisa Despuig Amer de Troncoso; siendo sus abuelos paternos los nobles señores consortes D. Mariano Orlandis y Da. Ana Maroto, y los maternos los nobles señores consortes D. Juan Despuig y Da. Francisca Amer de Troncoso, todos propietarios y naturales de esta ciudad. Se le puso por nombres RAMÓN NONNATO, FRANCISCO DE Asís, LUIS, MARIANO, JUAN, JOSÉ, PEDRO, JOAQUÍN, BUENAVENTURA, CARLOS, IGNACIO, BALTASAR, MELCHOR, GASPAR, MANUEL, JAIME y LUPO; fueron sus padrinos los nobles señores D. José Orlandis y Maroto, y Dª Magdalena Despuig Amer de Troncoso, ambos solteros, propietarios y naturales de esta misma ciudad, a quienes advertí el parentesco espiritual y obligaciones que por él contraían, siendo testigos don Bartolomé Ferrer y D. Pedro Jerónimo Ferrer, Presbíteros y Coadjutores, naturales también de esta Ciudad, y para que conste extendí y autoricé la presente partida a los dos días del mes de diciembre de mil ochocientos setenta y tres. José Ferriol, Pbro. Rubricado».1 Así se expresa la partida de bautismo -en cuyo margen se lee «El noble señor Ramón Nonnato Orlandis Despuig»- de quien pasando el tiempo había de ser el fundador de Schola Cordis lesu en Barcelona.

El linaje de los Orlandis -escribe el historiador mallorquín Miguel Ferrer Flórez-2 cuenta con una antigua y muy noble procedencia de la que podemos dar algunas muestras.

En el siglo XII la familia está afincada en Pisa y merece destacarse que Aldobrando Orlandis portó el estandarte de Santa María la Mayor, acompañando a Ramón Berenguer de Barcelona cuando éste decidió la que fue primera conquista de Mallorca, en 1114.

Benito Orlandis, que como otros muchos habitantes de Pisa abandonó esta ciudad al ser ocupada por Florencia a principios del siglo XV, pasó a Mallorca y casó con doña Juana Cilia y Cotoner.

Antonio Orlandis Prats, en 1613, fue Consejero y Secretario del rey Felipe 111 en el Sacro, Supremo y Real Consejo de Aragón.

En el siglo pasado, Pedro y Mariano Orlandis Maroto, hermanos de su padre, ingresaron el primero en la Trapa y el segundo en la Compañía de Jesús. Este último fue de 1871 a 1876 provincial de Aragón y al año siguiente, estando destinado en Palma, tuvo el gozo de ver, antes de morir, devuelta a los jesuitas la iglesia y convento de Monti-Sion en la que había residido san Alonso Rodríguez.

Por parte de su madre, también el Padre Orlandis entronca con la mayor nobleza, pues Gilaberto Despuig, también con Ramón Berenguer 111 participa en la reconquista de Tortosa. Entre otros muchos personajes ilustres, dos miembros de esta familia fueron grandes Maestres de la Orden de Malta y el cardenal Antonio Despuig Dameto, arzobispo de Sevilla e hijo de Ramón Despuig Cotoner-conde de Montenegro y de Montoro- sostuvo con sus rentas al Papa Pío VI durante su destierro (1798-1799).

La familia en la que el P. Orlandis nació y creció -según refiere Miguel Ferrer- desempeña en el siglo XIX una función particular determinada por un doble condicionamiento: la fidelidad a los principios religiosos y su adscripción al carlismo. En realidad, se trata de una misma cuestión, pues su dedicación y apoyo a la causa carlista implicaba el respeto que se mantenía a la causa de Dios y este principio influyó hasta tal punto que algunos de sus miembros dedicaron sus vidas de modo activo al servicio de tan noble ideal.

Muerta su madre a los pocos días de nacer él, Ramón creció con sus hermanos Pedro3, Concepción4 y Juan5 «bajo la tutela de su padre, amantísimo, pero de carácter rectilíneo y adusto en demasía jamás le dio ni un beso- y en el ambiente familiar hondamente cristiano y tradicional»6. Así pues, en este ambiente cristiano, acomodado y sosegado se moldeó en su infancia ese carácter del que destaca la fina sensibilidad que más tarde mostraría en sus poesías, y «su interés por la marcha del mundo y los acontecimientos políticos, que se manifestó precozmente; su padre, bromeando, le llamaba "Metternich" y el servicio de la casa le escuchaba con avidez».7 Por lo demás, su primera formación escolar la recibió en casa, «donde aprendió los rudimentos de gramática con maestro particular».8

A los doce años se trasladó a Valencia para estudiar con los PP. Jesuitas en el colegio de San José, y empezó ya a cosechar premios y distinciones en latín, griego, matemáticas y física. Terminado el Bachi¬llerato en 1892, pasa inmediatamente a la Universidad de Deusto, obteniendo en tres años la Licenciatura de Filosofía y Letras y Derecho con sobresalientes. Ya por entonces tenía decidido entrar en la Compañía.9

Como es lógico suponer, con tan apretado currículum poco tiempo tuvo para residir en Mallorca. Sin embargo, durante las vacaciones se reunía con el resto de la familia en la finca de Punta de Amer, en la costa oriental de la isla. Allí sí le quedaba tiempo para tertulias literarias con los hermanos Antonio y Miguel Alcover, y el poeta Miguel Costa y Llobera, quien resumía sus dotes poéticas diciendo que «la seva nota dominant es la noblesa de l'entonació y certa sobrietat horaciana».10

NOVICIO Y ESTUDIANTE DE LA COMPAÑÍA DE .JESÚS (1895-1908)

Seguro de su vocación, como se ha dicho, en noviembre de 1895 entró en el noviciado de Veruela, a punto de cumplir los veintidós años. Dado que ya tenía terminados sus estudios universitarios, tras dos años de noviciado comenzó a estudiar Humanidades, y -al ser también un alumno aventajado- el Hno. Orlandis fue profesor en el juniorado de griego, latín, historia y poética desde 1898 hasta 1902. Narran sus discípulos de entonces que les comunicaba en sus clases un entusiasmo tal que «del vigoroso empuje que dio a los estudios de Humanidades resultó una nueva orientación de los mismos, que aceptó plenamente la Compañía para lo sucesivo».11 Elaboró una sintaxis de gramática griega, que era modelo de precisión y claridad, y que fue encomiada por Menéndez Pelayo. «Era una delicia aprender griego con el P. Orlandis; nada de monotonía de áridos preceptos; todo era allí vida y movimiento; la luz de los autores griegos iluminaba el estudio de su lengua maravillosa; y aprendíamos a entrar con la llave del idioma en los tesoros que nos ofrecían en raudal directo los más excelsos artistas de la palabra humana».12

Las Humanidades ya no estarían a partir de ahora al servicio de las tertulias literarias; por el contrario, «vio que la preceptiva literaria, en la teoría del estilo y en los fines y medios de los géneros literarios, debía cimentarse en una sólida y recta doctrina estética»13 que teniendo sus raíces en la Metafísica y en la Psicología de la Filosofía perenne, y concretamente en la doctrina del Doctor Angélico, no se perdiese en las nebulosidades de la estética racionalista y panteísta, sino que fuese del todo conforme a las leyes de la naturaleza humana, y fuese iluminada y dirigida por la luz de la Revelación divina, enseñada por el magisterio de la Iglesia Católica. [...] Había de enseñar una estética que, siendo auténticamente filosófica, sirviese prácticamente para que nos pusiésemos en contacto íntimo con los autores clásicos, sorprendiésemos sus valores artísticos, les sorbiésemos los alientos y acertásemos a penetrarnos de sus excelentes cualidades para que, transfundidas en nuestro espíritu, supiésemos pensar rectamente como ellos, como ellos sentir honda y equilibradamente, y derivar a nuestras lenguas de ahora las dotes de claridad diáfana, de elegancia sobria y del sentido de orden, de medida y de decoro que esmaltan aquellos escritos inmortales.14

Corren, pues, apretados sus años de estudiante, que intercala con el magisterio, hasta que se ordena sacerdote en 1908, en un altar de la Iglesia Parroquial de Tortosa, donde radica el Colegio Máximo en el cual ha cursado sus estudios de Filosofía, Teología y Sagrada Escritura. Luego «hizo la tercera probación en la Santa Cueva de Manresa [... y] en el año 1910 hizo la Profesión solemne».15

MAESTRO EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS Y CONFESOR EN BARCELONA (1908-1921)

Se inicia entonces una tercera etapa en la vida del P. Orlandis, enseñando Teología Sacramentaria y Teología Moral, primero en Tortosa y más tarde en Sarriá, donde se trasladó el Colegio Máximo, aunque alternando la docencia con «algunos ministerios de apostolado externo, algo variado: Congregaciones Marianas, Catecismos, Centros Obreros, etc., pero como cosa secundaria, como de paso. Entre éstos, ya en Tortosa empieza a dedicarse preferentemente al confesionario».16

En cuanto a esta etapa de docencia, ¿qué mejor que recordar lo que nos narra uno de sus discípulos? En efecto, el P. Cayuela nos dice, entre otras muchas cosas: «nunca olvidaré una clase que nos hizo sobre el Sacramento de la confirmación, en la que rayando lo sublime su exposición doctrinal, nos conmovió profundamente el alma al hacernos sentir y aún vibrar al unísono de su espíritu con el cotejo de lo que fue para los cristianos de la primitiva Iglesia este Sacramento del Espíritu Santo, y lo que por desgracia es hoy para los cristianos de nuestros tiempos. "Nos falta fe -clama con acento de íntima convicción- nos falta muchísima más fe en lo que es, en lo que vale y en lo que puede este gran Sacramento, por el cual se nos da con más plenitud el Espíritu santo, el Vivificante, que viene a dar el impulso de desarrollo a la vida de la Gracia que recibimos en el Bautismo, y nos hace atletas, combatientes de Cristo, para que al defender nuestra misma vida de la Gracia de todos los enemigos que la asedian y la combaten, luchemos con las armas de la fortaleza del Divino Espíritu, como soldados del Reino de Cristo, contra los poderes del reino de Lucifer." ¿No eran estas palabras como un prenuncio de lo que tan admirablemente había de enseñar e inculcar como director de Schola Cordis Iesu?».17 En cuanto a la Teología Moral, «la enseñó con sorprendente destreza y resultado. Ponía in bono lumine los principios morales; y de ellos derivaba, no en casuística menuda, sino como desarrollo luminoso de los mismos principios, como consecuencias íntimamente ligadas con ellos, las aplicaciones a la vida práctica. Tenía una santa ojeriza al Modernismo en la Moral, en las costumbres; lo delataba, lo refutaba; y por eso tuvo una de las más grandes alegrías de su vida cuando años adelante el Papa Pío XI publicó su encíclica Quas primas, en la que vio enseguida lo que en realidad era, una condenación del Modernismo moral y práctico, como lo había sido del Modernismo dogmático e histórico la encíclica Pascendi de San Pío X, con el decreto Lamentabili».18

Pero esta tercera etapa de su vida preparó ya la siguiente. «La amorosa disposición de la Divina Providencia quiso que se completase esta preparación teológica del Padre para su gran vocación, dirigiendo a sus Superiores para que le encargasen la enseñanza de la Historia Eclesiástica. Todo lo anterior lo había tomado con el empeño del varón obediente y con la afición del hombre apasionado por la verdad revelada; pero esto último lo emprendió con verdadera ilusión. Desde entonces fue su campo predilecto. Vio que a los hechos que narra la Historia se les había de dar una explicación teológica; y siguiendo los pasos de San Agustín, de Paulo Orosio, de Bossuet, y más recientemente del P. Enrique Ramière, se propuso entender y enseñar la Teología de la Historia. Lo hizo con pasmosa competencia y con dedicación ardiente».19

Por otro lado, aquellos ministerios de «apostolado externo» -es decir, de apostolado desarrollado entre personas que no necesariamente habían de tener relación con la Compañía- y que eran desempe¬ñados antes «como cosa secundaria y como de paso», fueron ocupando el centro de la actividad del P. Orlandis, y así le ocurrió estando ya en Barcelona. «Al ser destinado a la residencia de la calle Lauria, el año 1921, con el cargo de director del Apostolado de la Oración, se le asignó un confesionario en la iglesia de la calle Caspe. Uno y otro ministerio fue la oportunidad providencial que le dio el Señor para que llegase al perfecto conocimiento de las almas y de la sociedad, que todos admiramos en él, y que le era tan necesario para corresponder plenamente a la específica vocación con que el Corazón de Nuestro Señor le había distinguido.

Un amplísimo sector de la sociedad barcelonesa acudió a su dirección espiritual en las largas horas que dedicaba al confesionario».20 Se sabía desde hacía tiempo que era un confesor modélico: «los ensayos de "confesiones" en que el Padre era el "penitente" y el alumno que daba la lección el "confesor" eran inimitables. Como "penitente" demostraba un conocimiento tan extraordinario de los repliegues del corazón y del sentimiento, de las sutilezas de la inteligencia y de las condiciones y circunstancias de todas las clases sociales, que allí salía a relucir la inmensa gama de matices que puede revestir un hecho, importante o trivial, de modo que estrechaba tanto al "confesor" que literalmente "sudaba". Esto explica su éxito de años más tarde cuando pudo decirse que "confesaba a todo Barcelona"».21

Sin embargo, no todo fueron éxitos en esa etapa de magisterio dentro de la Compañía, mezclada con la dirección espiritual fuera de ella. El P. Solá indica que ese teólogo de la Historia que era el P. Orlandis, «tenía un corazón que no aspiraba más que a ser "secundum Cor lesu" y procurar con todas sus fuerzas el Reinado de Cristo en la Tierra. »Esta idea del reinado Social de Cristo lo tenía tan en su entendimiento y en su corazón que empujó a su sobrino, el P. Ramón Rovira, eminente Profesor de Sagrada Escritura, a que estudiase y escribiese sobre el Milenarismo. En aquellos momentos era muy mal mirada esa doctrina y el P. Rovira se encontró en un ambiente hostil. El P. Orlandis padeció mucho al ver que por ello su sobrino había perdido la Cátedra, pero el Señor premió al defensor de su Reinado en la Tierra, con la gracia del martirio. El P. Rovira estará ahora con los mártires del Apocalipsis, que tanto apreciaba, clamando justicia a Dios (Apoc 6, 10)». «También al P. Orlandis le costó la pérdida de su docencia de Teología Dogmática, Patrología, Moral, Historia de la Filosofía, que sucesivamente fue enseñando a los estudiantes jesuitas de Teología o Filosofía»22. Parecería que al final de la década va a reemprender la docencia, pero no será así: «el curso 1928-29 vuelve a Sarriá para enseñar Historia Eclesiástica y Patrología a los teólogos, e Historia de la Filosofía a los filósofos. En agosto de 1929 se traslada definitivamente a Barcelona para dedicarse de lleno al Apostolado de la Oración. Está ya plenamente centrado. Sin embargo, los acontecimientos políticos de 1931, con la ocupación de los edificios y bienes de la Compañía de Jesús en 1931-32 y la guerra civil de 1936 a 1939, impidieron al P. Orlandis desarrollar sus planes pero le dieron tiempo para pensar y planear»23. Así pues, la futura orientación del P. Orlandis pasa por el abandono del magisterio en el seno de la Compañía de Jesús y se encamina decididamente hacia el apostolado de los laicos en la Barcelona convulsa de los años veinte y treinta, aquejada de grandes males y necesitada de grandes remedios.

EL APOSTOLADO SEGLAR Y SCHOLA CORDIS IESU (1921-1958)

Vale la pena detenerse a analizar esa primera década para entender la definitiva orientación del P. Orlandis, pues el objetivo que centraba su interés no era otro que el de infundir nueva vida al Apostolado de la Oración, que tan bien conocía, eligiendo para ello precisamente a las almas más débiles y necesitadas. «Hace cosa de diez años, nos dice, se me fue presentando al pensamiento un como esbozo de agrupación, así de varones como de mujeres; esta agrupación se me antojaba que había de ser aquella legión de almas pequeñas, instrumentos y víctimas del Amor Misericordioso de Dios, objeto de los deseos y de las esperanzas de Santa Teresita del Niño Jesús».24 El Padre Orlandis estaba convencido de que nuestros tiempos necesitan eliminar las barreras arquitectónicas -de ahí el símil del «ascensor»- que hacen difícil el acceso de los «débiles, apocados, ciegos y cojos» al Amor Divino de Jesús.25

Pero ese esbozo de agrupación había nacido siguiendo -sin conocerlas- las directrices pontificias de lo que más tarde sería el Apostolado Seglar: «conocimiento del mundo actual y de sus necesidades», profundización doctrinal» y «profundización de una vida espiritual». Estas tres directrices fueron otros tantos «escalones» en la pauta que marcó el P. Orlandis, y recibieron los Sucesivos nombres de Juventus, Schola, y Schola Cordis Iesu. En efecto, algunos de aquellos jóvenes congregantes26 emprendieron el «"conocimiento del mundo actual y de sus necesidades" en aquella época en que en España teníamos a Primo de Rivera, en que Alemania funcionaba aún bajo la democracia de Weimar sin sospechar los tremendos paroxismos con que iba a conmover al mundo, cuando Mussolini estaba caminando hacia Su cénit, y cuando, Sobre todo, aún parecía una realidad la persistencia de una "pax britannica" y el coloso ruso no parecía más que un fantasma anarquizante y caótico que muchos optimistas se empeñaban en creer había de autodestruirse».27

La «profundización doctrinal» se llevó también a cabo en Schola, que «nació, coincidiendo con las angustias de la disolución de la Compañía y con los avatares de la República. Mas la Providencia velaba. Schola, como reza su nombre humilde y discreto, era esto: una escuela. Su biblioteca -única en su género- que por Sí sola proclama la personalidad del P. Orlandis, fue el utensilio, la herramienta con que se forjó el hogar de donde, con el tiempo, surgiría CRISTIANDAD»28. Por último, «la "profundización de la vida espiritual" tuvo un nombre: el que adoptó, al prolongar el suyo, con santa humildad y audacia Schola. En adelante, a partir del fin de la Guerra española, se llamaría Schola Cordis Jesu. Escuela de amor, de humildad, de oración, de Súplica, pero, sobre todo, de la virtud que más a fondo nos quiso "meter" nuestro Padre, esta virtud tan desconocida como esencial y necesaria, más esencial y necesaria que nunca, precisamente en nuestros pobres tiempos: la ESPERANZA»29.

Así pues, tras dos décadas de dificultades y vicisitudes, esta última etapa de la vida del P Orlandis conoció todavía otras dos décadas llenas de fecundidad en el seno del apostolado entre los seglares de Schola Cordis lesu (con sus conferencias semanales, los ejercicios, la dirección -y adopción-30 espiritual, la inspiración y animación de la revista Cristiandad...), hasta su muerte el 21 de febrero de 1958 -cuando los almendros ya están en flor- en la enfermería de Sant Cugat, donde finalmente se había trasladado el Colegio Máximo, y en cuyo cementerio se encuentra enterrado.

Que sirvan como colofón a su vida estas palabras de una de sus poesías, que también nos hablan de esperanza:

Ya la terra somriu en primavera
ya el món torna a florir
[...] ara s'obrin les flors per les planuras
ara s'obrin les flors per los turons,
ara s'obrin també per no tancarse
les meves ilusions».
31

Notas:

1. Vease «El noble señor Ramón Nonnato Orlandis Despuig», de María Asunción López Suñé, en Cristiandad, núm. 331 (de septiembre de 1958), pp. 5-9.

2. «Ramón Orlandis Despuig, S.I.: Dios, familia y poesía» (1), Cristiandad, núm. 764 (1995).

3. Poeta insigne, nueve años mayor que Ramón, murió a los 33 años en el seminario de Salamanca.

4. Casada con D. Joaquín Rovira y Merita, conde de Rótova, padres del P. Juan Rovira Orlandis, S.I., martirizado en Roquetas en 1936.

5. Padre de Juan Orlandis y Habsburgo-Lorena.

6. Mª Asunción López Suñé, art. cit. Véase el «Ego» o relato autobiográfico escrito por el P. Orlandis al ingresar como novicio en Veruela, reproducido por el P. Francisco de Paula Solá, S.I., en Cristiandad, Núms. 708-709 (1990), pp. 3-7.

7.

8.

9. «No olvidéis que hay un examen mucho más trascendental, el de toda la vida ante el Juez Supremo», les había dicho el P. Aguirre, joven profesor en Deusto, a quines con él se examinaban; «estas palabras, meditadas -decía después el P. Orlandis- decidieron mi entrada en la Compañía.» (Ver «A modo de crónica», por el P. José Mª Murall en Cristiandad, 331 (1958), pp.10-15). En el autobiográfico «Ego» ya citado, señala: «Mi vocación comenzó el año mil ochocientos noventa y tres, y durante algún tiempo, vacilé; por fin, habiéndome aconsejado bien y examinado el asunto, confirmado en mi vocación, fui admitido a la Compañía de Jesús».
Podemos encontrar un eco de ese «vacilación» en las siguientes palabras: «no admiraba ni tenía confianza en lo humanamente grande o prestigioso. Me dijo en varias ocasiones que cuando él entró en el noviciado, después de haber estudiado en Deusto Derecho y Filosofía y Letras, ya tenía la convicción de la inutilidad de aquella prestigiosa Universidad, ya se entiende que en orden al bien de la Iglesia. Y daba la razón de su convicción: "en Deusto todos éramos de familias aristocráticas o muy ricas; ya entendí entonces que esto no podía conducir a ninguna parte"» (Francisco Canals Vidal, «Mis recuerdos del P. Orlandis», en Cristiandad, núms. 801-802 (1998), pp. 39-42.

10. Fragmento de una carta de Costa y Llobera al Dr. Rubió y Lluch de 6 de junio de 1895, reproducida en el artículo «El noble señor...», citado, p. 8. Tomás Forteza, en un artículo publicado en el semanario Mallorca Dominical el 28 de noviembre de 1897, compara a los dos hermanos poetas diciendo: «En Ramón volava més amunt, en Pere penetrava més endins».

11. J.M. Murall, art. cit., p. 11. «El eminente escriturista P. Bover no se recataba de decir que "vivía de la formación recibida del Hno. Orlandis"».

12. Roberto Cayuela en «Un Maestro» (Cristiandad, núm. 331 (1958), pp. 16-20). «Mucho más tarde, en el ocaso de su vida, a sus ochenta años, traduciría directamente del hebreo los más grandes pasajes del Libro de Isaías, dando a su admirable versión no sólo la fuerza expresiva y la hermosura soberana del original, sino también, cuanto cabe en idioma tan distinto como el castellano, el mismo armonioso y robusto ritmo del gran profeta».

13. «Me parece que aún estoy asistiendo a sus clases de estética. Después de exponer las varias definiciones de la belleza, se quedaba él con aquella del Doctor Angélico: "belleza es la incandescencia de la verdad"». R. Cayuela, art. cit, p.18.

14. R. Cayuela, cit., pp. 17-18.
De su tomismo nos dice el P. Murall: «Desde luego que el P. Orlandis era tomista, pero no fanático incondicional. Él mismo contaba que cuando leyó el índice de la Summa quedó admirado y suspenso por la armonía de la construcción arquitectónica del sistema. La sistematización, que nunca deja Santo Tomás, era lo que encontraba a faltar en otros teólogos que, con frecuencia, se deslizan hacia la apologética» (cit., p.13). «Los jesuitas jóvenes -le decía el P. Orlandis al P. Murall- o serán tomistas o existencialistas o cualquier otra cosa, pero no serán ya suaristas» (Francisco Canals Vidal, «Mis recuerdos del P. Orlandis», en Cristiandad, núms. 80-802 (1998), pp. 39- 42.

15. J. Mª Murall, art. cit., p.13.

16. J.Mª Murall, art. cit., p. 13. Luis Creus Vidal nos habla de un grupo de jóvenes que pertenencia «casi todos» a la Congregación Mariana dirigida por el P. Vergés, en «Juventus. El origen de "Schola Cordis Iesu"», Cristiandad, núm. 331, pp. 25-26. Como podrá verse en lo que sigue, su labor de confesor y director espiritual terminó por ser el centro de su apostolado.

17. R. Cayuela, cit., p. 19.

18. Ibíd., íd.

19. R. Cayuela, Ibíd., íd. En concordancia con este relato, podemos leer: «El primer núcleo de libros lo consiguió merced a un donativo que, en gratitud a su dedicación espiritual le hizo un buen amigo suyo, el Sr. Janer. Con él pudo comprar los importantes fondos de una librería francesa de nuestra Rambla dels Estudis que su dueño, el Sr. Bargés, estaba liquidando. Eran estos fondos un conjunto de obras -memorias, estudios y documentos coetáneos- sobre historia de los siglos XVI al XIX, colecciones de revistas, como "L'Univers" y la "Revue des Deux Mondes", y varios tratados de historia, como el Pastor, el Oncken, el Weiss, el de la Universidad de Cambridge, etc.» (Pere Basil, «La Biblioteca de Ramón Orlandis», en Cristiandad, núms. 708-709 (1990), pp. 11-12).

20. R. Cayuela, art. cit., p.19.

21. J.M. Murall, art. cit., p.13.

22. Francisco de P.Solá, art. cit., p. 5.

23. Ibíd., íd. Durante la guerra, el P. Orlandis fue ocultado en casa de su hermana, y su Biblioteca se salvó por mediación del Dr. Rubió i Balaguer.

24. «Pensamientos y ocurrencias, escritos por el P. Orlandis en 1934» (Cristiandad, pp. 21-23).

25. El P. Orlandis presenta la «verdadera inteligencia del Corazón de Jesús» como una secuencia cada vez más suave (como un vado) que va desde las revelaciones de Paray-le-Monial a Santa Margarita María de Alacoque hasta el P. Ramière y Santa Teresita, afirmando: «en la forma que tiene Santa Margarita María de proponer la devoción al Corazón de Jesús y aun en su mismo estilo, hay un no sé qué de heroismo y austeridad, que bien podría ser que arredrara a no pocas almas enfermizas y pusilánimes de nuestros días.
»En los libros del P. Ramière se encierra una tal luz y profundidad de doctrina, que bien pudiera no estar al alcance de no pocas inteligencias débiles, de no pocos espíritus anémicos y apocados.
»A estas almas pobres y débiles, miopes y enfermizas, quiere que llegue también su llamamiento misericordioso el bondadoso Corazón de Jesús, que invita a su banquete a los ciegos, cojos, etc., y les sana como médico Divino. Como mensajera de sus misericordias inefables con estas almas débiles y pequeñas envía el misericordioso Jesús a Santa Teresita, para que reciban aliento, luz y confianza los pobres enfermos de espíritu tal vez menospreciados o deshauciados de sus maestros y médicos.» (Ibíd., p. 22).

26. Véase la nota núm. 16.

27. Luis Creus Vidal, art. cit., p. 26. Después de la marcha de Mussolini sobre Roma en 1922, Victor Manuel 111 le encargó la formación de gobierno.

28. Ibíd., íd.

29. Ibíd. «La Esperanza, decía el P. Orlandis, es la como la flor de la Fe», del mismo modo que las obras (la Caridad) son el fruto.

30. «Yo soy obra del P. Orlandis, nos dice Pau López, y muchas personas - entre las que me cuento- tenemos escritas por él -y de una forma profunda y sublime- muchas páginas del libro de nuestras vidas», en «La obra del Padre Orlandis» (Cristiandad, núms. 708 - 709 (1990), pp. 8-10, p. 10).
«Su acción ha permanecido en nuestro interior, sus palabras no han podido ser olvidadas, y la misteriosa maduración de lo que por ellas sembró ha sido causa de que hayan sido mejor comprendidas cuanto más lejanas en el tiempo. Así el Padre Orlandis sigue siendo, para mí, padre y maestro, también a partir de su muerte y hasta hoy» (Francisco Canals, art. cit., p. 39).
Ambos autores coinciden en señalar la humildad como condición de sus enseñanzas: «honradamente creo que la obra del P. Orlandis es un ejemplo de superación humilde y confiada de la mediocridad; con razón era tan devoto de Santa Teresita de Lisieux» (Pau López, ¡bid.); «sin duda para prevenir toda deformación "intelectualista" me dijo muchísimas veces: "si lo que buscas es hacerte un sabio no hace falta que vuelvas por aquí '. [...] El Padre Orlandis daba gracias a Dios y se sentía feliz por el hecho de que sus orientaciones, salidas de lo más íntimo de su propia vida y actitud espiritual, alejaban inevitablemente a los pedantes, a los buscadores de triunfo humano, a los ambiciosos de prestigio y de éxito resonante. "Los que se acercan a mí quedan inmediatamente humillados". Lo consideraba una gracia de Dios.» (Francisco Canals, ibídem).

31. Recogido por María A. López Suñé en «Schola Cordis lesu, hoy» (Cristiandad, núms. 588-589 (1980), reproducido en Cristiandad, núms. 708 -709 (1990), pp. 29-30).