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El crecimiento de Cataluña con población y dinero afluyente desde las otras regiones de España en la Edad Contemporánea

Hay un flujo de dinero desde las otras regiones de España a Cataluña, debido al arancel proteccionista, que le da a Cataluña toda España como mercado reservado, cuando los textiles catalanes son peores y más caros que los ingleses,
y hay también un flujo de población desde las otras regiones de España a Cataluña, como mano de obra abundante y barata de las industrias que se instalan en Cataluña financiadas por las otras regiones de España gracias al proteccionismo.
El crecimiento de la población de Cataluña se mantiene, hasta el final de la II República, al mismo nivel que la del conjunto de España, supliendo con los emigrantes de las otras regiones de España su menor natalidad desde finales del siglo XIX, como factor básico de la intensificación de su industrialización diversificada con otros sectores además del textil.
(En los años anteriores del XIX, Cataluña no tenía menor natalidad que las otras regiones españolas y añadía la inmigración a su demografía;
pero en el libro publicado en 1935 por Josep Antoni Vandellós, Catalunya, poble decadent, se constata el declive de la natalidad de la población catalana desde finales del XIX, como ya se ha indicado).

Después, en la época de Franco, Cataluña experimenta otra aceleración aún mucho mayor de su crecimiento y de su peso en el conjunto de España, debido a una emigración también sobreincrementada desde las otras regiones españolas, porque es en Cataluña, mucho más que nunca, donde se crean más puestos de trabajo con el dinero que multiplicadamente ahora afluye allí desde las otras regiones de España debido al proteccionismo:

Años

1787

1834

1860

1877
Población de Cataluña 802.000 1.139.000 1.674.000 1.757.000
Peso en España

7'8%

8'5%

10'7%

10'5%

Barcelona llega a 100.000 habitantes en 1808; tiene en 1850, 175.000; en 1880, 346.000; en 1910, 560.000. En 1930 pasa de 1.000.000.

Durante la época de la Restauración:

Años 1877 1900

1910

1920 1930
Población de Cataluña 1.757.000 1.972.000 2.085.000 2.365.000 2.729.380
Peso en España 10'5% 10'6%

10'5%

10'75% 11'42%

Durante la época de Franco:

Años 1940 1950 1960

1970

1973
Población de Cataluña 2.900.000 3.214.400 3.883.140 5.122.000 5.366.160
Peso en España 11'11% 11'48% 12'69%

15'1%

15'42%

En la época de la transición hacia la actualidad:

Año 1983 2007
Población de Cataluña 6.106.100 7.197.174
Peso en España 15'86% 15'93

Cataluña aumentó su PIB de 22.617 a 78.118 millones,
su peso en la economía española del 17'7% al 19'1%
y el empleo de 997.000 asalariados hasta 1.874.000
durante el desarrollismo franquista entre 1955 y 1975

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La población de Vascongadas pasa del 2'8% al 3'7%, entre 1877 y 1930. Este crecimiento, que tiene las mismas causas, también se acelerará en la época de Franco: en 1973, la población de Vascongadas llegará a ser el 5'65% de la del conjunto de España.

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Porcentaje de variación de la población residente de 1930 a 2000

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Los catalanes recibimos 4.000 millones más de lo que pagamos

esRadio 2012-09-21

Dieter Brandau ha entrevistado en Es Noticia a Antonio Sanz, responsable de asuntos económicos de Convivencia Cívica de Cataluña, organización que ha realizado recientemente un informe llamado Las trampas de la balanza fiscal de Cataluña. En el documento "ponemos los números muy claros y éstos no corresponden con las fantasías que vende el gobierno catalán".

De esta forma, ha explicado Sanz, "los famosos 16.000 millones de euros que nos venden todos los días de expolio fiscal, nosotros pusimos de relieve que en realidad eran 4.000 millones de euros, pero de superávit fiscal". Es decir, "4.000 millones más que estamos recibiendo los ciudadanos de Cataluña por encima de lo que pagamos en impuestos al Estado".

Según Antonio Sanz, "a nadie tiene que sorprender este dato porque mientras en la Comunidad de Madrid el Estado recauda 70.000 millones de euros al año, en Cataluña sólo recauda 30.000".

Por tanto, lo de los 16.000 millones famosos "es un mantra que está plagado de artificios contables, infla los impuestos que pagan los catalanes agregando impuestos que pagan en realidad el resto de ciudadanos de España".

Sanz ha puesto como ejemplo el IVA: "cuando un ciudadano de Sevilla, Madrid o Gijón compra un producto catalán, el IVA de ese producto lo ha pagado él, sin embargo el gobierno catalán se lo atribuye en la balanza fiscal a Cataluña".

Preocupación empresarial

"Creo que existe una gran preocupación en los empresarios catalanes, pero percibo una sensatez que esperemos que al final pare este intento de llevarnos al abismo", ha matizado Antonio Sanz.

Por último, ha indicado que "las empresas catalanas venden al resto de España 7 veces más de lo que venden a Francia". De esta forma, "hay unos señores que quieren poner una frontera y que nosotros vendamos al resto de España lo mismo que vendemos a Francia lo que significaría 60.000 millones de euros menos del PIB".

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Balanzas fiscales de las Comunidades Autónomas publicadas en julio de 2015 por el Ministerio de Hacienda

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Caixabank absorbe el 3 de agosto de 2012 a Banca Cívica que integró a Caja Navarra y que vale un 38% menos que un año antes

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Cataluña: los planteamientos incomprensibles

Juan Velarde 26.12.2012 LD

Desde mediados del siglo XIX Cataluña ha sabido enlazar a las mil maravillas sus problemas económicos con la política general española. Por una parte, encabezó la política proteccionista: triunfó en la pelea por el arancel, gracias a lo cual consiguió ventajas notables sobre la otra zona de industrialización naciente, Andalucía, que quedó apartada definitivamente de los puestos clave de ese desarrollo.

Esta política proteccionista tenía una proyección ultramarina, particularmente hacia Cuba. De hecho, parte notable del problema cubano derivó de ahí. La isla vendía a precios internacionales el azúcar y el tabaco, pero tenía que adquirir productos españoles, y en ello Cataluña desempeñó un papel fundamental. En relación con Cuba surgieron mil actividades y nombres catalanes, que quedarán ahí para siempre, desde Bacardí a Partagás. Que la alta burguesía de La Habana ofreciese, en plena calle, un fajín de general al caudillo separatista Maceo se debe, en buena medida, precisamente a esa conexión peninsular con ventajas para el mundo empresarial catalán.

En 1898 todo esto desapareció, pero no los movimientos catalanes para preservar sus negocios. Cuando, para poner orden en la Hacienda desequilibrada por la guerra, Fernández Villaverde decide un aumento impositivo, en Cataluña surge la réplica del Tancament de Caixes: se trataba de no pagar, y cuando Hacienda interviniese el negocio afectado y lo sacase a subasta, todo el mundo se abstendría de comprarlo, siquiera por una humilde peseta. Sin haber pagado nada al Fisco, el antiguo dueño volvería a hacerse cargo él.

Por supuesto, en esa etapa no todo fueron beneficios. Hubo un momento, que ha quedado en la historia económica con el nombre de la febre d’or, en que se produjo una burbuja especulativa con acciones de bancos. Quien abría una entidad crediticia veía que ante sus puertas se aglomeraba la gente... no para llevar dinero o para pedir crédito, sino para comprar acciones. Hasta los masones pusieron en marcha la Banca de los Caballeros Kadosch. Como siempre, el estallido de la burbuja hundió muchas fortunas. El Banco de Barcelona se vino abajo al concluir la I Guerra Mundial. Como ha relatado primorosamente Juan Muñoz, el abandono de las entidades crediticias se acentuó. A fin de salvar lo que se pudiera salvar, Cambó pergeñó la Ley de Ordenación Bancaria de 1921, que creó una situación nueva... para toda España, claro.

La financiación de la exportación de productos catalanes al resto de la nación se hacía mediante bancos radicados en Madrid y Bilbao, pero aseguraba, junto con el proteccionismo –acentuado, precisamente, por Cambó–, la creación de un sistema autárquico, según expresión del gran economista catalán Perpiñá Grau, que beneficiaba de modo extraordinario la actividad industrial catalana.

He citado a Cambó. Su papel en la defensa de los intereses económicos de Cataluña se había hecho palpable en plena Gran Guerra, en que los beneficios de los industriales catalanes –y los de toda España– coexistían con la muy mala situación del mundo proletario. El ministro Alba decidió crear un impuesto sobre los beneficios extraordinarios generados por la contienda para disponer de medios de ayuda a los desheredados. Cambó se negó radicalmente. Jesús Pabón relata magníficamente cómo el dirigente catalán recorrió España para encontrar apoyos –desde Ramón de la Sota y el naciente nacionalismo capitalista vasco hasta el marqués de Comillas, sin olvidar a los carboneros vinculados a Melquíades Álvarez–, y en el Congreso de los Diputados pronunciará un duro discurso. Cuando un correligionario le preguntó hasta dónde debería llegarse, contestó: "Hasta los fosos de Montjuich"; esto es, amenazó con el separatismo abiertamente. Alba fue finalmente derrotado; y entonces pudo verse a Cambó convertido, en Asturias y en pleno aniversario de la Batalla de Covadonga, en adalid del nacionalismo económico español. Del grupo catalán de la Lliga surgieron brotes tan importantes a favor de esta postura como la Revista Nacional de Economía, dirigida por Emilio Riu y que perdurará hasta la Guerra Civil.

El catalanismo siempre quiso ir de la mano con la búsqueda del máximo beneficio económico, como ya he observado. La base de todo era el control del mercado español. Pero he aquí que desde 1959 éste comenzó a abrirse al exterior. Pronto comenzaron las quejas catalanas desde otro marco, el de la Hacienda. Las balanzas fiscales fueron investigadas por Trías Fargas, y llegó a la conclusión de que Cataluña financiaba la prosperidad de otras regiones de España. Los estudios serios mostraron la falsedad de esta tesis, pero poco importó la veracidad científica. Se alzó como una bandera.

Ahora, ese movimiento se ha escapado de las manos. De pronto se ha alzado el grito de la independencia absoluta, lo que produciría el hundimiento económico de Cataluña, que quedaría al margen de la Unión Europea y del euro, y como consecuencia se expondría a una fuga atroz de capitales. Parece que se escuchan las palabras del Bolívar que admitía que se ganaba la independencia pero se perdía todo lo demás, incluido el bienestar material. En términos económicos, la separación sería terrible para Cataluña, pero también perjudicaría –en grado mucho menor, pero lo haría– a España.

Todo esto, aparte de que el separatismo se basa en errores históricos y de que, llegado el caso, el resto de España no tendría más remedio, con el respaldo de la Constitución, que impedirlo, con la anuencia de muchos catalanes. Pero aquí sólo he querido aludir al aspecto económico. Escalofriante.