Acuerdo en Lisboa el 19 de octubre
de 2007 sobre el Tratado que regirá la UE en lugar de la
Constitución
Para ser ratificado por los países miembros antes del 13 de
diciembre de 2007
DIARIO DE NAVARRA. Sábado, 20.10.2007. FERNANDO PESCADOR. COLPISA. LISBOA
Cuatro veces en sólo tres años, los líderes europeos se han dado efusivas palmadas en la espalda por haber resuelto el mismo problema. En 2004, el Consejo Europeo se felicitó por haber aprobado la Constitución Europea, primero en febrero, cuando le dio en Bruselas el visto bueno al documento y luego en octubre, en Roma, cuando fue firmado ad referéndum, es decir, a la espera de lo que determinaran las consultas populares en cada país y terminó con la negativa de Francia y Holanda. Este 2007 ha pasado otro tanto: en junio, los líderes de la UE aceptaban la alternativa que Angela Merkel les puso entonces sobre la mesa y en la madrugada de ayer, 19.10.2007, endosaron el documento resultante.
Esta vez ya no se habla de Constitución Europea, sino del Tratado de Lisboa, que en realidad está compuesto de dos tratados diferentes, que deberán ser sometidos a ratificación en referéndum en Irlanda y Dinamarca, y en consultas parlamentarias en los demás países miembros.
Pero los hechos son firmes: Europa, a expensas del trámite ratificador que se desarrollará durante lo que resta de año y todo 2008, tiene dos nuevos Tratados, denominados, de la Unión y de Reforma, en los que se recopila la esencia de su acervo jurídico. Contienen la mayor parte de los cambios institucionales, competenciales y procedimentales contemplados por la fallida Constitución europea y sus provisiones entrarán en vigor escalonadamente.
En 2009 habrá un Parlamento europeo con 751 miembros, 750 de ellos con derecho a voto (todos menos el presidente), y se creará la figura de ministro de Asuntos Exteriores de la UE (aunque con la actual denominación de Alto Representante), que conjugará las competencias en la materia atribuidas a Javier Solana y a la Comisión europea.
Gobierno
El ministro de Exteriores contará con un servicio diplomático europeo, nutrido por personal del Consejo y de la Comisión.
Habrá un presidente del Consejo Europeo, que realizará su labor a tiempo completo, con un mandato de dos años y medio renovables una vez y entrará en vigor una amplia recalificación de las decisiones que podrán adoptarse a la mayoría cualificada, con intervención del Parlamento a través del Procedimiento de Codecisión.
En 2014, el Consejo de ministros comenzará a adoptar decisiones mediante un procedimiento de dobles mayorías, en el que se requerirá el visto bueno de al menos un 55% de los Estados miembros, que comprendan a, también como mínimo, un 65% por ciento de la población de la UE, para que las decisiones sean adoptadas. No obstante, hasta primavera de 2017, y si se dieran las circunstancias adecuadas, se mantendrán vigentes los potenciales de bloqueo contemplados en el Tratado de Niza, que prima extraordinariamente la capacidad de obstaculizar decisiones en el Consejo de países como España y Polonia, a través de lo que se conoce por «Compromiso de Ioannina».
El acuerdo de Lisboa representa el final de la crisis de la UE, provocada en 2005 por el rechazo franco holandés al proyecto de Tratado Constitucional. José Sócrates, el primer ministro portugués y presidente del Consejo por turno de Estado, manifestaba de madrugada, en conferencia de prensa, que con su consenso sobre los nuevos Tratados, los líderes europeos «dejaban atrás la parálisis y la crisis institucional. Europa ha salido reforzada de esta cumbre, para hacer frente a los problemas que preocupan realmente a los ciudadanos europeos. Europa vuelve a estar en marcha». Pero, y por encima de todo, constituye el cierre -aparentemente por un largo periodo de tiempo- del debate sobre la reforma de las instituciones de la UE.