CRISTIANDAD FUTURA . Conversiones
Serge Abad Gallardo habla de cristofobia en las logiasCarmelo López Arias ReL 19 11 2014
Un libro-testimonio sobre la masonería,
escrito por un antiguo masón, está dando mucho que hablar en
Francia: J´ai frappé à la
porte du Temple [Llamé a las puertas del Templo]. "Se ha atrevido. Ha osado escribir sobre lo que
nadie habla, sobre lo que a menudo se oculta. Corriendo
el riesgo de levantar el velo sobre la masonería,
aportando un testimonio. Su testimonio", introducía el
pasado 2 de octubre L´Indépendant.
Su autor es un francés nacido en Marruecos en 1954 y de origen
español, andaluz para más señas. Serge Abad-Gallardo,
casado y con dos hijos, vino al mundo en una familia "católica,
pero poco practicante", que tras la independencia del reino
alauita se asentó en Francia en 1961. Con ello, su padre,
contable de profesión pero también boxeador de alto nivel, pudo
convertirse en campeón de Francia en 1951, y al año siguiente
en campeón de Europa.
Finalmente sus padres se instalaron en Bastia (Córcega) en 1966,
donde realizó sus estudios secudnarios. En Marsella se
licenció en arquitectura y empezó a ejercer como profesional
liberal. Luego se incorporó a la función pública, con
distintos cargos técnicos en Bastia, en Guayana, en la región
de París, en la Costa Azul y, actualmente en Narbonne (Aude),
donde trabaja en el área de urbanismo.
Pero fue al inicio de su carrera como funcionario, a los
33 años de edad, cuando un contacto profesional le
llevó a ingresar en la masonería.
-¿Por qué ingresó en la masonería?
-Creo, simplemente, que me planteaba las mismas cuestiones que
cualquiera sobre las razones por las que tenemos conciencia de
estar en la tierra. Me pareció que la masonería podía tener
respuestas. Además, me había alejado de la fe, en particular de
la Iglesia. Y sobre todo creo que había en mí una cierta
curiosidad por el "secreto masónico".
-¿Cómo fue el primer contacto y en qué obediencia?
-Fue una relación profesional, el gerente de una agencia
inmobilaria, quien me propuso entrar en la masonería en 1988.
Él tenía grado de oficial en una logia de Derecho Humano, que
es una obediencia internacional y mixta. Yo me inicié en 1989,
tras haber sido objeto de tres investigaciones y de las
formalidades habituales.
-¿En qué consisten?
-Tres personas que tienen el grado de maestro se reúnen contigo
y te preguntan sobre tu trayectoria personal, tus ideas
filosóficas y socioeconómicas. Luego, si este paso es juzgado
satisfactorio, se te invita al Templo masónico. Se te tapan los
ojos, de forma que no ves ni las personas ni los lugares. Es
entonces cuando debes responder a numerosas preguntas. Cuando te
vas, los masones votan para aceptar o rechazar tu admisión. En
mi caso, el voto fue unánime para aceptar mi candidatura. Luego
pasé las pruebas de iniciación, que describo con precisión en
mi libro Jai frappé à la porte du Temple, parcours dun
franc-maçon en crise spirituelle (Téqui, París). No
solamente cómo tienen lugar, sino cómo las viví yo.
-Un proceso muy selectivo, según narra...
-Las pruebas tienen lugar en el Templo y con los ojos vendados.
Finalmente, tu padrino te quita la venda de los ojos y eres
admitido entre los masones, con grado de aprendiz. Luego, al cabo
generalmente de un año, pasas otras pruebas para convertirte en
compañero. Entonces ya puedes hablar y participar activamente en
los trabajos masónicos, porque como aprendiz, durante todo un
año, estás obligado a un estricto silencio y se te encargan
trabajos secundarios (poner y quitar los objetos del ritual para
los trabajos, servir las comidas, lavar la vajilla, etc.). Un
año después, pasas una nueva prueba para convertirte en maestro.
Se trata, claro, de pruebas simbólicas.
-¿Son tan impresionantes como se dice los ritos de iniciación?
-Eso depende de las obediencias. Pero el objeto mismo de la
iniciación, y de otras ceremonias para pasar al grado de
compañero, y sobre todo de maestro, es sacudir la imaginación.
Y, por tanto, impresionar.
-¿Cómo?
-En el Gran Oriente de Francia hay momentos un poco inquietantes,
como cuando ponen la hoja de un cuchillo sobre el brazo
del candidato (que tiene los ojos vendados) y se
abre una botella de éter para que sienta el olor y parezca más
creíble el anuncio de la ceremonia de mezclar su sangre
con la del Venerable Maestro. Evidentemente, no hay corte, y eso
es ficticio: en el momento preciso una voz se alza para
interrumpir la ceremonia de la mezcla de sangres. ¡Pero eso lo
ignora el candidato hasta el último momento, y piensa que
realmente le van a hacer un corte en el antebrazo!
-Eso en el Gran Oriente. ¿Y en Derecho Humano?
-La primera prueba de iniciación es bastante impactante: tienes
los ojos vendados, la música es ensordecedora y angustiosa (como
la de una película de terror), se te empuja brutalmente a andar
de un lado a otro, y se te detiene también brutalmente. Se
te hace beber un brebaje dulce, luego uno amargo, luego los dos
Todo se hace para provocar en ti una inquietud. Del mismo modo,
la primera cosa que ves cuando se te levanta la venda es una luz
cegadora, e inmeditamente después, cuando los ojos se
acostumbran... ¡las espadas de los masones apuntando
hacia ti, diciendo que sus hojas amenazan a los traidores!
-¿Qué le gustaba de la masonería?
-La tarde de la iniciación, se te acoge con calor y
fraternidad. Uno se siente honrado de formar parte de
una sociedad secreta que te ha juzgado digno de estar entre sus
adeptos. Más tarde, cuando te conviertes en maestro,
conoces personas del ámbito político o administrativo
que de otra forma jamás habrías conocido. Se tiene la
impresión de formar parte de una élite de iniciados.
También los símbolos son un objeto de estudio que puede parecer
interesante.
-¿Hay un ambiente de libertad en las logias?
-En principio, la palabra es libre, y por tanto parece
interesante poder expresarse libremente e intercambiar ideas.
Pero pronto uno se da cuenta de que la palabra sólo es
libre en el marco de lo que en mi libro denomino "la palabra
masónicamente correcta". Es decir, uno no puede
expresar fácilmente, y menos aún defender, convicciones
direrentes a las sostenidas por la masonería (por ejemplo, sobre
el matrimonio homosexual, la familia, el aborto, la eutanasia,
etc.). Si eso sucede, uno queda enseguida en minoría, si es que
no es objeto de burlas.
-¿Dónde queda entonces la fraternidad?
-La fraternidad resulta sobre todo de un sistema de influencia
interna a fin de que algunos puedan acceder a ciertos poderes
masónicos. Hay clanes. Por supuesto conoces también personas
sinceras con quienes se pueden crear lazos de amistad.
-¿Qué era lo que menos le gustaba de la masonería cuando
estaba dentro?
-Tanto en Derecho Humano como en el Gran Oriente, que también
frecuenté, el anticlericalismo que existe en las logias.
Se trata a veces incluso de cristianofobia.
-¿Otros masones lo experimentan de la misma forma?
-El pasado 4 de noviembre participé en un programa de Radio
Courtoisie sobre la incompatibilidad entre el compromiso
masónico y la fe católica, y una oyente llamó para decir que
también ella había dejado la obediencia de Derecho Humano por
el anticlericalismo que había encontrado.
-Y usted había entrado, sobre todo, por razones digamos "espirituales"...
-No encontré ninguna espiritualidad real en la
masonería, y menos en los altos grados por encima de
maestro.
-Supongo que usted ha leído el testimonio de Maurice Caillet, en Yo fui
masón...
-Conozco muy bien a Maurice Caillet, con quien
estoy habitualmente en contacto. Es un hombre fuera de lo común
y de una gran valentía, y también de un gran rigor moral. Tengo
un gran aprecio por él y por su esposa. Sé lo que él ha
sufrido a causa de la masonería y cuáles han sido los problemas
y amenazas que ha padecido.
-Él explica muy bien el funcionamiento de la hermandad entre los
masones para la promoción profesional. ¿Lo vivió usted
también?
-Yo jamás utilicé directa y voluntariamente las redes
masónicas para obtener promoción profesional. No va con mi
carácter. Pero, por ejemplo, el puesto que ocupé en la
Guayana me fue comunicado por un masón. Y el presidente de la
institución que me empleaba era también masón. Yo no
lo sabía. Por entonces yo tenía una firma "masónica".
No hay duda de que ese presidente se dio cuenta y me escogió con
preferencia a otros por mi pertenencia a la masonería. Nada más
contratarme, me confesó su pertenencia al Gran Oriente de
Francia.
-Es decir, la red funciona...
-En mis diversas funciones, fui requerido muchas veces por
masones. Pero jamás entré en juegos de poder. Es una de las
cosas que me decepcionaron de la masonería.
-¿Cuál es la estructura masónica, los famosos "grados"?
-Hay que diferenciar entre grados y oficios. En cuanto a los
oficios, hay que tener el grado de maestro para ocuparlos. Cuando
me convertí en maestro, rápidamente tuve puestos de oficial:
Gran Experto, Maestro de Ceremonias, Segundo Supervisor, Orador,
Venerable Maestro, etc. Si hablamos de grados, hay dos niveles:
primero, las "logias azules", donde se encuentran los
aprendices (1º grado), los compañeros (2º grado) y los
maestros (3º grado); y segundo, los Altos Grados,
que se supone son más espirituales, más esotéricos. Es
a ese nivel donde se encuentra el aspecto más oculto de la
masonería.
-¿Cómo se entra en ese nivel?
-No se puede pedir el ingreso en los Altos Grados. Al contrario,
pedirlo es un riesgo cierto de que te rechacen. La única
posibilidad es ser cooptado por masones que te juzguen digno de
ello. Esos altos grados se reparten entre el 4º y el 33º,
siendo los grados 31º, 32º y 33º puramente administrativos. El
masón de 4º grado es pues superior, en el plan iniciático, a
un maestro que sólo esté en el tercer grado. El 4º grado es el
de "maestro secreto".
-¿A qué nivel llegó usted?
-Dimití tras unos años de integrar los altos grados, cuando
había alcanzado hacía algún tiempo el 12º y debía pasar al
14º. Sus nombres son totalmente ridículos, pero
significan el aspecto hermético de la masonería: 4º, Maestro
Secreto; 5º, Maestro Perfecto; 6º, Secretario Íntimo; 7º,
Preboste y Juez; 8º, Intendente de la Construcción; 9º,
Maestro Elegido de los Nueve; 10º, Ilustre Elegido de los Quince;
11º, Sublime Caballero Elegido, 12º, Gran Maestro Arquitecto...
Me faltaban casi 18 grados para alcanzar el grado 30. Estaba pues
haciendo mi camino en los altos grados.
-¿Es cierto que los grados inferiores ignoran quiénes son los
grados superiores?
-Como usted dice, los masones de grados "inferiores"
no saben nada sobre los grados "superiores".
En efecto, los masones que están en los grados inferiores (en
las logias azules) no saben quién está en los Altos Grados, ni
cuáles son sus símbolos o la naturaleza de sus trabajos. E
incluso cuando formas parte de esos Altos Grados, no sabes quién,
dentro de ellos, está por encima de ti. En este punto,
la masonería tiene un funcionamiento muy estanco y cultiva el
"secreto dentro del secreto".
-¿No enrarece eso el clima?
-Tienes la sensación de estar siendo constantemente
observado por personas que te "juzgan" o
valoran tu capacidad para pasar a un grado superior. Pero tú no
conoces las "reglas del juego", porque los contenidos
de los grados superiores, desde que eres aprendiz, jamás se te
comunican antes de que accedas a ellos.
-¿Por qué decidió dejar la masonería?
-Creo que se trató sobre todo de una experiencia de fe. Es
verdad que había ciertas cosas que no me gustaban en la
masonería. Pero no existe ningún grupo humano ni
ideología que sean perfectos. Sólo Dios es a la vez perfecto e
infinito. No hay que olvidar que somos imágenes suyas, aunque
muy imperfectas. En realidad, mi decisión de abandonar la
masonería y mi retorno a la fe están vinculados. Dimití,
sobre todo, porque me di cuenta de que no podía buscar a Dios en
la masonería. Y luego está, claro, la cuestión de
Cristo.
-¿A qué se refiere?
-El Cristo que invocan los masones no es para nada el
Cristo de los cristianos. Para ellos es un sabio, un
filósofo, como mucho un gran iniciado (¡!). Mientras que, para
los cristianos, Él es Dios encarnado, muerto en la Cruz para
salvarnos. Sólo cuando comprendí, primero intuitivamente, luego
con mi inteligencia, y luego con mi corazón y mi espíritu, que el
camino masónico era incompatible con mi relación con Cristo,
o que constituiría un obstáculo en el camino que Él me pedía
seguir, decidí dimitir.
-¿Puede relatarnos su conversión personal al catolicismo?
-Puesto que yo estaba bautizado, no fue realmente una conversión,
sino un retorno a la fe. Aunque la conversión de un cristiano
dure toda la vida. Pienso que el sacramento del bautismo actuó y
me llevó hacia la luz de Cristo, y al mismo tiempo me alejó de
la luz artificial, simplemente humana, de la masonería. La
palabra luz es evocadora. Porque la masonería está íntimamente
ligada a lo que en Francia denominados Las Luces.
Mientras que el cristiano utiliza la palabra Luz, en
singular.
-¿Cuál es la diferencia?
-Pues que, si bien pueden existir "luces" diversas,
sólo son humanas. Por el contrario, Dios es "la Luz".
Los masones, aunque lo mencionan mucho, no han comprendido el
primer capítulo del Evangelio de San Juan: "Y la luz se
hizo en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron"
(Jn 1,5). ¡Como se ve, es una cuestión de "una" Luz,
y no de "las" Luces!
-¿Cuánto duró su proceso de retorno a la Fe?
-Un periodo bastante prolongado. Me resistí durante mucho tiempo
a la llamada de Cristo. Nunca he hecho rápidamente las cosas
importantes. ¡Y estaba muy ciego! Tenía necesidad de estar
seguro de que tomaba el camino correcto. Conocí a un
sacerdote franciscano hace unos quince años. Fue una
revelación. Tuve entonces la certeza de la presencia de
Cristo en mi vida. Volví a rezar.
»Luego, algunos años después, escuché la voz de Cristo en una
capilla. Y como todavía me resistía, pese a todo, a Su Amor, recibí
en Lourdes una gracia particular e inesperada. Fue
entonces cuando decidí, ante el increíble acontecimiento que
acababa de vivir, hacer un retiro en una abadía. Allí
comprendí que Cristo me buscaba más que yo a Él. Y entonces,
simplemente, le amé, con un amor inmenso, lamentablemente muy
débil ante Su Amor por nuestra pobre humanidad.
-¿Puede hablarnos de esa experiencia en Lourdes?
-Describo todo esto en mi libro. No me gusta hablar de ello,
porque es una experiencia muy personal. Pero tenía que decirlo.
Después de todo, no me pertenece.
-¿Sufrió algún tipo de amenaza cuando abandonó la masonería?
-No exactamente. No puedo decir que me hayan amenazado.
Maurice Caillet cuenta que a él, sí. Y una mujer,
autora de un libro sobre la masonería que cito en el mío, dice
que ha sufrido amenazas físicas. En cuanto a mí, ¡ya veremos
en el futuro! Por el momento, lo que sí puedo asegurar es que
todos los masones que conocía me han dado la espalda. Ni uno me
llama por teléfono. Algunos me evitan por la calle. Lo
lamento sinceramente, y rezo por ellos. Sólo mantengo contacto
con tres o cuatro con quienes tengo lazos de amistad, más que
masónicos. ¡Veremos si dura !
-¿E insultos?
-Insultos, sí, en ocasiones muy virulentos, por parte de algunos
masones. Lo que más molesta a los masones es la
publicación de mi libro y las conferencias que estoy
pronunciando. Esto confirma que no es fácil expresar
con comodidad una opinión contraria a la doxa masónica.
Significa igualmente que mi libro dice verdades que molestan
realmente a la masonería.
-¿Intentaron disuadirle de que se fuera?
-Algunos hermanos y hermanas de los Altos Grados me pidieron que
reflexionara antes de irme, e intentaron convencerme de que me
quedase. Tuve discusiones francas y serenas con ellos, pero me
era imposible quedarme en la masonería. La llamada de Cristo era
demasiado fuerte, y los dos caminos demasiado incompatibles.
-¿No es compatible la pertenencia a la masoneria con ser
cristiano?
-Si uno es totalmente sincero, no se puede en absoluto ser masón
y cristiano, y menos aún católico. Explico en mi libro, y aún
más en mis conferencias, mediante numerosos ejemplos tomados del
ritual y de la filosofía masónicos, las razones de esta
incompatiblidad.
-Incluso canónica...
-La Iglesia sigue excomulgando a los católicos que sean masones.
Esta excomunión se basa sobre numerosos puntos fundamentales de
incompatibilidad. Se trata de una decisión que la
Iglesia ha madurado, tras haber estudiado los rituales.
Yo lo confirmo tras una experiencia de veinticinco años en la
masonería.
-¿Qué razones doctrinales hay para esa oposición?
-Un ejemplo: para la masonería, la Verdad es subjetiva,
cambiante, contingente, inmanente y construida poco a poco por el
ser humano. Para la Iglesia, la Verdad es objetiva, definitiva,
establecida, trascendente, esencialmente divina. Ahora
bien, no se puede creer en dos versiones antinómicas de la
Verdad. No se puede tener fe en una cosa y en su contraria: o la
Verdad viene de los hombres, o viene de Dios.
-Antes mencionaba usted también discrepancias en temas morales...
-Sí, es otro caso: la masonería no reconoce una moral
divina. No hay ninguna referencia a la ley natural en la
masonería. La moral es cultural, social y cambiante.
Mientras que la Iglesia reconoce la moral y la ley naturales en
cuanto que vienen de Dios. Para la Iglesia, hay una definición
precisa del Bien y del Mal. No así para la masonería, para
quien son dos ideas cambiantes. Además, los fundamentos
filosóficos de esta antinomia tienen implicaciones
prácticas que hacen imposible la "doble pertenencia",
como el aborto, el divorcio, el matrimonio, etc. Sobre
este último punto, por ejemplo : para la Iglesia el matrimonio
es un sacramento eterno. Para la masonería, es una unión
revocable.
-Es conocida la influencia de la masonería en la política
francesa. ¿Hay mucha diferencia segun quién gobierne?
-En principio, no hay diferencia política entre derecha e
izquierda en relación a la masonería. Pero, en la práctica, es
evidente que la masonería, en Francia, tiene una referencia muy
escorada a la izquierda. También actúa en la derecha, pero de
manera más discreta y, sobre todo, menos eficaz.
»Por ejemplo, en mi libro demuestro que los dos gobiernos
franceses bajo la presidencia de François Hollande, el de Jean
Marc Ayrault y el de Manuel Valls, incluyen un número
anormal e increíblemente alto de masones. Ahora bien,
son precisamente estos gobiernos los que han traído las
leyes sobre el matrimonio homosexual, el intento de imponer la
ideología de género en las escuelas, y el debate sobre
las madres de alquiler. O la transformación de la laicidad en
secularización de la sociedad. Todo induce a pensar, en efecto,
en una importante infuencia real de las ideas masónicas en la
vida política. Porque esas ideologías nacen de las
ideas de la masonería, que está en una especie de
"revolución social permanente".
-Es la ideologia relativista, dueña y señora de Occidente...
-La ideología relativista es el fundamento mismo de la
distorsión masónica. No es pues sorprendente que se haya
instalado en Occidente, y en particular en Francia, donde la
masonería, y en particular su obediencia mayoritaria, el Gran
Oriente, mantiene desde hace trescientos años una lucha feroz
contra la Iglesia católica.
-¿Y eso lo reconocen los masones?
-Vincent Peillon, ex ministro socialista en el gobierno Ayrault,
explica claramente en sus escritos y entrevistas hasta qué punto
el ideal masónico, sobre todo desde principios del siglo XX,
está en el origen del envío de maestros a la Francia rural, con
el fin de oponerse a los sacerdotes y fundar una ideología
relativista con un fondo de anticlericalismo. También lo dice,
sin ambigüedad alguna, Paul Gourdeau, antiguo gran maestre del
Gran Oriente de Francia, a quien cito en mi libro: para
la masonería, se trata de un combate contra la fe cristiana.
¡Para la masonería, no se trata de una cuestión de detalle,
sino de una visión global de la sociedad !
-Por último, ¿ha encontrado en la Iglesia la respuesta a sus
inquietudes?
-Para ser totalmente claro, yo no tenía inquietudes. Si
simplemente hubiese tenido una inquietud existencial, habría
podido ser colmada por la labor o el ritual masónicos, o ¿por
qué no ? por una sencilla psicoterapia. No es eso: yo buscaba.
Buscaba a Dios. Que nuestra presencia en la tierra resulta de la
voluntad de nuestro Creador, eso es una evidencia. Pero hay que
saber qué poner bajo esa palabra. Incluso Jacques Monod, premio
Nobel e inventor de la teoría del Azar o la Necesidad como
explicación de la vida, reconoció que la complejidad de la vida
era tal que no podía ser resultado sólo del azar, y todavía
menos de la necesidad.
-¿Y encontró a ese Dios?
-Para mí, la cuestión era saber si ese Creador es el dios de
los masones, es decir, el Gran Arquitecto del universo, una
especie de Relojero de Voltaire, un principio indefinido... o
bien el Dios Todopoderoso, a la vez "Elohim el Creador,
Yahvé el Dios amante, Adonaï el Dios Todopoderoso". Es
decir, el Dios de los cristianos: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Encontré que Dios no es un vago principio. Es ante todo un Dios
personal, a quien me puedo dirigir, que escucha mis
oraciones, a quien adoro, y que nos ama hasta el punto de haber
descendido a la Tierra para morir en la Cruz por nuestra
redención.
»Lo que encontré en la Iglesia, que no se puede encontrar en la
masonería, es el camino que lleva a Dios: "Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí"
(Jn 14, 6). Ésa es la Verdad esencial que Jesús nos trae y que
la masonería nos quiere negar. El objetivo explícito de
la masonería es prometer a todos la felicidad en la tierra. Soy
testigo de que fracasa en ese objetivo.
-Y usted, ¿es feliz?
-Para responder a su pregunta: sí, soy feliz. Pero no en el
sentido en el que lo entendería la masonería. Porque soy feliz
como se es feliz cuando uno se sabe real y auténticamente amado.
Amado por Dios. Como es el caso de todos los hombres y de todas
las mujeres. ¿Cuándo querrán unos y otras abrir su corazón al
Señor?