La concentración convocada por la AVT
en la plaza de Colón de la capital exige al presidente del
Gobierno que no negocie con los terroristas
El presidente de la AVT asegura a Zapatero «que en
nuestro nombre España no se rinde», le acusó de
«traicionar a los españoles» y se preguntó si las
víctimas «tenemos que ponernos una capucha para que su
Gobierno nos escuche».
"Ayer la señora De la Vega afirmó que el
terrorismo ya no existe y que esta manifestación ya no es
necesaria. Y si no existe el terrorismo se ha preguntado
Alcaraz por qué se empeña en arrodillar a todo un
estado de Derecho ante una banda terrorista"
R. L. Vargas / E. Fuentes. LA RAZÓN. Domingo, 11.06.2006. Madrid-
Hace casi cuatro meses tuvieron que hacer
frente a una persistente lluvia, y esta vez el protagonista
«invitado» fue un intenso calor. Pero tampoco ayer, sábado, 10.06.2006,
las circunstancias climatológicas fueron un obstáculo para que
cientos de miles de personas «tomaran» la madrileña plaza de
Colón y sus alrededores convocados por la Asociación de
Víctimas del Terrorismo (AVT) para escenificar un rechazo masivo
al mal llamado «proceso de paz» con ETA liderado por José Luis
Rodríguez Zapatero, amén de exigir al presidente del Gobierno
que las diferentes investigaciones abiertas aclaren toda la
verdad sobre los atentados del 11-M. La cuarta manifestación de
las víctimas en los últimos dos años volvió a desatar la
habitual guerra de cifras: la Comunidad de Madrid calculó más
de un millón de personas, mientras que la Delegación de
Gobierno en Madrid rebajó el número de asistentes hasta apenas
243.000.
La tórrida jornada empezó muy temprano para
los ocupantes de los más de 200 autobuses que desembarcaron en
la capital llenos de manifestantes... y para un centenar de
víctimas del terror de ETA y de la masacre del 11-M. Antes de
acercarse al lugar elegido para la concentración, ellos
dedicaron la mañana a recorrer distintos escenarios de atentados
en Madrid para recordar a sus seres queridos con un minuto de
silencio y una ofrenda floral.
El emotivo homenaje puso el prólogo al acto
central del día. La cita era a las seis de la tarde, pero desde
mucho antes los alrededores de la plaza de Colón empezaron a
llenarse de banderas de España, pancartas reivindicativas,
octavillas que explicaban «las once mentiras del 11-M» y
carteles y pegatinas para que todo el mundo exhibiera los dos
lemas de la concentración: «Queremos saber la verdad» y
«Negociación, en mi nombre, no».
A eso de las cuatro y media de la tarde, los
que ya habían llegado a la zona hacían tiempo buscando una de
las cotizadas sombras que permitían protegerse del sol y
visitaban los puestos de venta de banderas. Aunque las había de
varias comunidades autónomas, la rojigualda volvió a ocupar el
número 1 de ventas en sus tres tamaños «a seis, ocho y diez
euros», informaba una de las vendedoras. Eso sí, las enseñas
tenían que competir por la atención de los asistentes con los
contenedores llenos de bolsas de agua -«hay doce repartidos por
toda la plaza», recordaba cada poco desde el estrado una voz en
off-, que rápidamente se convirtieron en un punto de referencia
indispensable para los que iban llegando y que, junto con unas
viseras amarillas que llevaban impreso el logotipo de la AVT,
completaban el imprescindible «kit anticalor».
El cierre al tráfico de los carriles centrales
de la Castellana, que no llegó hasta casi las cinco de la tarde,
dio el pistoletazo de salida para que la «marea» empezara a
ocupar todos los rincones de la plaza y las calles adyacentes.
Los grupos llegados de Murcia, Santander o Navarra, que iba
recibiendo cerradas ovaciones a su paso, buscaron el mejor lugar
para seguir los discursos y se mezclaron con las innumerables
pancartas diseñadas para la ocasión. No faltaron las bilingües
-«11-M, queremos saber la verdad. Spain´s terrorgate. ¿Who did
it?»-, las que recordaban alguna reciente frase parlamentaria de
Zapatero -«Para lo que haces, cintura. Para gobernar,
vergüenza»- y las de grupo, en especial una dividida en cuatro
que semejaba un tren conducido por un encapuchado en la que se
relacionaban los dos motivos de la manifestación con la leyenda
«11-M, plan de paz
de ZETAP».
De fondo, la megafonía repetía canciones
dedicadas a las víctimas por Mecano y otros artistas,
interrumpidas en alguna ocasión por las palabras de Alcaraz para
pedir calma y prudencia y recordarles «que nadie sobra en esta
concentración, todo el mundo es bienvenido».
Pese a los esfuerzos del nutrido grupo de
voluntarios que realizaron las labores de seguridad, la presión
de los concentrados estuvo a punto de desbordar los perímetros
de seguridad según se acercaba la hora del comienzo oficial del
acto. Todos querían acercarse a saludar a los políticos y
víctimas significadas que accedían a los alrededores del
escenario -enmarcado por la gran bandera de España que domina la
plaza de Colón- a través de un estrecho pasillo. Por allí
pasaron, entre otros, Pilar Elías y la hermana de Miguel Ángel
Blanco -que no pararon de recibir muestras de afecto-, y la
cúpula del Partido Popular, encabezada por Mariano Rajoy -saludado
con gritos de «presidente, presidente»-, Ángel Acebes -recibido
con una cerrada ovación- y un Alberto Ruiz-Gallardón que
combinó los abucheos con los aplausos.
Todo estaba ya preparado y a las seis, con
puntualidad británica, se guardó un impresionante minuto de
silencio antes de que empezaran los discursos en el estrado. El
doble objetivo de la convocatoria hizo que los oradores se
repartieran los papeles, y quién mejor que dos víctimas del 11-M
para pedir explicaciones por las heridas que aún continúan
abiertas más de dos años después de la matanza de Madrid.
Abrió el fuego Gabriel Moris, padre de uno de los fallecidos en
el atentado, convencido de que «una sociedad que se precie no
puede pasar página a este horrendo crimen» y le secundó Javier
Gismero. Este militar, al que las bombas llenaron el cuerpo de
metralla y segaron su carrera profesional, insistió en que «son
demasiados los enigmas que continúan sin resolverse, y
demasiados los obstáculos que aparecen permanentemente para
descifrar todas esas incógnitas».
Por su parte, y ya centrada en el «proceso de
paz» con ETA, Marimar Blanco recordó que la muerte de
su hermano hizo surgir el espíritu de Ermua «que arrinconó a
los terroristas», y exigió «que no haya perdón ni
medidas de gracia para asesinos confesos que jamás han pedido
perdón a sus víctimas».
Entre gritos de «Zapatero, dimisión», Teresa
Jiménez-Becerril desató las emociones de los asistentes al
rechazar la paz de Zapatero, «que no puedo explicar a los hijos
de mi hermano asesinado», y cedió la palabra a Alcaraz,
encargado de cerrar el acto. El presidente de la AVT puso voz a
las reivindicaciones de los concentrados para asegurar a Zapatero
«que en nuestro nombre España no se rinde», le acusó
de «traicionar a los españoles» y se preguntó si las
víctimas «tenemos que ponernos una capucha para que su
Gobierno nos escuche». Tras los discursos se lanzaron
al cielo de la capital 65.000 globos blancos «que no están
manchados de sangre» para marcar el final de una concentración
que puede no ser la última. «Si es necesario, volveremos»,
advirtieron los organizadores.
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LIBERTAD DIGITAL. Sábado, 10.06.2006
Las palabras del presidente de la AVT, Francisco José Alcaraz, han cerrado la multitudinaria concentración. Alcaraz ha dicho que "este Gobierno ha gastado más fuerza en intentar hundir y desprestigiar a la AVT que en luchar contra los terroristas". Además, "el presidente de la AVT ha criticado al movimiento rosas blancas por la paz -que ha entregado una de esas rosas a una abogada de Batasuna- por "igualar a las víctimas y los verdugos" y les ha dicho que el próximo día 29 de junio "tendrán oportunidad de ser valientes" y acudir al juicio que se va a celebrar en la Audiencia Nacional por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, para entregar allí una de esas rosas blancas, "manchadas de sangre de las víctimas".
Francisco José Alcaraz también ha recordado que "la Justicia es un pilar fundamental para nuestra convivencia" y que "si la política entra en la Audiencia Nacional, la justicia va a salir por la ventana y con ella todas nuestras esperanzas". Así, ha pedido a los jueces, "que conocen como son estos asesinos y como se ríen de sus víctimas", que los juzguen "como se merecen". "Ayer la señora De la Vega afirmó que el terrorismo ya no existe y que esta manifestación ya no es necesaria. Y si no existe el terrorismo se ha preguntado Alcaraz por qué se empeña en arrodillar a todo un estado de Derecho ante una banda terrorista", ha afirmado.
María del Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel Blanco, asesinado por ETA y punto de inflexión en la lucha contra el terrorismo con el Espíritu de Ermua, ha recordado al Gobierno que "no se puede ceder nada porque de lo contrario será rentable asesinar, secuestrar y extorsionar. Hemos aguantado demasiado y nos sentimos contrariados porque el Gobierno de España pueda sentarse a negociar con los que nos han amargado la vida tantos años". "No puede haber ninguna contraprestación, ni política ni moral. Hemos aguantado demasiado y no podemos soportar que nuestros asesinos puedan conseguir, sin matar, lo que no han conseguido matando. Ellos son los asesinos y nosotros la parte inocente, y el Gobierno de este país parece que no lo tiene claro", ha afirmado. Javier Gismero, militar herido en el 11M, pidió una "actuación determinante" para saber la verdad sobre "el mayor atentado terrorista jamás perpetrado en España". Gismero dijo que "son demasiados los enigmas" sin resolver sobre la autoría de aquel atentado, dentro de un "proceso judicial carente de rigor". Reclamó una "investigación seria, eficaz, no deslegitimada por intereses políticos y no sometida a un permanente obstruccionismo" Teresa Jiménez-Becerril, hermana de un concejal del PP asesinado junto a su esposa por ETA en Sevilla, en 1998, transmitió a Zapatero que no tiene su "bendición para buscar una paz como sea" y se ofreció a enviarle a sus sobrinos al palacio de La Moncloa para que les explique "por qué está siendo tan complaciente con quienes ordenaron la muerte de sus padres".