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artículos de Cristiandad de Barcelona

Cuando la UNESCO se reúne en Madrid
(Notas y comentarios a la XLIII reunión del Consejo Ejecutivo)

José-Oriol Cuffí Canadell
Madrid, abril de 1956

CRISTIANDAD
Al Reino de Cristo
por la devoción a los Sagrados
Corazones de Jesús y María
Año XIII, nº 291, páginas 135-136
Barcelona, 1 de mayo de 1956
Actualidad

La calle de Serrano, en Madrid, constituye, sin duda, un centro activo de actividades políticas, económicas y culturales. Para convencerse de ello, basta con pasearse por sus amplias aceras, sin excesivo apresuramiento dada la longitud y la subida pronunciada de su suelo, y contemplar la mole atrevida y desconcertante del edificio de la Embajada de los Estados Unidos –en cuyos bajos funciona una institución ya célebre: la Casa Americana– y el conjunto de edificaciones mantenidas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Seguramente podríamos citar otras dependencias, quizá menos ostentosas, pero, para nuestro intento, las enunciadas bastan y sobran para dar categoría a una calle como la de Serrano, tan lejos y tan próxima, al mismo tiempo, del centro de la Villa.

El ambiente de la calle, aunque mejor sería decir el de todo el barrio, ayuda a dar una característica indefinida de lasitud y bondad, de intranscendencia y de tranquilidad, a los organismos que en ella, y en sus proximidades, han encontrado el punto ideal para desarrollar su labor. Nos referimos, claro está, a la impresión externa, porque en cuanto a su actividad íntima, a la conocida y a la que desconocemos, difícilmente encontraríamos en ella organizaciones carentes de significación y trascendencia en la vida del país, tanto en el plano puramente interior como en el de sus relaciones con el extranjero.

Se comprende, por ello, si otras razones no lo hubieran también aconsejado, que el Comité Ejecutivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cultura y la Ciencia, más conocida con el nombre de UNESCO, decidiera celebrar su XLIII reunión en Serrano, aceptando la hospitalidad que le brindaban los edificios del Consejo Superior, y más concretamente las amables dependencias de la sección de Archivos.

Un punto positivo más a favor de la apartada vía, que, pese a su alejamiento del bullicio ciudadano de la Puerta del Sol y de la Cibeles, se muestra cada día centro coordinador de actividades futuras muy previsibles.

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El Orden del día de la XLIII reunión del Consejo Ejecutivo es harto complejo. Diez puntos, que en realidad son más de veinte porque casi todos ellos ofrecen una subdivisión decimal, llenan el programa que se desarrolla del 9 al 20 de abril. Desde la «Apertura de la reunión» (punto l), hasta el «Régimen de sueldo y subsidios del personal del cuadro orgánico» (punto 10, 2), el Consejo tiene por delante una cantidad abrumadora de temas a tratar. Citaremos algunos de ellos: Informes del Director general, Coloquio sobre la aportación del budismo a la filosofía, la literatura y el arte, Ayuda a los Estados miembros, Proyecto de acuerdo con la Organización Europea de Investigación nuclear, Conmemoración de los centenarios de las grandes figuras, Programa y presupuesto de asistencia técnica, Relaciones con la ONU y los organismos especializados, Estado de cuentas del fondo de publicaciones.

Y para que nada falte, un punto extra –el 11– que puede dar mucha tela. Se titula, sencillamente, «Asuntos varios». ¡Cualquiera sabe lo que podría tratarse ahí!

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Don Juan Estelrich nos recibe en el «Hall» del Palace. Ha robado unos minutos a su ímproba labor y nos acoge con un gesto cordial y afectuoso.

Sentados en confortables sillones, improvisamos un brevísimo interrogatorio, pues al Delegado español le esperan todavía a esta hora –las 9 y media de la noche– otros compromisos.

—Recordaba usted, en el discurso que pronunció en la sesión inaugural del XLIII Consejo Ejecutivo de la UNESCO –empezamos diciendo–, que España forma parte desde hace tres años de dicha Organización, ¿cuál ha sido el resultado de la participación española en las tareas específicas de la UNESCO en relación a nuestros propios fines culturales y a la colaboración internacional?

La colaboración entre la UNESCO y España –responde pausadamente el señor Estelrich– se desarrolla en un grado muy intenso dentro del amplio programa cultural que viene llevando a cabo aquella Organización. Solamente le citaré algunos aspectos de esa íntima y provechosa colaboración: museos, bibliotecas, becas para estudios especiales, por lo que se refiere a los trabajos más característicos en los que España se halla directamente interesada. Pero, el campo es mucho más amplio. La campaña contra el analfabetismo es, sin, duda, una de las obras más trascendentales, pues no hemos de olvidar que casi medio mundo no ha aprendido a leer. La revalorización de las zonas áridas es otro de los problemas que estudia con mayor atención, la UNESCO, facilitando ayuda de toda clase a los Gobiernos interesados.

Hablamos de las publicaciones editadas por la UNESCO y su repercusión en el desarrollo cultural de nuestro país.

Sin duda alguna, nos responde, uno de los mayores servicios que presta la UNESCO es el catálogo internacional de traducciones. Tenga en cuenta, subraya el señor Estelrich, que España es uno de los países en donde se publican mayor número de libros traducidos. Por cierto, existe en Méjico –y el señor Estelrich sonríe maliciosamente– un llamado Fondo Cultural Económico. En realidad, habría de llamarse Fondo Cultural Ecuménico, pero al imprimirse el reglamento de ese organismo, el corrector de pruebas corrigió con precisión gramatical la palabra «ecuménico» entendiendo que había de decir «económico». Y así ha quedado.

El señor Estelrich ríe a gusto recordando la anécdota. Posiblemente, pensamos nosotros, no debía funcionar entonces el modernísimo servicio de traducción instantánea...

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Queremos plantear al jefe de la Delegación española una pregunta que nos viene preocupando desde el primer momento:

—¿Se ha planteado en la UNESCO alguna dificultad por la presencia en ella de un país católico como España?

¡De ningún modo! –exclama el señor Estelrich–. El espíritu de la UNESCO es de gran tolerancia. Tenga presente que antes de cada una de las reuniones plenarias que celebra la Organización se celebra una Misa del Espíritu Santo...

—¿Organizada por la UNESCO?

¡Claro está! Naturalmente que a ella asiste el que lo desea, con absoluta libertad. Así se hizo en Montevideo. Ahora bien, en la presente reunión no se ha celebrado la Misa para evitar malas interpretaciones por el hecho de celebrarse en España.

No acabamos de entender el fondo de la argumentación. Pero cuando el señor Estelrich lo afirma...

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Una de las características de las reuniones de la UNESCO es, sin duda, la cantidad exorbitante de papel que se reparte para que los delegados y la prensa puedan enterarse de los proyectos, programas y resoluciones que ha elaborado el Director general juntamente con el Secretariado.

En una de las primeras sesiones del Consejo Ejecutivo, el Delegado norteamericano, Dr. Athelstan F. Spilhaus, llama la atención a la Presidencia sobre ese papeleo engorroso que, sin aclarar demasiado la trascendencia real de las actividades de la Dirección general, dificulta el examen atento de la labor que desarrolla y que prepara la Organización.

El Dr. Spilhaus alude a ciertos «peces» que se ahogan en su propia tinta, aunque no se acuerda exactamente del nombre de tales «peces» pero ahí está el Dr. Juan Estelrich, representante de España, para pronunciar la palabra mágica: «¡Calamares!» Risotada general en el Consejo, que rompe el ambiente de frialdad durante unos breves segundos. Inmediatamente las caras vuelven a ponerse serias y se pasa al siguiente punto del Orden del día.

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Se pone a discusión la conveniencia de invitar a la «República Popular de China» a la XIX Conferencia Internacional de Instrucción pública.

Por lo visto, alguno de los países que han de acudir a la Conferencia, creen que la educación no tiene nada que ver con el comunismo. El representante de Norteamérica propone que se aplace la cuestión conforme con lo que se estipuló en la Conferencia General de Montevideo. Kemenov asegura con suma gravedad que sería una lástima no poder enterarse de lo que está haciendo en materia de educación un país que cuenta con quinientos millones de habitantes. Pero la mayoría de los miembros del Consejo parece que no están muy de acuerdo con el planteamiento del problema por el delegado soviético.

¿Se pasa a votación la propuesta norteamericana? Todavía no. Francia dice que no sabe qué actitud ha de adoptar y que necesita consultar con su Gobierno. El delegado de Liberia asegura que ha consultado ya con Monrovia y se extraña de que las comunicaciones telegráficas de Madrid con París sean más complicadas que las que unen a España con el África oriental. El mundo es pequeño, pero, al parecer, no tanto como se dice. Se aplaza la votación hasta el día 18, en que se aprueba la proposición del Dr. Spilhaus por 16 votos contra 2 (Dinamarca y la URSS) y 1 abstención (Egipto).

El señor Kemenov –resulta extraordinario– habrá de continuar ignorando el sistema de «educación» que vienen empleando los comunistas chinos...

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—¿Algunas dificultades por la presencia de la delegación rusa? –hemos preguntado al señor Estelrich.

Ninguna –contesta–. Piense que la UNESCO es una gran familia. La UNESCO es cultura, es educación, es ciencia; no es lugar para plantear cuestiones políticas. Por eso vuestra colaboración con la Delegación soviética es magnífica, de mutua ayuda, tal vez mayor que con otras delegaciones. No olvide, por otra parte, que el actual delegado suplente, Kemenov, es un gran especialista en Historia del Arte, y en la URSS acaba de publicarse una nueva, edición del Quijote, y se editan obras de nuestros clásicos, como Lope de Vega y Calderón. Puede afirmar rotundamente –dice don Juan Estelrich– que en la UNESCO no se ha producido nada que pudiera molestarnos ni como católicos ni como españoles.

El tiempo pasa muy aprisa y el señor Estelrich tiene una cena oficial. Le agradecemos su atención y salimos del Palace meditando las palabras que hemos transcrito y otras muchas cosas que nos ha contado y que sería complejo el transcribir. Comprendemos el valor técnico inmenso de la UNESCO. Pero, ¿qué le falta para ser una organización realmente viva?

En esta hora, estamos en domingo, los madrileños, y los que no lo son, se pasean por las calles muy iluminadas de la Villa, ajenos casi totalmente a lo que ocurre entre bastidores. El espectáculo de la ciudad intenta distraernos de nuestros pensamientos. Pero la preocupación es mayor que todo el artificio de luces y movimiento. ¿Qué es realmente la UNESCO?

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El Orden del día general de la reunión incluye dos puntos extra, que se repiten normalmente dos veces por jornada. Nos referimos a la hora del té.

Todos los días, a las doce de la mañana y a las seis de la tarde, aproximadamente, se suspenden las reuniones unos minutos para tomar el té. Por lo visto, ese servicio forma parte del ritual de la UNESCO y sirve admirablemente para improvisar cortos diálogos en un ambiente de tertulia y de amistad.

Aprovechamos una de estas ocasiones para interrogar a Monseñor Maroun, representante del Líbano. Su barba negra, y sobre todo su activa participación en las sesiones del Consejo, le destacan sin duda sobre otros delegados.

Tratándose del Líbano no podemos menos de preguntarle sobre la cuestión de Palestina. ¿Cree, Monseñor, que habrá guerra entre Israel y los países árabes? Su respuesta es totalmente negativa:

No habrá guerra, al menos por ahora. Israel no está en condiciones todavía de lanzarse a una nueva aventura en busca de más territorio. Además, no creo que las Naciones Unidas permitieran que se desencadenase una nueva lucha. Piense, nos dice, que en Norteamérica están preparando ya las elecciones presidenciales.

Francamente no nos acordábamos en este instante de las elecciones norteamericanas. En el Líbano no olvidan ese detalle, sin duda importante. Esperemos que los judíos lo tengan también en cuenta.

El té no es del todo malo. Las pastas son mucho mejores. ¡Sería lástima que estallase ahora una nueva guerra, aunque fuera sólo en el Próximo Oriente!

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Sin duda alguna, la UNESCO está realizando una gran labor. En el orden puramente técnico ha resuelto problemas complejos y ha facilitado ayuda considerable a diversos países culturalmente atrasados y faltos de medios económicos suficientes.

Nos hemos podido dar cuenta de la seriedad y del interés que ponen los dirigentes de la Organización y los representantes de los Estados miembros en las discusiones y en todo el trabajo en común que realizan.

Sin embargo, el ambiente es frío. En las palabras, en las decisiones y en los planes de trabajo se diría que falta calor, falta humanidad, falta corazón.

Precisamente en este mismo momento tenemos sobre la mesa el texto de unas palabras pronunciadas por Monseñor Francesco Borgongini, Nuncio apostólico en Italia, en la clausura de la Conferencia general de la UNESCO, celebrada en 1950 en Florencia.

«Sin la idea de Dios –decía Monseñor Borgongini– ninguna de nuestras palabras, ni aun las más excelsas en el vocabulario de las Asambleas legislativas de mayor nivel progresista, podría significar nada. A la libertad, la moralidad, la democracia, el deber, el crimen y el castigo, la paz y la guerra, se les tomará en el sentido más contradictorio, y en lugar de la unidad de los pueblos tendremos una torre de Babel.»

Sería una gran desgracia que los mejores esfuerzos, o incluso la buena voluntad de muchos, terminara dando frutos de perdición para los pueblos y para la humanidad.