Crónica del siglo XXI
La crisis económica iniciada
en 2007
Peter Schiff dice que EEUU avanza hacia el colapso del dólar, la hiperinflación y la quiebra
LD (M. Llamas) 13.01.2009
El presidente de Euro Pacific Capital, Peter Schiff, uno de los grandes gurús de Wall Street, lo tiene claro. El plan económico de Obama destruirá empleos, y esto no es lo peor: también prevé el derrumbe del dólar y un escenario hiperinflacionista que podría quebrar a los EEUU.
Pocos analistas lograron anticipar las
turbulencias financieras de 2007 (crisis subprime) y 2008
(quiebras bancarias). De hecho, algunas predicciones económicas
han terminado en una auténtico fiasco. ¿Qué pasará en 2009? Los denominados gurús
vuelven a mostrar posturas contradictorias sobre el panorama que
se avecina en los próximos meses. Los más optimistas
apuestan por un estancamiento económico que se prolongará hasta
finales de 2009 ó principios de 2010, en donde la inflación se
mantendrá baja e incluso negativa (deflación) durante un tiempo. Sin embargo, los rescates
públicos, las históricas bajadas de tipos y las inyecciones de liquidez lograrán reactivar la
economía mundial, aventurando incluso la recuperación lenta,
pero segura, de las bolsas. Este diagnóstico,
mayoritario, choca frontalmente con las previsiones de los
escasos analistas que vaticinaron la actual crisis financiera y
económica. Los gurús del Supercrash mantienen su visión pesimista para 2009 y 2010. Es el
caso de Jim Rogers o Peter Schiff, presidente de Euro Pacific Capital y
prestigioso analista de Wall Street. Schiff anticipó la
crisis financiera Schiff publicó en febrero de 2007,
meses antes del estallido de la crisis subprime, un
articulo bajo el título Cómo beneficiarse del colapso
económico que se avecina. También se adelantó a la quiebra
de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie
Mac, así como a la caída de Lehman Brothers o Bear Stearns en
2008. Y acertó, tal y como se ha encargado de demostrar
el paso del tiempo. Schiff, discípulo de la Escuela Austríaca de Economía, avanza ahora que lo peor de la crisis aún está por
llegar. Así, el incremento del gasto
público hasta niveles récord, tal y como refleja el actual déficit presupuestario de
EEUU, y la creciente emisión de dinero
por parte de la banca central causará un histórico incremento
de impuestos, vía deuda pública. Además, considera que la
bolsa de Nueva York mantendrá su tendencia bajista a lo largo
del presente año. La burbuja de la deuda
pública Sin embargo, según Schiff, el escenario aún
puede ser mucho peor. En su último análisis, bajo el título El problema de la burbuja de
la Fed, afirma que la
reciente bajada de tipos en EEUU, hasta un interés próximo al
0%, y la posibilidad de que la Reserva Federal (Fed) compre deuda
pública al Gobierno mediante la emisión de nuevos
billetes amenaza con provocar una elevada inflación a medio
plazo. Las promesas económicas de Obama incrementarán aún más la deuda y el déficit
estadounidense, provocando una venta masiva de bonos. Para evitar
el colapso de la deuda pública, la Fed se verá obligada a
adquirir gran parte de estos activos. Sin embargo, el
único modo que tiene la Fed para comprar bonos es imprimiendo
dinero sin respaldo alguno, ya que esta institución está
en quiebra.
Esta nueva emisión de billetes generará la inflación del
futuro, según Schiff. Hacia la hiperinflación
Además, la llegada de una espiral inflacionista hundirá aún
más el precio de los bonos. La Fed tendrá así un nuevo
incentivo para incrementar la adquisición de deuda en un
desesperado intento por evitar el derrumbe de las letras del
Tesoro. "Como resultado, la Fed comprará todos los bonos
del Tesoro". De hecho, para evitar un aumento de los tipos
de interés, la Reserva Federal tendrá que comprar "todo
tipo de deuda" (empresarial, municipal, etc). De
llegar a producirse esta situación, la inflación se terminará
convirtiendo en hiperinflación. Nuestra moneda
carecerá de valor y nuestra economía se arruinará,
añade. Para evitar esta pesadilla, la Fed debe
salir del mercado de bonos antes de que sea demasiado
tarde y dejar que los precios caigan hasta que empiecen a
ser atractivos para los inversores. Para ello, según este
analista, el rendimiento de los bonos del Tesoro tendría que
alcanzar los dos dígitos. En la actualidad, la
rentabilidad de la deuda pública roza mínimos históricos, muy próximos al 0%, ante la gran demanda de los últimos meses. Y es que,
hasta el momento, la deuda está sirviendo como valor refugio
ante las pérdidas bursátiles y bancarias. Sin embargo,
el estallido de la burbuja de la deuda
pública tendrá consecuencias más graves: elevada inflación y
tipos de interés mucho más altos, advierte. El aumento del
coste crediticio disparará las quiebras y la morosidad a todos
los niveles y encarecerá, en gran medida, la financiación del
propio Gobierno. Schiff alerta que, llegado el caso, el propio
Estado necesitará ser rescatado. La quiebra de EEUU
La madre de todos los rescates dependerá
entonces de los contribuyentes y de los acreedores extranjeros. El problema es que si no están dispuestos a comprar
deuda pública, la única opción será el impago (default)
de la misma. Es decir, no descarta que EEUU entre en quiebra.
Por último, Schiff critica duramente el nuevo plan de
estímulo económico del presidente electo, Barack Obama. Unos
800.000 millones de dólares que, según el líder
demócrata, permitirán crear más de 3 millones de puestos de
trabajo mediante un ambicioso plan de
inversión pública en energías renovables e infraestructuras.
EEUU precisa que el sector privado genere empleos
sin la interferencia del Gobierno. Necesitamos empleos
productivos. No queremos trabajar por trabajar. Tenemos que
trabajar para aumentar la productividad, incide Schiff. En
definitiva, menos Gobierno, más ahorro y más
producción son las recetas para salir de la crisis. Sin
embargo, los planes de Obama van en la dirección contraria: más
gasto público y endeudamiento, cuando nuestra economía
sufre un exceso de ambos, añade el analista. De
este modo, el Gobierno de Obama no va a generar empleo sino que
va a destruir puestos de trabajo, según recoge Clusterstock en una entrevista con Schiff. Además, todos estos
planes de gasto público no serán costeados mediante aumento de
impuestos sino imprimiendo nuevos billetes, con los
problemas anteriores que ello conlleva. El Gobierno no
puede darnos lo que no tiene, concluye.
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Análisis de la hiperinflación: ¿Por qué y cómo se produce?
LD 13.01.2009
El siglo XX ha sido testigo de todo tipo de
desórdenes monetarios: el abandono del patrón oro, el
monopolio de emisión del dinero y las leyes de curso forzoso
han dado alas a gobiernos irresponsables que para hacer frente a
sus obligaciones no han dudado en inflar la moneda hasta límites
estratosféricos sin tener en cuenta las terribles consecuencias
de sus políticas. Aunque la hiperinflación más conocida
es la alemana, muchos otros países han sufrido procesos
hiperinflacionarios: Rusia (1914-1923), Grecia
(1941-1944), Chile (1972-1974), Hungría (1945-1946), Austria
(1921-1922), México (1982-1988), Perú (1988-1990), Nicaragua
(1985-1990), etc. Con este artículo pretendo realizar un
análisis teórico de estos procesos. Antes de nada
conviene aclarar qué se entiende por hiperinflación y
en qué se diferencia de la inflación. En principio, la
inflación podemos definirla como el aumento de las
existencias dinerarias de una economía1,
mientras que la hiperinflación sería un aumento muy
fuerte y prolongado en el tiempo de estas existencias monetarias.
Esta diferenciación es imprecisa y por este motivo al final de
este artículo haré una matización teórica más adecuada sobre
este asunto. Dicho esto, pasemos a analizar teóricamente
estos fenómenos. Las hiperinflaciones son procesos muy complejos
y cada una tiene sus propias peculiaridades; sin embargo pueden
caracterizarse por constar de tres etapas: 1.
El punto de partida de una hiperinflación suele ser la decisión
del Gobierno de imprimir nuevo dinero sin ningún tipo de
respaldo metálico con objeto de autofinanciarse. De
esta forma el Gobierno puede ahora hacer frente a sus
obligaciones y gastos sin tener que subir los impuestos: pagar a
sus funcionarios, amortizar la deuda pública, cubrir déficits
de empresas estatales, financiar una guerra, etc. Es
importante señalar que el nuevo dinero entra en el mercado por
determinados conductos y en cantidades muy variables; como es
lógico, los primeros precios en subir son los de aquellos bienes
y servicios que son demandados por el Estado en un primer
momento. Los productores de estos bienes y servicios ven cómo
sus retribuciones aumentan y éstos a su vez utilizan este dinero
nuevo para comprar otros bienes y servicios en el mercado y,
consecuentemente, los precios de estas mercancías demandadas en
una segunda oleada por el nuevo dinero también comienza a
elevarse, etc.; y así, en oleadas sucesivas el nuevo dinero se
extiende paulatinamente por todo el mercado. Hay que
insistir en que las subidas de precios ni son proporcionales
(algunos precios suben más que otros, otros se estancan o
¡incluso bajan2!) ni instantáneas (pues los precios
se ven afectados en etapas sucesivas). Los economistas
neoclásicos, basándose en la mecanicista teoría
cuantitativa del dinero, han utilizado el símil de que el
efecto de la inflación (entendida como el aumento de la oferta
monetaria) es una subida de un supuesto nivel de precios
como si de la subida de una marea se tratara. Pues bien,
ni existe un nivel de precios3 ni
éstos aumentan como la subida de una marea: lo que la inflación
produce podría caracterizarse más bien como un terremoto que
trastoca todos los precios de la economía.
Al inicio de este proceso los individuos no suelen
ser conscientes de lo que está pasando exactamente:
muchos de ellos tan sólo observan que determinados bienes y
servicios están aumentando de precio en el mercado y piensan que
se trata tan sólo de subidas transitorias y que en un futuro
próximo los precios bajarán. Por tanto, bajo estas expectativas
actúan empresarialmente restringiendo sus compras y aumentando
sus saldos de tesorería. Así se produce un aumento de la
demanda de dinero como depósito de valor, ya que el público
sigue percibiendo que el dinero tiene la misma calidad que
antaño. Como acertadamente señala4 Rothbard,
este aumento inicial de la demanda de dinero tiene dos efectos:
el primero, los precios tienden a aumentar menos que lo
que proporcionalmente aumentan las existencias monetarias en la
economía; y el segundo, el Gobierno al principio
obtiene más recursos reales del público de los que había
esperado. Esta primera etapa puede durar incluso años
dependiendo de la velocidad a la que se incremente la masa
monetaria y de la credibilidad del Gobierno en ese momento.
2. Sin embargo, llega un momento
en que las masas despiertan súbitamente y se dan cuenta
de que la inflación es una política deliberada que el Gobierno
utiliza para financiarse y que proseguirá sin interrupción. La
estrategia de los individuos cambia de inmediato: el público
intenta defenderse de la inflación tratando de canjear sus
existencias monetarias por bienes reales, los necesiten o no.
La gente se da cuenta de que sale ganando si compra hoy en
vez de esperar al futuro cuando el poder adquisitivo de la unidad
monetaria será mucho menor. Es decir, la estrategia empresarial
para sobrevivir a este caos monetario consiste en reducir al
mínimo los saldos de tesorería individuales y tratar de
adquirir todo lo comprable con el objetivo de conservar el valor
de su riqueza. Por tanto, la demanda de dinero como
depósito de valor se desploma: la unidad monetaria ya no sirve
para conservar el valor a lo largo del tiempo. Los bienes que son
usados como valor-refugio en una hiperinflación pueden ser de lo
más variado: trigo, bebidas alcohólicas, madera, ropa, etc.
Este descenso abrupto de la demanda de dinero como
depósito de valor tiene dos efectos inmediatos justo en sentido
contrario que en la primera etapa: primero, el
crecimiento de los precios se acelera, y este aumento es más que
proporcional que el incremento de la oferta monetaria, hecho que
retroalimenta el proceso de depreciación del numerario; y segundo,
el Gobierno obtiene menos recursos reales del público de lo que
había esperado. Sin embargo, es preciso añadir que el Gobierno
seguirá obteniendo recursos reales del público mientras el
dinero se siga usando en el mercado.
Una alemana utiliza sus marcos sin valor para alimentar el
fuego durante la hiperinflación de 1923.
No debemos caer en la trampa de
las cuantitativistas de pensar que la única causa de la
hiperinflación es el exceso de emisión de dinero y las
expectativas de mayores aumentos del mismo. El precio del
dinero (es decir, su poder adquisitivo) también viene
determinado por su calidad como activo que puede
conservar el valor a lo largo del tiempo. Y dado que ahora los
individuos (acertadamente) consideran que el dinero ya no puede
cumplir esta función, su valoración sobre el mismo se desploma
(y por supuesto esto reduce aún más su poder adquisitivo).
Por tanto, como vemos, la demanda de dinero como depósito de valor se reduce a cero. Sin embargo, al mismo tiempo que esto ocurre se incrementa fuertemente la demanda de dinero como medio de cambio: los individuos se ven obligados a movilizar grandes sumas de papel moneda durante cortos periodos de tiempo para poder adquirir bienes que diariamente multiplican su precio. En esta situación suele ocurrir algo que muy curioso: ¡los precios crecen tan sumamente rápido que el dinero existente en la economía es insuficiente para vaciar los mercados! Es decir, la incesante emisión de circulante es incapaz de seguir el astronómico alza de los precios de los bienes y servicios y, en consecuencia, no hay suficiente dinero para realizar las transacciones mercantiles diarias. Así se producen enormes quejas respecto a la escasez de dinero en la economía y el Gobierno responde ante esta escasez emitiendo a un ritmo creciente más y más circulante que nunca es suficiente para vaciar los mercados. 3. En la última etapa de la hiperinflación el sistema monetario queda destrozado; la moneda deja de utilizarse en las transacciones comerciales, su poder adquisitivo se reduce a cero y el Estado ya no puede seguir utilizando la inflación como método de recaudación. Los individuos vuelven al trueque o adoptan alguna nueva moneda. En esta situación, lo normal es que el Estado cree una nueva moneda canjeable por la antigua para restablecer el sistema monetario.
Un billete de 100 millones de dólares zimbabuenses Suele ocurrir que para dar credibilidad a esta nueva moneda se respalde (aunque sea ficticiamente) con oro, tierras, etc. Además, en muchas hiperinflaciones, cuando los individuos repudian la moneda nacional pasan a utilizar divisas extranjeras de mayor credibilidad, como por ejemplo en las hiperinflaciones latinoamericanas que se vivieron procesos de dolarización espontánea de la economía. También puede ocurrir los mercados seleccionen una nueva mercancía como dinero: por ejemplo en la hiperinflación rusa en las zonas rurales se desarrolló un patrón-trigo5. Me gustaría hacer una reflexión sobre el proceso de hiperinflación y la pérdida de funciones del dinero. Tradicionalmente se suele atribuir al dinero al menos tres funciones: depósito de valor, unidad de cuenta y medio de intercambio; es curioso comprobar cómo a lo largo del proceso de hiperinflación el dinero las pierde de forma paulatina. En primer lugar, pierde la función de depósito de valor. Los individuos perciben que la inflación no va a parar y huyen hacia valores reales cambiando saldos de tesorería en constante depreciación por bienes tangibles acelerando el proceso de aumento de los precios en el mercado; en segundo lugar, se pierde la función de unidad de cuenta. La hiperinflación hace imposible el cálculo económico, lo que tiene como consecuencia que los individuos cometan graves errores empresariales (consumo de capital, etc.); y finalmente el dinero se colapsa y pierde incluso su función como medio de intercambio forzando a los individuos a la vuelta al trueque y a la búsqueda de monedas alternativas (como el trigo en Rusia, una divisa extranjera con credibilidad, etc.). Para acabar con este análisis creo que es interesante preguntarnos la siguiente cuestión. ¿En qué punto puede considerarse que las emisiones de dinero pasan de ser mera inflación a ser hiperinflacionarias? En principio, no existe un acuerdo universal sobre este asunto. Algunos autores como Phillip Cagan señalan que un país entra en un proceso de hiperinflación en el momento en que los precios de los productos aumentan mensualmente a tasas mayores del 50% (como vemos, Cagan utiliza la definición neoclásica de inflación); otros autores consideran que estos aumentos en los precios tan sólo tienen que alcanzar tasas mensuales de entre un 20-30% para que pueda hablarse de hiperinflación. Sin embargo yo creo que todos estos autores se equivocan. A mi modo de ver, el punto de inflexión que marca el paso de una inflación a una hiperinflación acontece cuando el dinero pierde su función como depósito de valor; por tanto, no puede definirse una tasa de crecimiento de los precios objetiva y válida para todo tiempo y lugar que nos indique cuándo pasamos de una situación u otra, pues el momento concreto en el que la moneda pierde esta función depende completamente de las percepciones subjetivas de los individuos que serán diferentes en cada contexto histórico. Es decir, no hay una tasa técnica de crecimiento de los precios que delimite el momento exacto en el que se puede hablar de hiperinflación, sino que los procesos hiperinflacionarios (sea el ruso, el alemán, el chileno, etc.) comienzan en sentido estricto cuando la sociedad percibe que el dinero ya no es un activo seguro para conservar su riqueza y responde adoptando estrategias empresariales para sobrevivir en esta situación de caos monetario. Consecuencias de la hiperinflación: 1. Empobrecimiento generalizado6: El continuo envilecimiento del dinero hasta su extinción provoca la desintegración de todo el sistema económico: el mercado nacional desaparece y la producción se detiene. La pobreza, la escasez y el desempleo se extienden por toda la economía ocasionando muchas penurias y sufrimiento humano. La inflación lleva a la mal inversión generalizada de los recursos escasos de la economía, originando a una estructura productiva absurda, despilfarradora, antieconómica y alejada de las verdaderas necesidades y capacidades económicas de la sociedad. 2. Los salarios reales se desploman: los precios crecen más rápido que las retribuciones salariales provocando importantísimas pérdidas de poder adquisitivo a los trabajadores. Este efecto es especialmente dramático para los empleados públicos, a quienes el ajuste salarial siempre les llega más tarde (si les llega). 3. Se hace imposible realizar cálculo económico alguno: sin dinero no es posible el cálculo, y sin cálculo los individuos no pueden enjuiciar el éxito o fracaso de los diferentes cursos de productivos por lo que se encuentran a ciegas frente a qué es y qué no es rentable producir. Esta situación además induce a las empresas a ensayar procesos de consumo de capital involuntarios, por lo que uno de los efectos más perjudiciales de las hiperinflaciones es la fuerte reducción del equipo capital, hecho que empobrece aún más a la sociedad. 4. Efectos redistributivos: Con la hiperinflación la relación de deudas deja de tener significado, los acreedores pierden todos sus derechos y los deudores se ven libres de sus obligaciones y consecuentemente la deuda pública se reduce a cero. Además, los perceptores de rentas fijas sencillamente se arruinan: pensionistas, propietarios que perciben alquileres, etc. 5. A lo largo del proceso de hiperinflación los tipos de interés se disparan, pero suele ocurrir que el mercado crediticio no logra seguir el crecimiento de los precios y finalmente desaparece debido a las pérdidas en que incurren los prestamistas. 6. Financiación del Estado: La hiperinflación provoca que la recaudación de impuestos deje de tener sentido. Durante el proceso, el camino para la financiación estatal pasa por imprimir dinero a tasas cada vez más aceleradas; algunos gobiernos también recurren a incautaciones físicas de recursos o a exigir impuestos en especie; sin embargo la mayor parte de la financiación suele realizarse mediante la emisión de dinero. Por tanto, en el momento en que el público repudia el dinero estatal esta fuente de financiación se termina; probablemente éste es el motivo más poderoso por el que los gobiernos deciden introducir una nueva moneda: para poder seguir financiándose de una forma regular. Artículo elaborado por David Sanz Bas (Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, miembro del Instituto Juan de Mariana), y originalmente publicado en portaloro y en la revista online de Friedrich Hayek de Argentina. El autor agradece enormemente los comentarios de Juan Ramón Rallo, Philipp Bagus y Daniel Luna.
Notas 1 La definición de inflación como aumento general del nivel de precios es confusa, arbitraria e imprecisa: confunde las consecuencias con las causas de estos aumentos en los precios y no es objetivamente cuantificable. 2 Como lúcidamente señala Mises en una inflación los precios de algunos bienes al principio pueden llegar incluso a bajar si esos bienes son mayoritariamente demandados por los individuos que reciben el nuevo dinero en último lugar y, consiguientemente, su renta real y su poder adquisitivo disminuyen fuertemente y, por este motivo, estas personas se ven obligadas a reducir sus demandas de estos productos, provocando que sus precios bajen. Mises (2004), p. 497 3 Concepto de nivel de precios es falaz, pues lo que de verdad hay en el mercado son multiplicidad de bienes con sus respectivos precios que, efectivamente, tenderán a subir, ceteris paribus si se incrementan las existencias monetarias, pero en ningún caso lo harán uniformemente ni de modo coetáneo. 4 Rothbard (2001), p. 875, en concreto dice: "The social demand for money, in short, increases. As a result, prices tend to increase less than proportionately to the increase in the quantity of money. The government obtains more real resources from the public than it had expected, since he public's demand for these resources has declined". 5 En este sentido merece la pena leer la teoría del origen del dinero que Carl Menger escribió en el capítulo VIII de sus Principios de economía política. 6 Rothbard ilustra muy bien esta situación de desorden social a la que lleva la hiperinflación cuando dice: "When this runaway stage is reached, the economy in effect breaks down, the market is virtually ended, and society reverts to a state of virtual barter and complete impoverishment". Rothbard (2001), p. 876
Bibliografía
Mises, L. (2004), La acción humana. Tratado de economía, Unión Editorial Madrid, 7ª Edición
Rothbard, M. N., (2001), Man, economy and the state, The Ludwig von Mises Institute, 4ª Edición, Alabama
Menger, C. (1997), Principios de economía política, Unión Editorial, Madrid, 2ª Edición