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Calentamiento global y cambio climático

Petróleo y política

Richard W. Rahn

Libertad Digital. 19.08.2008 © AIPE   Richard w. Rahn es director general del Center for Economic Growth y académico asociado del Cato Institute.

¿No parece muy raro que el precio actual del petróleo sea más del doble del coste de producir lo que ahora se consume y de lo que necesitaremos? La razón del exagerado precio es que la oferta ha sido artificialmente restringida por los estados.

Si le proponen una apuesta sobre el precio del petróleo dentro de 10 años, ¿apostaría usted por un aumento o por una caída? Algunos argumentan que se está acabando el petróleo fácil de extraer, por lo que el precio seguirá subiendo. Otros aseguran que el alto precio actual provocará una inundación de nuevas fuentes petrolíferas, por lo que los precios caerán, siempre y cuando los políticos en Washington no sigan con su marcha fúnebre sobre la energía y el medio ambiente.

El argumento sobre la caída de los precios es que si incluimos las reservas de petróleo pesado, existen cientos de años de reservas, al nivel actual y también al proyectado aumento de consumo. En países como Arabia Saudí e Irak queda mucho petróleo barato por producir a 15$ o menos el barril, pero no en cantidad suficiente para suplir toda la demanda mundial. Por eso se está produciendo petróleo más costoso en aguas profundas, como también el petróleo pesado proveniente de arenas bituminosas.

El monto de las reservas se mide en función del coste. Hay más de 1'3 billones de barriles de reservas de petróleo convencional concentrados principalmente en el Medio Oriente. Las mayores reservas de petróleo pesado están en la franja del Orinoco en Venezuela, estimadas en 1'2 billones de barriles. Su producción costaría menos de 50$ el barril. De las arenas petroleras de la provincia de Alberta en Canadá se está actualmente extrayendo petróleo a un costo de unos 45$. Sus reservas se estiman en 1'8 billones de barriles. El total de las reservas mundiales de petróleo bituminoso de esquisto, una roca negra azulada, se estima en 3'3 billones de barriles, de los cuales 70% están en Estados Unidos, principalmente en Colorado, Utah y Wyoming.

El año pasado la empresa Shell informó que había desarrollado una técnica para extraer petróleo de esquisto a un coste de alrededor de 35$ por barril. Estados Unidos también posee las mayores reservas de carbón, suficientes para suplir la demanda por varios siglos. El carbón se puede convertir en petróleo (como lo comprobaron los alemanes y sudafricanos hace años) y el costo estimado de conversión es en la acutalidad de unos 35$ el barril.

Entonces, ¿no parece muy raro que el precio actual del petróleo sea más del doble del coste de producir lo que ahora se consume y de lo que necesitaremos? La razón del exagerado precio es que la oferta ha sido artificialmente restringida por los estados. El 88% de las reservas de petróleo convencional pertenece a gobiernos que invierten cantidades insuficientes en nueva producción. Por su parte, Estados Unidos ha restringido las perforaciones costa afuera, en tierra firme y la conversión del carbón. Algunos políticos dicen que llevaría años aumentar la producción en EE.UU. Mentira. Nuevos pozos se pueden taladrar a un promedio de mil pies diarios, por lo que la creación de uno nuevo que estaría produciendo en pocos meses llevaría apenas una semana. Sin embargo, lo que requiere más tiempo es la obtención de permisos gubernamentales.

Los políticos que dicen que no se puede aumentar rápidamente la producción petrolera son los mismos que proponen fuentes alternas de energía, tales como molinos de viento y energía solar, sin tomar en cuenta que eso sí tomará mucho más tiempo. Felizmente, la gente comienza a comprender que está pagando por la gasolina el doble de lo necesario y que el medio ambiente no se está beneficiando en nada por ello. Energía barata y un ambiente limpio no se logran con fuentes diferentes de energía, sino con políticos diferentes.

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Energía antieconómica

Durante los primeros 150 años de nuestra vida republicana, los congresistas venían a Washington por pocas semanas al año, para ocuparse de las funciones del gobierno, que son pocas. Lamentablemente, ahora se pasan todo el año en Washington inventando locuras y actuando como burócratas socialistas, empeñados en manipular nuestras vidas.  

Richard W. Rahn

Libertad Digital. 7-01-2008 © AIPE   Richard W. Rahn es director general del Center for Economic Growth y académico asociado del Cato Institute.

Si el proyecto de ley energética, de mil páginas, aprobado por la Cámara de Representantes, logra la aprobación del Senado, nos costará  21 mil millones de dólares a los contribuyentes de Estados Unidos y, además, tendremos menos libertad de escoger al automóvil que queremos. Entonces, uno se pregunta, ¿por qué los congresistas quieren aumentar mis impuestos y reducir mi libertad?  

En las economías de mercado, el sistema de precios libres acaba con la necesidad de tener gobernantes manejando y manipulando nuestras vidas. Cuando salimos a comprar un vehículo decidimos lo que más nos conviene: puede ser uno de gran capacidad que, además, por su tamaño es más seguro o, dado el alto precio de la gasolina, más bien uno pequeño.  

La gente no necesita que el Congreso le diga lo que le conviene hacer. Sin embargo, el proyecto de ley establece que autos y camiones deben lograr un promedio de 35 millas por galón para el año 2020, con independencia de lo que el consumidor individual necesite. Yo apuesto a que ante el alto costo de la gasolina, para el año 2020 la mayoría de los vehículos serán eléctricos y la regulación innecesaria. Pero si me equivoco, esta regulación causará más muertes en las carreteras e inconvenientes para las familias.   La propuesta obliga a las empresas de electricidad a producir el 15 por ciento con “recursos renovables”, lo cual es absurdo en algunos lugares. Si la energía nuclear puede producirse a una tercera parte del costo de la energía renovable, ¿por qué imponer mayores costos al consumidor? Aquí, de nuevo, el sistema de precios libres es mucho más eficiente que el gobierno determinando qué y cómo producir.   Miles de empresas alrededor del mundo están tratando de ofrecernos energía a mejores precios. Lo intentan porque el alto precio actual significa que hay grandes oportunidades de ganancias. Y algunos lo lograrán. Pero el gobierno, con su típico favoritismo político, está regalando miles de millones de dólares en subsidios a productores de maíz para producir etanol antieconómico y aumentando las regulaciones que distorsionan los precios y frenan las innovaciones. El despreciable chanchullo del etanol, al desviar la utilización de las tierras agrícolas, aumenta el precio de los alimentos.  

Al proponer 21 mil millones de dólares en nuevos impuestos para pagar subsidios y hacer mal uso de escasos recursos, el Congreso solamente lograría empobrecer a la gente, haciéndonos de paso menos libres y menos seguros. Una reciente investigación concluye que esa ley costaría 4'9 millones de puestos de trabajo y disminuiría el poder de compra de las familias en 1.700 dólares para el año 2030.  

La ley también prohibiría las bombillas incandescentes, las cuales ya están desapareciendo porque la gente prefiere la nueva tecnología LED (diodo emisor de luz) que gasta mucho menos corriente y dura mucho más tiempo. A medida que aumenta la demanda de estas nuevas bombillas bajan sus precios, sin que el gobierno tenga que intervenir. Pero los congresistas quieren ganarse el crédito por algo que el sector privado ya está haciendo.  

Durante los primeros 150 años de nuestra vida republicana, los congresistas venían a Washington por pocas semanas al año, para ocuparse de las funciones del gobierno, que son pocas. Lamentablemente, ahora se pasan todo el año en Washington inventando locuras y actuando como burócratas socialistas, empeñados en manipular nuestras vidas.   La maravilla del mercado es que provee al sector privado de toda la información requerida para satisfacer las necesidades y deseos de la gente, mucho más rápida y eficientemente que cualquier gobierno.