San José de Cupertino (1603 - 1663) - Patrón de los Estudiantes - 18 de septiembre
El 18 de septiembre es el día de
san José de Cupertino, protector de los estudiantes, al que se
le pide ayuda para aprobar con ésta oración:
"Haz que me toquen en suerte puntos en los que yo
esté más fuerte".
O sea que algo hay que saber y además se necesita
suerte y esto es lo que se le pide a Dios por medio de este santo.
Aunque santo Tomás de Aquino es el patrón de los estudiantes, digamos que para aprender, el motivo de que se le haya tomado a san José de Cupertino como patrón de los estudiantes para aprobar es que, siendo él mismo muy limitado, consiguió pasar los exámenes necesarios para que le pudieran ordenar de sacerdote con una inmensa suerte.
En una ocasión se tenía que examinar de la Biblia y él humildemente reconocía que sólo sabía explicar una frase del Evangelio, que fue precisamente la que le tocó al azar.
En otra ocasión, estaba en la cola para examinarse, cuando el examinador después de haber pasado a varios alumnos, exclamó que era evidente que estaban todos muy bien preparados, y que no hacía falta seguir con los demás, quedando todos aprobados.
El año 2003, el beato papa Juan Pablo II dedicó dos de sus documentos a este santo. En uno de ellos dijo de él:
"San José de Cupertino, patrón de los estudiantes, estimula al mundo de la cultura, en particular de la escuela, a fundar el saber humano en la sabiduría de Dios. Y precisamente gracias a su docilidad interior a las sugerencias de la sabiduría divina, este singular santo puede proponerse como guía espiritual de todas las clases de fieles. A los sacerdotes y a los consagrados, a los jóvenes y a los adultos, a los niños y a los ancianos, a cualquiera que desee ser discípulo de Cristo, sigue indicándole las prioridades que implica esta opción radical. El reconocimiento del primado de Dios en nuestra existencia, el valor de la oración y de la contemplación, y la adhesión apasionada al Evangelio "sin glosa", sin componendas, son algunas condiciones indispensables para ser testigos creíbles de Jesús, buscando con amor su santo rostro. Así hizo este místico extraordinario, ejemplar seguidor del Poverello de Asís. Tenía un amor tierno al Señor, y vivió al servicio de su reino. Desde el cielo ahora no deja de proteger y sostener a cuantos, siguiendo sus pasos, quieren convertirse a Dios y caminar con decisión por la senda de la santidad" (22 de febrero de 2003).
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San
José de Cupertino
18 de Septiembre
Patrono de los Estudiantes
1603 - 1663
http://www.accioncatolica.com/santo12.htm
José nació en
1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino. Sus padres
eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre
cobertizo pegado a la casa, porque el papá, un humilde
carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su
casa y se la habían embargado.
Triste niñez. Murió el papá, y entonces la
mamá, ante la situación de extrema pobreza en que se hallaba,
trataba muy ásperamente al pobre niño y este creció debilucho
y distraído. Se olvidaba hasta de comer. A veces pasaba por las
calles con la boca abierta mirando tristemente a la gente, y los
vecinos le pusieron por sobrenombre el "Boquiabierta".
Las gentes lo despreciaban y lo creían un poca cosa. Pero lo que
no sabían era que en sus deberes de piedad era
extraordinariamente fervoroso y que su oración era sumamente
agradable a Dios, el cual le iba a responder luego de maneras
maravillosas.
Un distraído desechable. A los 17 años pidió
ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo
recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego,
pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo
distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el
comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían puesto.
Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por inútil
lo mandaron para afuera.
Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar
suyo que era rico, pero él declaró que este joven "no era
bueno para nada", y lo echó a la calle. Se vio entonces
obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La
mamá no sintió ni el menor placer al ver regresar a semejante
"inútil", y para deshacerse de él le rogó
insistentemente a un pariente que era franciscano, para que le
recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los
padres franciscanos.
Cambio inesperado. Sucedió entonces que en
José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo
recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar en el
establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos
los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su
amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la
oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los
religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los
frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.
Coincidencias agradables. Lo pusieron a estudiar
para prepararse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a
presentar exámenes se trababa todo y no era capaz de responder.
Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la
única frase del evangelio que era capaz de explicar
completamente bien era aquella que dice: "Bendito el fruto
de tu vientre Jesús". Estaba asustadísimo, pero al empezar
el examen, el jefe de los examinadores dijo: "Voy a abrir el
evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que
explicar". Y salió precisamente la única frase que el
Cupertino se sabía perfectamente: "Bendito sea el fruto de
tu vientre".
Otra chiripa. Llegó al fin el examen definitivo
en el cual se decidía quiénes serían ordenados. Y los primeros
diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente
bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen
diciendo: "¿Para qué seguir examinando a los demás si
todos se encuentran tan formidablemente preparados?" y por
ahí estaba haciendo turno para que lo examinaran, José de
Cupertino, temblando de miedo por si lo iban a descalificar. Y se
libró de semejante catástrofe por casualidad.
Después de conocer la vida de San José, podemos notar que las
"coincidencias o chiripas" se trataban más bien de
Providencias de Nuestro Señor.
Fuertes penitencias. Ordenado sacerdote en 1628,
se dedicó a tratar de ganar almas por medio de la oración y de
la penitencia. Sabía que no tenía cualidades especiales para
predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas
deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones
por los pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de
licor Ayunaba a pan y agua muchos días. Se dedicaba con gran
esfuerzo y consagración a los trabajos manuales del convento (que
era para lo único que se sentía capacitado).
Un caso único y raro. Desde el día de su
ordenación sacerdotal su vida fue una serie no interrumpida de
éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales en un
grado tal que no se conocen en semejante cantidad en ningún otro
santo. Bastaba que le hablaran de Dios o del cielo, para qué se
volviera insensible a lo que sucediera a su alrededor. Ahora se
explicaban por que de niño andaba tan distraído y con la boca
abierta. Un domingo, fiesta del Buen Pastor, se encontró un
corderito, lo echó al hombro, y al pensar en Jesús Buen Pastor,
se fue elevando por los aires con cordero y todo.
Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando por un
campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su
alrededor y escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas
en grandes bandadas volaban alrededor de su cabeza y lo
acompañaban por cuadras y cuadras.
Los 70 éxtasis. Ya sabemos que la Iglesia
Católica llama éxtasis a un estado de elevación del alma hacia
lo sobrenatural, durante lo cual la persona se libra
momentáneamente del influjo de los sentidos (no oye, no siente)
para dedicarse a contemplar lo que pertenece a la divinidad. La
palabra éxtasis significa en griego: ser transportado hacia lo
sobrenatural.
San José de Cupertino quedaba en éxtasis con mucha frecuencia
durante la santa Misa, o cuando estaba rezando los Salmos de la S.
Biblia. Durante los 17 años que estuvo en el convento de
Grotella, sus compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis
de este santo. El más famoso sucedió cuando diez obreros
deseaban llevar una pesada cruz a una alta montaña y no lo
lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con cruz y
todo y la llevó hasta la cima del monte.
Prohibición
de aparecer en público
Como estos sucesos tan raros podían producir verdaderos
movimientos de exagerado fervor entre el pueblo, los superiores
le prohibieron celebrar misa en público, ir a rezar en comunidad
con los demás religiosos, asistir al comedor cuando estaban los
otros allí, y concurrir a las procesiones u otras reuniones
públicas de devoción.
Cuando estaba en éxtasis le pinchaban con agujas, le daban
golpes con palos, y hasta le acercaban a sus dedos velas
encendidas y no sentía nada. Lo único que le hacía volver en
sí, era oír la voz de su superior que lo llamaba a que fuera a
cumplir con sus deberes. Cuando regresaba de sus éxtasis pedía
perdón a sus compañeros diciéndoles: "Excúsenme por
estos 'ataques de mareo' que me dan".
Las levitaciones. En la Iglesia han sucedido
levitaciones a más de 200 santos. Consisten en elevarse el
cuerpo humano desde el suelo, sin ninguna fuerza física que lo
esté llevando. Se ha considerado como un regalo que Dios hace a
ciertas almas muy espirituales. San José de Cupertino tuvo
numerosísimas levitaciones.
Un día llegó el embajador de España con su esposa y mandaron
llamar a Fray José para hacerle una consulta espiritual. Este
llegó corriendo. Pero cuando ya iba a empezar a hablar con ellos,
vio un cuadro de la Virgen que estaba en lo más alto del
edificio, y dando su típico pequeño grito, se fue elevando por
el aire hasta quedar frente al rostro de la sagrada imagen. El
embajador y su esposa contemplaban emocionados semejante suceso
que jamás habían visto. El santo rezó unos momentos. Luego
descendió suavemente al suelo, y como avergonzado, subió
corriendo a su habitación, y ya no bajó más en ese día.
Besando al Niño Jesús. En Osimo, donde el
santo pasó sus últimos seis años, un día los demás
religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen
María que estaba a tres metros y medio de altura, y darle un
beso al Niño Jesús, y allí junto a la Madre y al Niño se
quedó un buen rato rezando con intensa emoción, suspendido por
los aires.
Su última misa. El día de la Asunción de la
Virgen en el año 1663, un mes antes de su muerte, celebró su
última misa. Y celebrando quedó suspendido por los aires como
si estuviera con el mismo Dios en el cielo. Muchos testigos
presenciaron este suceso.
Tratamientos duros. Muchos enemigos empezaron a
decir que todo esto eran meros inventos y lo acusaban de
engañador. Fue enviado al Superior General de los Franciscanos
en Roma y este al darse cuenta que era tan piadoso y tan humilde,
reconoció que no estaba fingiendo nada. Lo llevaron luego donde
el Sumo Pontífice Urbano VIII el cual deseaba saber si era
cierto o no lo que le contaban de los éxtasis y de las
levitaciones del frailecito. Y estando hablando con el Papa,
quedó José en éxtasis y se fue elevando por el aire. El Duque
de Hanover, que era protestante, al ver a José en éxtasis, se
convirtió al catolicismo.
El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo en no aceptar como
milagro nada que no fuera en verdad milagro, estudió
cuidadosamente la vida de José de Cupertino y declaró: "todos
estos hechos no se pueden explicar sin una intervención muy
especial de Dios".
Getsemaní antes de la glorificación. Los
últimos años de su vida, José fue enviado por sus superiores a
conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. La
gente descubría dónde estaba y allá corrían las multitudes.
Entonces lo enviaban a otro convento más apartado aún. El
sufrió meses de aridez y sequedad espiritual (como Jesús en
Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua
meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le
consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio
"Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni
el cielo es de bronce. "Todo el que le pide recibe".
Murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.
Que Dios nos enseñe con estos hechos tan maravillosos, que El
siempre enaltece a los que son humildes y los llena de gracias y
de bendiciones.
Tomado del Libro "Vidas de Santos" del P. Eliecer Salesman
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------------------------------------MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II CON
MOTIVO DEL 400° ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE SAN JOSÉ DE
CUPERTINO
22 de febrero de 2003
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2003/march/documents/hf_jp-ii_spe_20030317_franciscans-giermek_sp.html
Al reverendísimo
padre
JOACHIM GIERMEK
Ministro general
de la Orden franciscana de
Frailes Menores Conventuales
1. Me ha alegrado saber que vuestra Orden quiere conmemorar
el 400° aniversario del nacimiento de san José de Cupertino,
que tuvo lugar el 17 de junio de 1603, con numerosas iniciativas
religiosas, pastorales y culturales, orientadas al
redescubrimiento de la profundidad y de la actualidad del mensaje
de este fiel discípulo del Poverello de Asís.
En esta significativa circunstancia, me alegra dirigirle a usted
mi más cordial saludo, extendiéndolo de buen grado a la
comunidad franciscana de Ósimo y a los Frailes Menores
Conventuales esparcidos por todo el mundo. Saludo, además, a los
devotos y a los peregrinos que participarán en las solemnes
celebraciones jubilares.
2. Este importante aniversario constituye una singular
ocasión de gracia ofrecida en primer lugar a los Frailes Menores
Conventuales. Deben sentirse impulsados por su ejemplo a
profundizar en su vocación religiosa, para responder con
renovado empeño, como hizo él en su tiempo, a los grandes
desafíos que la sociedad plantea a los seguidores de san
Francisco de Asís, en el alba del tercer milenio.
Al mismo tiempo, este centenario constituye una oportunidad
providencial para toda la comunidad cristiana, que da gracias al
Señor por los abundantes frutos de santidad y sabiduría humana
concedidos a este humilde y dócil servidor de Cristo.
San José de Cupertino sigue resplandeciendo en nuestros días
como faro que ilumina el camino diario de cuantos recurren a su
intercesión celestial. Conocido popularmente como el "santo
de los vuelos" por sus frecuentes éxtasis y sus
experiencias místicas extraordinarias, invita a los fieles a
secundar las expectativas más íntimas del corazón; los
estimula a buscar el sentido profundo de la existencia y, en
definitiva, los impulsa a encontrar personalmente a Dios
abandonándose plenamente a su voluntad.
3. San José de Cupertino, patrono de los estudiantes,
estimula al mundo de la cultura, en particular de la escuela, a
fundar el saber humano en la sabiduría de Dios. Y precisamente
gracias a su docilidad interior a las sugerencias de la
sabiduría divina, este singular santo puede proponerse como
guía espiritual de todas las clases de fieles. A los sacerdotes
y a los consagrados, a los jóvenes y a los adultos, a los niños
y a los ancianos, a cualquiera que desee ser discípulo de Cristo,
sigue indicándole las prioridades que implica esta opción
radical. El reconocimiento del primado de Dios en nuestra
existencia, el valor de la oración y de la contemplación, y la
adhesión apasionada al Evangelio "sin glosa",
sin componendas, son algunas condiciones indispensables para ser
testigos creíbles de Jesús, buscando con amor su santo rostro.
Así hizo este místico extraordinario, ejemplar seguidor del Poverello
de Asís. Tenía un amor tierno al Señor, y vivió al
servicio de su reino. Desde el cielo ahora no deja de proteger y
sostener a cuantos, siguiendo sus pasos, quieren convertirse a
Dios y caminar con decisión por la senda de la santidad.
4. En la espiritualidad que lo distingue destacan los rasgos
típicos de la auténtica tradición del franciscanismo. José de
Cupertino, enamorado del misterio de la Encarnación, contemplaba
extasiado al Hijo de Dios nacido en Belén, llamándolo afectuosa
y confidencialmente "el Niñito". Expresaba casi
exteriormente la dulzura de este misterio abrazando una imagen de
cera del Niño Jesús, cantando y bailando por la ternura divina
derramada abundantemente sobre la humanidad en la cueva de la
Navidad.
Era también conmovedora su participación en el misterio de la
pasión de Cristo. El Crucificado estaba siempre presente en su
mente y en su corazón, en medio de los sufrimientos de una vida
llena de incomprensiones y a menudo de obstáculos. Derramaba
abundantes lágrimas cuando pensaba en la muerte de Jesús en la
cruz, sobre todo porque, como solía repetir, fueron los pecados
los que traspasaron el cuerpo inmaculado del Redentor con el
martillo de la ingratitud, del egoísmo y de la indiferencia.
5. Otro aspecto importante de su espiritualidad fue el amor
a la Eucaristía. La celebración de la santa misa, así como las
largas horas transcurridas en adoración ante el tabernáculo,
constituían el centro de su vida de oración y de contemplación.
Consideraba el Sacramento del altar como "alimento de los
ángeles", misterio de fe legado por Jesús a su Iglesia,
Sacramento donde el Hijo de Dios hecho hombre no aparece a los
fieles cara a cara, sino corazón a corazón. Con este sumo
misterio -afirmaba- Dios nos ha dado todos los tesoros de su
divina omnipotencia y nos ha manifestado claramente el exceso de
su misericordia divina. El contacto diario con Jesús
eucarístico le proporcionaba la serenidad y la paz, que luego
transmitía a cuantos encontraba, recordando que en este mundo
todos somos peregrinos y forasteros en camino hacia la eternidad.
6. San José de Cupertino se distinguió por su sencillez y
su obediencia. Desprendido de todo, vivió continuamente en
camino, yendo de un convento a otro según las órdenes de sus
superiores, abandonándose siempre en las manos de Dios.
Auténtico franciscano, según el espíritu del Poverello de
Asís, alimentó una profunda adhesión al Sucesor de Pedro y
tuvo un sentido vivo de la Iglesia, a la que amó de modo
incondicional. De la Iglesia, percibida en su íntima realidad de
Cuerpo místico, se sentía miembro vivo y activo. Se adhirió
totalmente a la voluntad de los Papas de su tiempo, dejándose
acompañar dócilmente a los lugares donde la obediencia lo
llevaba, aceptando también las humillaciones y las dudas que la
originalidad de sus carismas no dejó de suscitar. Ciertamente,
no podía negar el carácter extraordinario de los dones que se
le concedían, pero, lejos de cualquier actitud de orgullo o
vanagloria, alimentaba sentimientos de humildad y de verdad,
atribuyendo todo el mérito del bien que florecía entre sus
manos a la acción gratuita de Dios.
7. Y ¿qué decir de su devoción filial y conmovedora a la
santísima Virgen? Desde la juventud aprendió a permanecer
largos ratos en oración ante la Virgen de las Gracias, en el
santuario de Galatone. Luego, se dedicaba a contemplar la imagen,
tan querida para él, de la Virgen de la Grottella, que lo
acompañó durante toda su vida. Por último, desde el convento
de Ósimo, donde pasó sus últimos años, dirigía a menudo la
mirada hacia la basílica de Loreto, secular centro de devoción
mariana.
Para él María fue una verdadera madre, con la que mantenía
relaciones filiales de sencilla y sincera confianza. Aún hoy
repite a los devotos que recurren a él: "Esta es
nuestra protectora, señora, patrona, madre, esposa y auxiliadora".
8. En san José de Cupertino, muy querido por el pueblo,
resplandece la sabiduría de los pequeños y el espíritu de las
bienaventuranzas evangélicas. A través de toda su existencia
indica el camino que lleva a la auténtica alegría, aun en medio
de las pruebas y tribulaciones: una alegría que viene de
lo alto y nace del amor a Dios y a los hermanos, fruto de una
larga y ardua búsqueda del verdadero bien y, precisamente por
esto, contagiosa para cuantos entran en contacto con ella.
Aunque a causa de su intenso y audaz compromiso de ascesis
cristiana este santo podría parecer, a una mirada superficial,
una persona ruda, severa y rigurosa, en realidad es el hombre de
la alegría, afable y cordial con todos. Más aún, sus
biógrafos dicen que lograba transmitir su santa y franciscana
alegría mediante el modo de orar, enriquecido por atractivas
composiciones musicales y versos populares que entusiasmaban a
sus oyentes, reavivando su devoción.
9. Todas estas características hacen que san José de
Cupertino esté espiritualmente cerca de los hombres de nuestro
tiempo. Por tanto, deseo que la celebración de este aniversario
sea una ocasión oportuna y grata para un redescubrimiento de la
auténtica espiritualidad del "santo de los vuelos".
Ojalá que, siguiendo su ejemplo, todos aprendan a recorrer el
camino que lleva a una santidad cotidiana, caracterizada por el
cumplimiento fiel del propio deber diario.
Que para los Frailes Menores de la familia religiosa conventual
sea un luminoso modelo de seguimiento evangélico, según el
carisma específico de san Francisco y de santa Clara de Asís.
Que a los fieles que participen en los varios momentos
conmemorativos, les recuerde que todo creyente debe "remar
mar adentro", confiando en la ayuda del Señor para
responder plenamente a su llamada a la santidad.
En una palabra, el heroico testimonio evangélico de este
atrayente hombre de Dios, reconocido por la Iglesia y propuesto
de nuevo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, constituye
para cada uno una fuerte invitación a vivir con pasión y
entusiasmo su fe, en las múltiples y complejas situaciones de la
época contemporánea.
Con estos sentimientos y deseos, de buen grado le imparto a usted,
reverendísimo ministro general, a sus hermanos esparcidos por el
mundo y a cuantos acuden cada día al santuario de Ósimo, una
especial bendición apostólica, que con afecto extiendo a todos
los que se inspiran en el ejemplo y en las enseñanzas del santo
de Cupertino.
Vaticano, 22 de febrero de 2003
DISCURSO DEL
SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DEL IV CENTENARIO
DEL NACIMIENTO DE SAN JOSÉ DE CUPERTINO
Sábado 25 de
octubre de 2003
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2003/october/documents/hf_jp-ii_spe_20031025_st-joseph-copertino_sp.html
Amadísimos
hermanos y hermanas:
1. Me alegra daros mi cordial bienvenida a todos vosotros,
que habéis venido a Roma con ocasión de las solemnes
celebraciones por el IV centenario del nacimiento de san José de
Cupertino. Saludo, ante todo, a los queridos Frailes Menores
Conventuales, acompañados por su ministro general, padre Joachim
Giermek, al que agradezco las amables palabras que me ha dirigido
en nombre de todos los presentes. Dirijo un saludo especial al
cardenal Sergio Sebastiani y a los pastores de las comunidades
eclesiales que participan en esta peregrinación a las tumbas de
los Apóstoles. Por último, os saludo a vosotros, amadísimos
peregrinos de Pulla, Umbría y Las Marcas, lugares
particularmente vinculados al paso terreno y a la memoria del
"santo de los vuelos".
Como afirmé en el Mensaje publicado el pasado mes de
febrero, José de Cupertino sigue siendo un santo de
extraordinaria actualidad, porque "está espiritualmente
cerca de los hombres de nuestro tiempo", a los cuales
enseña "a recorrer el camino que lleva a una santidad
diaria, caracterizada por el cumplimiento fiel del propio deber"
(Mensaje con motivo del 400° aniversario
del nacimiento de san José de Cupertino, 22 de febrero de 2003, n. 9: L'Osservatore
Romano, edición en lengua española, 28 de marzo de 2003, p.
5).
2. En efecto, san José es, ante todo, maestro de
oración. En el centro de su jornada estaba la celebración
de la santa misa, a la que seguían largas horas de adoración
ante el sagrario. Según la tradición franciscana más genuina,
se sentía fascinado y conmovido por los misterios de la
encarnación y la pasión del Señor. San José de Cupertino
vivió en íntima unión con el Espíritu Santo; estaba
totalmente poseído por el Espíritu, del que aprendía las cosas
de Dios para traducirlas luego en un lenguaje sencillo y
comprensible para todos. Quienes se encontraban con él
escuchaban con gusto sus palabras, porque, como cuentan sus
biógrafos, aun siendo ignorante de lengua y cojo de caligrafía,
cuando hablaba de Dios se transformaba.
3. En segundo lugar, el santo de Cupertino sigue hablando
a los jóvenes, y en particular a los estudiantes, que lo
veneran como su patrón. Los impulsa a enamorarse del Evangelio,
a "remar mar adentro" en el vasto océano del mundo y
de la historia, permaneciendo firmemente arraigados en la
contemplación del rostro de Cristo.
Mi deseo es que vosotros, queridos jóvenes y estudiantes, así
como vosotros, que trabajáis en el ámbito cultural y formativo,
sigáis el ejemplo de san José, comprometiéndoos a conjugar la
sabiduría de la fe con el método riguroso de la ciencia, para
que el saber humano, siempre abierto a la trascendencia, avance
seguro hacia un conocimiento de la verdad cada vez más pleno.
4. Por último, san José de Cupertino resplandece como modelo
ejemplar de santidad para sus hermanos de la Orden
franciscana de Frailes Menores Conventuales. Su constante
esfuerzo por pertenecer sólo a Cristo hace de él un icono del
fraile "menor" que, siguiendo el ejemplo del "Poverello"
de Asís, toma a Cristo como centro de toda su existencia.
Fue elocuente su decidido compromiso de orientar constantemente
su corazón a Dios, para que nada lo separara de "su" Jesús,
amado sobre todas las cosas y personas.
El testimonio de este gran santo, que brilla con una luz singular
en la celebración de este centenario, constituye un mensaje
alentador de vida evangélica. Para los que han abrazado los
ideales de la vida consagrada representa una fuerte invitación a
vivir buscando siempre los valores del espíritu, totalmente
consagrados al Señor y a un servicio necesario de caridad para
con los hermanos.
5. Como todos los santos, José de Cupertino no pasa de
moda. A cuatro siglos de distancia, su testimonio sigue
representando para todos una invitación a ser santos. Aunque
pertenece a una época en ciertos aspectos bastante diversa de la
nuestra, señala un itinerario de espiritualidad válido para
todo tiempo; recuerda el primado de Dios, la necesidad de la
oración y de la contemplación, la ardiente y confiada adhesión
a Cristo, el compromiso del anuncio misionero y el amor a la cruz.
A la vez que renuevo mi deseo de que las celebraciones por el
centenario contribuyan a dar a conocer mejor al "santo de
los vuelos", invoco sobre los organizadores y participantes
la protección celestial de la Virgen María.
Con estos sentimientos y deseos, os imparto de corazón la
bendición apostólica a vosotros, aquí presentes, a vuestras
comunidades y a los numerosos devotos del santo de Cupertino de
Italia y del mundo.