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La ansiedad dificulta reconocer y agradecer a Dios lo que nos concede

La ansiedad, definida por la psiquiatría como la anticipación de lo peor, lleva a que las súplicas que se elevan a Dios con angustia, cuando se ven cumplidas, se sustituyan por nuevas súplicas angustiosas, sin pararse a disfrutar con agradecimiento a Dios de la felicidad de lo conseguido de su misericordia generosa.

Si es por ansiedad, como enfermedad psiquiátrica, es un atenuante e incluso un eximente; pero la doble falta de no reconocer y agradecer a Dios lo que nos concede y ni siquiera disfrutar agradecidamente de ello nos pone en la lista de los ingratos, que, como dice Dios en la Sagrada Escritura, lo tienen difícil para que se les concedan nuevos favores.

No olvidemos que Satanás maneja nuestras enfermedades, sobre todo psíquicas, para oprimirnos, estresarnos, y hacernos pecar o, por lo menos, no dar gloria a Dios.

Las desgracias, como también dice la Sagrada Escritura, nos las envía Dios para que nos apeguemos más a Él. Y, en efecto, nos llevan comúnmente las desgracias a elevar a Dios nuestras plegarias, y la oración es lo que nos une a Dios como resultado principal.

Sabemos por la luz natural de la razón que los fracasos bien aprovechados nos hacen más sabios. De un fracaso bien administrado se puede vivir toda la vida.

Y dice, en cambio, Aristóteles que asimilar y superar los éxitos sólo es propio de las personas superiores. Es una de sus genialidades. Hace falta mucha grandeza para no entontecerse ante un éxito. A los personajes a los que la antigua Roma les concedía entrar en triunfo en la urbe, un esclavo les repetía incesantemente como antídoto: "Recuerda que eres un mortal". Debería estar tipificada la adulación como grave delito con penas más severas que el de injurias a las altas magistraturas. A los políticos demagógicos actuales ni se les ocurre que ellos tendrán una caída en el vituperio generalizado tan estruendoso como sus antecesores que también decían y creían actuar con la veneración popular.

Dar gracias a Dios por todo lo que nos ha concedido y nos concede nos resulta difícil, incluso cuando no estamos enfermos de ansiedad.

Lo primero que hay que hacer ante las desgracias es ver la mano de Dios en ellas y besar esa mano paterna con amor filial.

También ante los bienes de los que nos colma Dios hay que ver su amorosa mano paterna y besarla con amor y agradecimiento y disfrutar con gratitud de la felicidad de lo que nos concede y más aún de que se fije en nosotros para concedérnoslo.

Ante un regalo, ¿qué hacer?

Dar las gracias y disfrutarlo.

Lo mismo, pero más, ante Dios